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Los miembros de los ocho proyectos culturales y tecnológicos de Espacio de Innovación buscan el éxito de sus ideas empresariales.
Los proyectos del ascensor

Los proyectos del ascensor

Un canguro que se quede con los niños para ir al teatro o una poesía gigante que recorra las calles. Ocho empresas culturales salen adelante en Espacio de Innovación. El secreto: saber contar el proyecto en lo que dura un viaje en elevador

Francisco Griñán

Domingo, 25 de octubre 2015, 23:50

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Es el sueño de todo emprendedor. Entrar en un ascensor y encontrarse de bruces con Bill Gates, Patricia Botín o Amancio Ortega. Y cuando se cierren las puertas aprovechar el encuentro con el millonario en cuestión para convertirlo en una improvisada reunión de trabajo y venderle la empresa que se tiene en mente. Los americanos, que lo bautizan todo, tienen nombre para esta situación, elevator pitch (discurso del ascensor), que se ha convertido en una de las reglas de oro para poner en marcha un negocio: ser capaz de contar el proyecto en lo que tarda el recorrido de un montacargas y, además, ser convincente. Y se ve que la lección la tienen bien aprendida los ocho proyectos que forman parte de la primera edición de Espacio de Innovación, un programa de Andalucía Emprende que apoya proyectos que fusionan cultura y tecnología. Servicio de canguro y de aparcamiento para que cualquier persona o pareja no tenga excusa para dejar de ir al teatro, convertir las historias de los pueblos en libros ilustrados a medio camino entre la ficción y la realidad, o grabar vídeos tutoriales para que las empresas puedan explicarle a sus clientes cómo funciona un servicio son algunas de las iniciativas que están siendo tutorizadas desde este coworking de la Junta de Andalucía. El objetivo está claro. Que los proyectos pisen el suelo y que el papeleo y los detalles legales no acaben por cortar el subidón de una buena idea de ascensor.

«Me van a hacer falta unos cuantos pisos más para contar mi empresa», avisa Ángel Arenas, que ya con el nombre de su marca, Poessible, da pistas de que su proyecto une dos ámbitos de difícil unión: versos y empresa. «La idea es compartir la poesía y que los lectores no solo sean espectadores sino también creadores», señala el escritor y emprendedor, que ya ha desarrollado con éxito diferentes iniciativas a partir de este concepto: poemas gigantes que salen a la calle y que convierten a los peatones en autores; alfabetos con letras de hasta dos metros para que los niños jueguen formando palabras; antologías de poesía de un colectivo concreto, desde alumnos de una universidad a los miembros de una asociación de sordos, que incluye la edición de un libro, o una red de ciudades libros que convierten sus calles en expositores de relatos.

«Ahora lo que estoy intentando en este proyecto de tutorización es ordenar la arquitectura de marcas y actividades que hemos desarrollado, a la vez que lanzamos una nueva línea, los mapas gigantes interactivos», señala Arenas que explica que esta última iniciativa consiste en plantar grandes planos de un territorio en concurridas calles para que el público pueda caminar sobre ellos y consultar de cerca un pueblo o ciudad accediendo con el móvil a un vídeo explicativo sobre de la localidad que se está pisando. Unos proyectos que han hecho poessible que los versos y la narrativa tengan una aplicación práctica más allá del disfrute de un libro.

Escribir su propia historia

Precisamente, la literatura también es el medio natural del proyecto Lengua Verde Libros, tras el que asoman dos emprendedores, el periodista Francisco Flores y el guionista Eduardo Parra, que decidieron poner fin a su paro de larga duración escribiendo su propia historia. Literalmente. Su proyecto: editar libros sobre pueblos. Así dicho, no parece novedoso e, incluso, rancio si se piensan en las guías que se (re)editan habitualmente de muchas localidades. «Tomamos la historia de un pueblo y la llevamos a la ficción histórica para convertirla en una aventura», explica Flores, a lo que Parra apostilla, como si lo tuvieran ensayado: «Nuestro lema es: Si tienes una historia, nosotros lo convertimos en leyenda». Si entran en un ascensor con el nuevo mandamás de Planeta, seguro que lo convencen con esa mezcla de estudiado marketing y entusiasmo en el proyecto.

Porque si algo se ve en las caras de los innovadores turorizados por Espacio de Innovación es que creen y defienden sus ideas. Otra cosa es que lleguen a ser rentables y perduren en el tiempo, que es por lo que los han seleccionado para esta incubadora. Para que sus ideas crezcan como empresas. Es el caso de Flores & Parra que sostienen en las manos su primer libro: Nico y Lena. La Cueva de la Media Luna.

El título ya avanza que nada tiene que ver con lo que habitualmente se edita en este ámbito, ya que la obra rescata una historia popular de Ojén y la transforma en un relato divertido para niños protagonizado por dos hermanos, un friki de los libros y una chica obsesionada con el teléfono móvil, que de pronto viajan a la época de Al-Andalus. «Presentamos el libro el próximo viernes, 23 de octubre, en Ojén y ya estamos trabajando con otros pueblos que han sabido de nuestra editorial», afirma este tándem, que no solo ha sabido buscarse la vida, sino también generar empleo: «Las ilustraciones se las encargamos a la dibujante María del Mar Núñez de Castro y el resultado salta a la vista», afirma Flores, mientras Parra muestra la portada del volumen inaugural de Lengua Verde Libros.

Precisamente, para buscar un ilustrador o un fotógrafo, los miembros de esta editorial pueden acudir al portal de Codeser, un comparador de servicios profesionales que comenzó en Málaga y ya se ha expandido a 15 provincias. «Los viajes y los seguros son ámbitos que ya están muy copados en este mercado, por lo que en nuestro comparador igual puedes buscar la mejor opción para un wedding planner, para la revisión del coche o dar con un sastre que te haga un traje», señala la directora de esta web, Sara Gili, que explica que las actividades más buscadas por los usuarios son los desguaces y las peluquerías, con más de 7.000 búsquedas al mes.

Su empresa está rodada y viento en popa. ¿Que busca entonces en este coworking? «Es que esto es como un master, en el que la gente te da opiniones y te hacen ver tu proyecto desde otra perspectiva», argumenta Gili, que asegura que «hemos cambiado ya varias cosas de la empresa desde que estamos aquí».

Internet también es el medio natural del proyecto Mecenas 2.0, un market place desarrollado por una experta en marketing con debilidad por el arte, Marta Tabernero. «El objetivo es reunir la obra de diferentes galerías en un mismo espacio virtual de tal forma que los usuarios puedan acceder a una amplia colección artística y dar entrada además a que los creadores den a conocer su obra», señala la emprendedora que se ha fijado una meta: «Contar en dos años con 200 galerías asociadas» a su mercado on line y que «el coleccionista o aficionado pueda comprar la obra con un solo clic».

Un market place es también la idea que ronda en el proyecto Woondi, que desarrollan Eva Fuentes y Luis Morales. «Está dirigido a profesionales, creativos y freelancers del mundo de la moda, el arte, la artesanía, la literatura o la música para que vendan sus servicios y que los usuarios los puedan contratar para pedidos personalizados», explica Fuentes, que hace un mes lanzó la plataforma web en pruebas y ya ofrecen servicios de decoradores, fotógrafos y artesanos.

Piloto con estrella porno

En pleno desarrollo de su proyecto está Víctor Gómez, un sociólogo y diseñador informático que ha ideado Diverti, una empresa que busca convertir Internet y la tecnología en un juego para niños. Para ello, propone aprovechar las grandes posibilidades del «software libre para que los pequeños creen sus propios programas, videojuegos o simuladores», explica Gómez que, junto a la Asociación Arrabal, ya está aplicando su idea en talleres de alfabetización digital para jóvenes de 16 a 25 años. «La idea es fomentar la creatividad con la filosofía hazlo tu mismo», remacha este innovador, que tiene un amplio campo para desarrollar su proyecto en diferentes actividades.

Espacio de Innovación, heredero del Proyecto Lunar dirigido exclusivamente a empresas culturales, agrupa ahora a estas últimas con las iniciativas tecnológicas, ya que «nos dimos cuenta que las industrias creativas utilizan en su mayoría modelos de negocio basados en Internet», explica Jon Plaza, que supervisa los proyectos de Andalucía Emprende. En total, en la provincia se tutorizan cada año un centenar de empresas en los diferentes programas.

Entre ellas, también busca su expansión en el coworking la agencia Sibila Creativos, que se vende como una «solucionadora de problemas» a través de vídeos. «Muchas empresas tienen problemas para sus clientes entiendan un servicio o una promoción, por lo que nosotros desarrollamos campañas para que los usuarios lo conozcan», relata Álvaro Sola, que pone un ejemplo clarificador: «Un vídeo en el que explicamos a los turistas cómo llegar desde el aeropuerto a la empresa de rentacar mediante una lanzadera». El vídeo es el medio actual más aceptado por los usuarios, aunque desde Sibila igual desarrollan, con este mismo objetivo de llegar al cliente, un flashmob o un apocalipsis zombi. Todo personalizado.

Y si en esta última empresa apuestan por el espectáculo, en SpectaDor Producciones no son menos. Su idea está dirigida al teatro y se proponen ponerle una alfombra roja al público para que nada le impida disfrutar de un montaje o una obra. «Les facilitamos las entradas en las mejores butacas, pero además le ofrecemos el aparcamiento para el coche e incluso un canguro para que se queden con los hijos, mientras los padres disfrutan del teatro y después se van a cenar», señalan Norberto Rizzo y Paca Cubero, que ya tienen fecha para la prueba piloto: el próximo 10 de diciembre con el estreno de Jardín de Otoño en el Teatro Alameda. A la obra no le falta morbo porque además es el estreno como actor teatral de la estrella del porno Nacho Vidal. «En España no hay otra iniciativa como ésta , por lo que no sabemos si es una idea genial o una ruina», confiesan entre risas. Una incógnita que, en el fondo, sienten todos los emprendedores que forman parte de este programa. El resultado dictará si sus planes tienen futuro y ellos, madera de empresarios. Igual, con el tiempo, son otros los que se suben al ascensor para venderles a ellos un proyecto genial que se puede contar en un viaje de pocos segundos.

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