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Luis Alberto de Cuenca, ayer en el Museo Carmen Thyssen, donde habló de ‘El baño de las ninfas’ de Muñoz Degrain (abajo).
La historia que esconde un cuadro

La historia que esconde un cuadro

Luis Alberto de Cuenca abre el ciclo sobre arte y literatura en el Thyssen de Málaga

Antonio Javier López

Miércoles, 22 de octubre 2014, 00:38

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Ciertas pérdidas requieren su tiempo, incluso su espacio, para brindar la dimensión de su calado. Sucede sobre todo con quienes dejaron en vida una labor capaz de sobrevivir una simple biografía. Sucede por ejemplo con Jaume Vallcorba, exquisito editor de Quaderns Crema y Acantilado. En esta última llevó a la imprenta Los antimodernos, de Antoine Compagnon, un libro que resuena en la memoria mientras se escuchan las palabras de Luis Alberto de Cuenca.

El escritor abría ayer el ciclo Arte y literatura. Miradas de escritor en la Colección Carmen Thyssen, promovido por la pinacoteca malagueña. Lo hacía de la mano del lienzo El baño de las ninfas (c. 1915) de Antonio Muñoz Degrain y con un discurso que parecía encardinado en la tesis de Compagnon; a saber: quienes parecen oponerse a la modernidad acaban ocupando a menudo la punta de lanza de la verdadera vanguardia.

«El clasicismo siempre vuelve, nunca se supera», resumía Luis Alberto de Cuenca, en cuya charla reivindicó lo que él denomina la «pintura literaria», aquella «que cuenta una historia y no es sólo magma, estructura, color...». Presentado por el también escritor y director del Instituto Municipal del Libro, Alfredo Taján, Luis Alberto de Cuenca recordó cómo a partir de Rembrandt y Velázquez la pintura se va separando del relato, una senda en la que ahondarían después los impresionistas en su búsqueda de nuevos caminos de expresión.

Unos cantos de sirena que no terminan de convencer a Luis Alberto de Cuenca, tal y como detalló él mismo: «Tengo una visión de la pintura muy literaria que parte de los clásicos... Me interesa la pintura del XIX y del XX que se atiene a ese academicismo, los autores de la escuela valenciana del XIX, así como otros como el propio Muñoz Degrain», apostilló el autor de poemarios como La caja de plata (1985) o La vida en llamas (2006).

Por dogma

«Me interesa la pintura que cuenta algo, lo mismo que en el cine. En ese sentido creo que soy un premoderno más que un posmoderno. Me interesan la pintura y el arte previos a la modernidad, aunque, como es lógico, dentro de la modernidad hay creadores y tendencias que se mueven en relación con el público, como el surrealismo o el pop», prosiguió Luis Alberto de Cuenca, anunciado la próxima semana en los actos de inauguración de la Casa de Gerald Brenan en Churriana.

Para el escritor, poeta y ensayista, «ha habido un dogmatismo de la vanguardia que arrumbó la pintura académica». Una tendencia ahora revisada y reivindicada por instituciones como el propio Thyssen de Málaga, que encuentra en sus fondos de pintura del XIX la principal seña de identidad de su colección.

El baño de las ninfas de Muñoz Degrain es una de esas piezas, la escogida por De Cuenca para inaugurar unas jornadas por las que pasarán Aurora Luque, Álvaro García, Ada Salas y Juan Manuel Bonet: «La ficha del cuadro me puso sobre la pista de un poema de José María de Heredia que se titula como el cuadro, donde se cuenta la misma estampa de esas ninfas fluviales que se dan un baño de luna en el río. Todo eso es muy evocador y se coloca en la senda de la literatura modernista de Darío, Valle-Inclán o Salvador Rueda en su reacción al naturalismo realista».

Porque a menudo las buenas historias tienen poco que ver con el realismo. Pregunten, si no, a los antimodernos.

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