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Antonio de Verónica y Saray Cortés posan en su nueva academia.
Cuando el baile es más que una profesión

Cuando el baile es más que una profesión

Antonio de Verónica y Saray Cortés se colocan al frente de una saga flamenca que sigue creciendo. Pareja dentro y fuera del escenario, los bailaores abren una academia en Cruz de Humilladero y preparan su regreso al Cervantes con Farruquito

Regina Sotorrío

Lunes, 24 de agosto 2015, 00:14

Mientras imparten clases, él está por la sala revoloteando. También cuando sus padres atienden para este reportaje. Es un torbellino, lo propio cuando se tienen solo tres años. Pero cuando toca noche de espectáculo, Azael sigue entre bambalinas, paciente y atento, el baile de su familia hasta que le llega su turno. «Se transforma, va hacia el público y hasta le jalea para pedir el aplauso», cuenta con orgullo, y también sorpresa, Saray Cortés. «Ha nacido para esto», añade Antonio de Verónica. De casta le viene al galgo. El pequeño es ya la cuarta generación de artista de los Sánchez Cortés, una familia que ha hecho del flamenco su profesión y también su vida. Al frente del clan están los jóvenes Saray y Antonio, pareja dentro y fuera de las tablas y artífices de esta unión de dos apellidos de raza con décadas de arte jondo a sus espaldas.

Juntos han puesto en marcha una compañía, que a veces crece hasta incluir a toda la saga, y ahora también han abierto su propia academia. Con el callejero en la mano, les encuentran en la calle Mirabrás, un nombre muy propio para una escuela de baile y toque (es un palo perteneciente al grupo de las cantiñas). Pero si andan por la zona de Cruz de Humilladero, les localizarán por el oído, por la guitarra que toca al compás del zapateo de los alumnos. Dentro, o fuera de la academia. «Muchas veces se ponen los señores mayores a mirar a través del cristal y entonces sacamos el flamenco a la calle. Se unen a nosotros en palmas y los alumnos y ellos lo disfrutan mucho», explican. Como un corralón típico andaluz, hasta con flores y plantas en la puerta.

Allí pueden aprender a tocar la guitarra con Miguel Cortés padre de Saray o a bailar con Antonio de Verónica, Saray Cortés o La Salinera, la matriarca de los Cortés, que acompaña como invitada a su hija y a su yerno en muchos de sus espectáculos. Quien se lo proponga aseguran, es capaz de arrancarse por unas alegrías o una soleá por derecho. «Porque yo he visto a unos japoneses bailando como si estuvieran en una fiesta de gitanos viejos. ¡Increíble!», exclama Saray.

Lo suyo es un flamenco «racial», gitano, «del de antes», pero con la música de ahora. «Nos gusta evolucionar al año en el que estamos, pero no queremos romper los cánones porque el flamenco está hecho de siempre y la raíz hay que mantenerla», argumenta Antonio de Verónica. Además, como apunta Saray Cortés, «el público lo nota, el aplauso es más caluroso» cuando delante tienen auténtico flamenco. Defensores del baile y cante de los antiguos, lamentan que la palabra flamenco se use hoy con tanta facilidad, desvirtuando la realidad del arte jondo. «Porque a mí me encanta ver otras cosas, el contemporáneo, el jazz, fusiones de todo tipo. Pero que no le llamen flamenco», matiza la bailaora. El de verdad, apunta De Verónica, «no necesita tantos adornos» ni pasa de moda.

A petición del público

La próxima vez que se suban a un escenario en Málaga será en el Cervantes, con Flamencos por derecho, un espectáculo que repite en el cartel «a petición del público» y que contará con la colaboración especial de Farruquito. «Un honor para nosotros», afirma el bailaor. Es puro flamenco: «Cada representación tiene un carácter catártico, casi religioso, con el que honramos el espíritu de los grandes y les dejamos expresarse a través de nuestro baile», detallan. Alemania, Tenerife y Las Palmas son sus próximos destinos.

Llevan 14 años como pareja en la vida y 16 años como pareja en los escenarios desde que coincidieron en un tablao de Santa Cruz de Tenerife. Allí vivían los Cortés y hasta allí se fue el malagueño Antonio de Verónica, del barrio de la Palma-Palmilla, con su primer contrato. Poco después empezaron a reclamarles en varios puntos de la Península, y la familia al completo hizo las maletas para fijar en Málaga su base de operaciones. «Son 24 horas juntos para todo, para las clases, los ensayos, los trabajos, la casa... Pero es bonito, te peleas y al medio minuto ya estás bien, no hay rencor», apunta Saray entre risas. Y sobre las tablas, se nota la complicidad. «Sabemos lo que queremos con mirarnos», añade.

No recuerdan el momento en el que decidieron dedicarse a esto. Para ellos era una cosa «natural, como andar». Saray Cortés es hija del guitarrista Miguel Cortés y de la bailaora La Salinera, y nieta de El Sali. Antonio de Verónica viene de una familia de toreros y de cantaores, como su padre. «Somos flamencos a todas horas, es nuestra forma de vida, no conocemos otra», aseguran. Y ahora están transmitiendo esa «semilla» al pequeño Azael (sentado sobre el cajón en la foto que acompaña a este reportaje). Quieren que el niño estudie, pero si su vocación es bailar le pondrán las cosas fáciles. Y parece que ese es su camino. «Si todos los niños ven dibujitos en la tablet, él se pone vídeos flamencos», dice su madre. «El ritmo, el marcaje, las expresiones que pone son impresionantes. ¡Y aún no nos hemos puesto a enseñarle!», añade su padre. El relevo está garantizado.

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