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JAVIER RAMÍREZ
Lunes, 22 de febrero 2016, 11:33
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Seis y media de la tarde. La Escuela de Informática apenas está iluminada. La mayoría de las aulas están apagadas y la gente apura los últimos momentos en la facultad antes de volver a sus casas. Sin embargo, una de las clases de la escuela se encuentra funcionando a pleno rendimiento. En su interior, el profesor ha sido sustituido por un vídeo de YouTube en el que se explica el motivo por el que medio centenar de participantes se han reunido en la misma sala: Google Hash Code. Este concurso de la compañía norteamericana plantea un problema de ingeniería real y desafía a los alumnos a resolverlo de la mejor manera que se les ocurra.
Sin embargo, los participantes malagueños no están solos. El desafío estaba siendo realizado simultáneamente el pasado jueves en las más de 300 sedes habilitadas alrededor del globo. Para amenizar el reto, la organización del concurso -que corresponde a los universitarios que conforman el Grupo de Desarrolladores de Google (GDG) en Málaga- había dispuesto cervezas, café y magdalenas para pasar las cerca de cuatro horas que duraba el concurso.
Samuel Hindley, estudiante de Ingeniería Informática de 22 años y uno de los organizadores del evento, señala que se decidieron a establecer Málaga como una de las sedes de concurso porque se lo comentó uno de los trabajadores malagueños de Google. «Este es el primer año que se organiza en Málaga un evento de estas características; siempre estamos dispuestos a organizar eventos de programación en la provincia», comenta Hindley.
El reto
Tras el vídeo introductorio, los concursantes recibieron las instrucciones para intentar el resolver el reto que les planteaba la compañía de Mountain View. A los participantes se les ofrecía una flota de drones y tenían que diseñar, con ellos, una red de distribución que fuera lo más rápida posible.
Rápidamente, los participantes comenzaron a diseñar sus estrategias, primero en papel y, posteriormente, escribiendo código. Un código con el que sueñan clasificarse para la ronda final de París en marzo. A pesar de la mayoría de estudiantes de Informática, también había estudiantes de otras carreras. Uno de ellos es Rafael Fernández, de 25 años y estudiante del último curso de Ingeniería Electrónica. «Nos apuntamos gracias a mi cuñado, porque nunca habíamos estado en un ambiente así y queríamos ver hasta dónde éramos capaces de llegar», señala Fernández. Respecto a la dificultad del desafío, el alumno comenta que es «difícil», aunque cree que sería más fácil si tuvieran la formación informática. Pese a la complicación, Fernández afirma que el ambiente fue «perfecto».
Una vez finalizado el reto, es tiempo de que los jueces revisen todas las propuestas y decidan quiénes son los que pasan a la ronda de París.
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