La odisea de una vecina de Benalmádena de 82 años: tres transportes para ver a su hijo en fase terminal
Su vástago, que padece Huntington desde hace décadas, fue trasladado hace casi dos años de un centro en Teatinos a otro en Écija
Quien sea madre (o padre) sabe que nada duele más que un hijo. Y a Dolores Carrera, una mujer nacida hace 82 años en Cártama ... y vecina de Arroyo de la Miel desde 1962, le duele desde hace demasiado tiempo su hijo Sergio. Exactamente desde que cursaba el segundo año de sus estudios de Turismo en la Universidad de Málaga (UMA) y hoy tiene ya 45 años. «Era como cualquier otro chaval, hasta que dijo que ya no quería ir más a la Universidad, y dejó de ir con sus amigos, estaba depresivo y lo único que hacía era comer y estar encerrado en su cuarto», cuenta Dolores.
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Lo llevaron al psicólogo y al psiquiatra, le hicieron pruebas, y cuando le contaron lo que tenía su hijo, se le heló la sangre: «Me entró un ataque de ansiedad que no se me ha quitado todavía», resume. Era Huntington, una enfermedad hereditaria provocada por un gen defectuoso que provoca el desgaste de algunas células nerviosas del cerebro y para la que no existe cura ni medicamento capaz de retrasarla. Dolores sabía bien qué era porque era la misma enfermedad que tuvo su marido, fallecido en mayo de hace ocho años, aunque sin las consecuencias por las que ha tenido que pasar su hijo a lo largo de estas décadas de enfermedad.
Cuando Sergio Zamorano Carrera tuvo que ingresar en un centro, Dolores lo tenía más o menos cerca, concretamente en las instalaciones del grupo Vialia en Teatinos, pero el día de Reyes de 2024 cambiaba el centro de la zona universitaria de la capital malagueña por el de la Fundación Internacional Aproni en la localidad sevillana de Écija. Se trata de plazas concertadas, y el traslado era por orden de la Junta de Andalucía, aunque esta vecina de Benalmádena lo atribuye a la nueva dirección que entró en el centro de Teatinos poco antes del traslado, que cambió a todo el personal y echó a algún paciente como a su hijo, apoyándose en su supuesta agresión de Sergio a otro paciente. Pero aunque fuera así, «hoy ya no podría hacerlo, porque está ya en la última fase de su enfermedad», cuenta Dolores, que lo único que pide es que su hijo vuelva a Málaga.
Tres veces al mes
Para recorrer los 152 kilómetros que separan Arroyo de la Miel del centro de Écija, esta mujer de 82 años, con problemas de movilidad y que se apoya en unos bastones para andar necesita un madrugón y tres medios de transporte: «Cojo el Cercanías de las 6.20 horas a Málaga, y allí un tren a Córdoba que me permite enganchar con un autobús que sale a las 9.00 y llega a las 10.00 a Écija». Cuando lo hace lleva un pequeño equipaje y mucho gazpacho —«a mi hijo siempre le encantó», justifica—, pero únicamente puede hacerlo tres veces al mes. El equipaje es porque necesita quedarse a dormir allí. «Tengo que quedarme en un hostal y coger un taxi al centro, otro hasta el hostal para volver al día siguiente a repetir el viaje; me gasto el dinero que no tengo». Y así lleva ya prácticamente 22 meses.
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«Mi hijo está al final de su vida y una madre tiene que estar ahí; ya no aguanto más, nadie me ayuda ni me escucha»
Dolores sólo viaja hasta Écija tres veces al mes. Para 'salvar' la situación se ha comprado un teléfono móvil que apenas sabe usar para poder tener videoconferencias con su hijo, «no para hablar, porque ya no habla, solo para poder verlo», precisa.
«Mi hijo está al final de su vida, y una madre tiene que estar ahí, estoy sola en casa y cada día cuando me levantado digo '¿qué hago hoy?' y pienso en hacer cosas. Ya no aguanto más, ya no puedo más, no tengo fuerzas. Nadie me escucha, nadie me ayuda, ni el Ayuntamiento de Benalmádena, ni la Junta, dónde está la ayuda que necesito ¿funcionan las instituciones?», se pregunta. Y remata : «Solo quiero que traigan a mi hijo a Málaga».
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