El experimento de medición de CO2 de un instituto de Benalmádena para prevenir el Covid-19 en clase
El estudio demuestra la importancia de abrir las ventanas para neutralizar la concentración de aerosoles como potencial vía de contagio en las aulas
La pandemia del Covid-19 ha impuesto evitar los espacios cerrados donde el riesgo de contagio aumenta por la concentración de aerosoles. Pequeñas ... gotas que se exalan al hablar, toser, estornudar e, incluso, respirar, que permanecen durante horas flotando en el aire circundante y que pueden portar coronavirus si la persona está infectada.
Consciente de esta realidad, un profesor del Instituto Poetas Andaluces de Benalmádena ha analizado con un medidor de calidad del aire los cambios que se producen en el aula con las ventanas abiertas, entreabiertas y completamente cerradas. «Ahora no hay problema, porque el buen tiempo que tenemos en Málaga nos permite mantenerlas abiertas y el aire se regenera continuamente, pero nos preguntamos qué ocurrirá cuando llegue el frío», expone Javier Pérez Soriano, que es químico e imparte la asignatura de Tecnología.
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¿Cómo ventilar el aula?
Esta fue la hipótesis de partida de un experimento, que se inició hace tres semanas, pero cuyos resultados han sido «desalentadores»: el 85% del tiempo estuvieron con valores por encima de los límites de concentración de CO2 recomendados. «Al ser un gas, las mascarillas no lo filtran y salen al ambiente. Si hay una mayor concentración de CO2, la calidad del aire será peor, pero también la acumulación de aerosoles potencialmente infectivos será más alta y eso es lo que de verdad nos preocupa», admite el docente. Por eso, insiste, «si no hay una buena ventilación que elimine el CO2 tampoco va a eliminar los aerosoles. Ese es el problema», declara Pérez, que es coordinador Covid en este instituto.
«En el caso de un alumno contagiado, la mascarilla retendría los aerosoles, pero como no tenemos la garantía de que las mascarillas que traen estén homologadas, o si les quitan el filtro, o si las higienizan, o si las quirúrgicas e higiénicas han sobrepasado el límite de horas de uso, hay un riesgo importante de que esos aerosoles salgan al aire y creen un problema colectivo. Algunos vienen con mascarillas que tienen hasta bolillas», detalla.
Registros recomendados
El Reglamento de Instalaciones Térmicas de Edificios recoge que en los centros educativos no se deben superar los 900 ppm (partes por millón), aunque la Escuela de Salud Pública de Harvard recomienda que no se pase de los 700 ppm. «El primer día mantuvimos las ventanas abierta y las cifras se mantuvieron en esos niveles y jamás se sobrepasaron los 900 ppm establecidos. Sin embargo, al día siguiente, dimos clase con las ventanas cerradas y los registros medios fueron de 1.200 ppm, aunque llegaron a alcanzarse picos de 1.500 ppm, el doble de lo permitido. Las recomendaciones de Sanidad de ventilar cinco minutos entre las dos primeras clases, y diez minutos entre la segunda clase y la tercera permitían recuperar algo los valores adecuados, pero la calidad del aire seguía siendo pobre. Con cinco minutos, se reducía de los 1.500 a los 900 ppm, y con diez minutos de ventilación, se lograba bajar hasta los 600 ppm», indica Pérez, que también es técnico en Prevención de Riesgos Laborales.
Pérez probó un tercer escenario para medir qué pasaría manteniendo las ventanas entreabiertas, «unos cuatro dedos, ocho centímetros aproximadamente». «En este caso, vimos que las concentraciones llegaban a unos 1.100 ppm y, aunque seguían siendo niveles altos, creemos que es lo más recomendable».
Desde que se cierran las ventanas hasta que vuelve a haber una alta concentración pasan 20 minutos. «Por eso, se puede abrir cinco minutos cada 20 para mantener unos niveles aceptables. Sería lo ideal, pero desde un punto de vista académico resulta poco operativo, pues hay que estar parando la clase para abrir y cerrar ventanas. De ahí, que dejar entreabierta la ventana sea la mejor opción», apostilla.
Precio de los medidores
Actualmente, en el mercado hay medidores desde 30 euros. «Son baratos y su uso para hacer las mediciones es muy sencillo, solo es necesario activarlo», detalla Pérez. «En los tiempos que vienen, van a ser muy útiles, porque cuando el profesor ve que se elevan los niveles, realiza la ventilación. Pero también puede servir para no pasar más frío del necesario, porque si observa que se disparan los registros abre la ventana y en cuanto desciendan, puede volver a cerrar», explica el profesor.
Sin embargo, lamenta que en los centros escolares no suelan tenerlo. «A partir de 2007, que es cuando sale el reglamento, se obliga a los centros a tener una serie de características térmicas, pero todos los edificios anteriores a esa fecha no las tienen», detalla.
Este docente es consciente de que no se podrá actuar lo mismo en Málaga que en Ronda. 'Es evidente que la temperatura media que se registra en una ciudad y otra es muy diferente conforme va entrando el invierno, pero está claro que éste es un factor muy importante que habrá que tener en cuenta, o bien, ventilando, y me consta que hay centros donde los alumnos van ya con pequeñas mantitas, o bien, con mecanismos de filtrado de aire».
Asegura que en aquellos sitios donde las condiciones sean adversas, habrá que combinar la ventilación con la filtración, con filtros HEPA. Estos retienen las partículas del aire, también los aerosoles y, por tanto, pueden reducir la posible carga viral que haya en el ambiente cerrado. ¿Problema? Su precio ronda los 200 euros y nunca serán tan efectivos para la renovación del aire como abrir las ventanas de par en par.
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