Una sesión (demasiado) corta pero con grupos de calidad

La primera agrupación de la noche llega desde Rute y ya se ha convertido por méritos propios en una de las habituales en el concurso de Málaga. Los murguistas se presentan en el Polo Norte, hasta donde se han tenido que ir para encontrar trabajo. A pesar de venir de fuera de la provincia, el grupo demuestra su amor por la ciudad al cantar un repertorio local con numerosas referencias al alcalde o al parque acuático de Torremolinos. Sus pasodobles son para piropear a Málaga y para abordar el drama de la inmigración; y sus cuplés para hablar del reciclaje que realizan los malagueños y para una anécdota picantona con su pareja, que es esquimal.

La comparsa de Ronda aporta elegancia al concurso. Desde su vistoso tipo hasta su música, sus voces y su repertorio son una sinfonía perfecta que no debería volver a faltar en Málaga. Estos habitantes del fondo del mar explican que en donde ellos viven «la vida es sencilla y el ruido de la ciudad desaparece en la orilla junto al odio y la maldad». Sus pasodobles son para abordar el drama de la inmigración y para denunciar los casos de pederastia que se han vivido en la Iglesia –«Padre, si estás en los cielos baja y ve limpiando desde el Vaticano a estos tiranos»–, reclaman.

Estos pobres murguistas obesos iban de viaje a Eurodisney para disfrutar en verano pero terminan en el Campamento de Adelgazamiento Infantil (CAI) para perder peso. Sus pasodobles son para reivindicar que el verdadero carnaval es el de la calle («contigo estaré hasta que me muera») y defender los valores que esconde la bandera andaluza. Cuplés para hablar de una corta relación amorosa del sargento que dirige el campamento y para una preparación de arroz un tanto especial con reseña final al alcalde. En el popurrí siguen contando cómo era su vida hasta llegar a este lugar de entrenamiento tan estricto en donde no les dejan comer. «Málaga ya soy libre para decirte que te quiero otro añito más», concluyen.

Los comparsistas de Marbella montan en el teatro de la ESAD un circo horroroso, un carromato horrible con artistas de mediopelo que se me asemeja en parte a The Greatest Showman. Comienzan con un bello pasodoble de amor para dos hermanos gemelos que se quieren desde antes de venir a este mundo y rematan la tanda con un alegado en contra de los excesos de la Iglesia, los casos de pederastia y el drama de los bebés robados cuando el único castigo es el cambio de parroquia. Letra escrita con suma delicadeza. Para los cuplés abordan las reiteradas llamadas de los teleoperadores sudamericanos de telefonía y cantan sobre una nueva televisión que se han comprado para ver el carnaval. «Así que mira al espejo e intenta verte por dentro que hay sitio para otro monstruo dentro de mi carromato (...) que la vida es puto teatro», se despiden estos comparsistas con todo el teatro en pie.