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Un fotograma de 'Última noche en el Soho'.
Adorados monstruos

Adorados monstruos

32 semana de cine de terror de San Sebastián ·

El evento donostiarra se ha celebrado con el aforo a todo trapo y muchas ganas ofreciendo una programación variada que ha disfrutado su audiencia habitual

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Lunes, 8 de noviembre 2021

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No ha habido palomitas este año en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, luego no ha vuelto del todo esa normalidad que tanto cacarean algunas mentes aviesas que apuestan por perpetuar lo de siempre, lo de antes, pero más aburrido. Ya desapareció el ambiente del bar, el poder fumar y compartir bebidas espirituosas, entre película y película, o durante la proyección, hiriendo de gravedad el espíritu del magno evento donostiarra, cuya ilusión se mantiene gracias al esfuerzo de su director, Josemi Beltrán, y un equipo volcado ante la adversidad. La sombra de Sitges es cada vez más alargada, cuesta contar con material inédito en la parrilla que no haya pasado por el festival catalán, pero siempre hay un resquicio de esperanza para que su personalidad se mantenga. La audiencia habitual, envejecida a su pesar, sigue entregada a la causa, aunque se nota, visto el palmarés, cierta animadversión al cine verdaderamente subterráneo que marcó una época. El blockbuster mató a la estrella del underground. ¿Dónde quedaron aquellas bizarradas que se aplaudían hasta que nos sangraban las palmas de la mano? Vitoreadas tan irracionalmente como emocionalmente, son ninguneadas a la hora de elegir lo mejor del certamen. El sobrevalorado premio del público ha recaído este año en 'Última noche en el Soho', una producción generosa que no necesita este tipo de galardones para promocionarse y arrasar en la taquilla. Cierto es que en el país de los ciegos el tuerto es el rey, no había mucho donde elegir, pero mucho hacerse el punk gritando barbaridades en los pases para recoger después cable cuando toca pronunciarse con la papeleta del voto. Como en las puntuaciones a filmes que pululan en las redes, en páginas de cabecera como Filmaffinity, la democracia online carece de criterio. O esa parece. La masa es la masa y lo último de Edgar Wright es tan espectacular como tramposo. Consigue engatusar al espectador entregado, multiplicando por mil lo mejor y lo peor de Hitchcock. Ellas, las protagonistas, están maravillosas, pero el desenlace, harto previsible, deja bastante que desear, incluso bajo el prisma de la perspectiva de género, lo que no quita que el show sea arrebatador y merezca ser degustado (a poder ser en pantalla grande).

Un fotograma de 'Mi adorado Monster'.
Un fotograma de 'Mi adorado Monster'.

Lo más destacable de la Semana de este año ha sido una película pequeña que no pudo verse en Sitges, 'Mi adorado Monster', de Víctor Matellano, un canto de amor absoluto al fan del cine de género a través de la mirada de Arturo de Bobadilla, un personaje esencial para entender la fiebre incombustible por el fantaterror. El documental repasa las tribulaciones de este cineasta maldito que tardó más de veinte años en acabar su ópera prima, 'Los resucitados', con actores como Santiago Segura, Paul Naschy o Manuel Tallafé. Las confesiones de este último, que actúa como hilo conductor, aportan un toque cómico a la historia de una tragedia personal. Donosti era el marco ideal para estrenar esta sentida propuesta, muy bien hilada, que llega al corazón y significa, a la postre, el retrato de una época y una exploración emocional de los márgenes del fantástico nacional. Entre las personalidades que aportan su testimonio oral está Álex de la Iglesia, que inauguró el festival con el pase de la alocada 'Veneciafrenia', a la que siguieron la recomendable 'Más allá de los dos minutos infinitos', la interesante 'Censor' y la tremebunda 'Demonic'. Llamó la atención la visceral 'The Sadness', una de las apuestas que más dio de qué hablar en los corrillos de Sitges, por su brutalidad e imágenes explícitas.

Gore y postureo

Incomprensible que el amado festival terrorífico a los pies de La Concha clausurase su reciente edición con la película de inauguró Sitges, como si se cerrase un ciclo: la vacua 'Mona Lisa and de Blood Moon', o cómo el cine y el postureo siguen funcionando en algunos círculos cinéfilos, que no cinéfagos. Las películas de animación destacaron, con la fascinante 'Belle', visualmente incontestable, o la enfermiza 'Cryptozoo' luciendo por méritos propios entre mucho quiero y no puedo. Aburrió sobremanera al personal reunido en el patio de butacas del Teatro Principal, centro neurálgico del festival, 'Dead & Beautiful', la arrítmica historia de unos pijos que no saben qué hacer con sus vidas. Si la idea era contagiar su tedio al público, ¡prueba conseguida! Funcionaron bastante mejor los capítulos de 'Historias para no dormir', bien elegidos, 'Freddy' y 'El asfalto', mientras 'Prisoners of the Ghostland' fue una de las grandes decepciones del evento. Nicolas Cage no está a la altura de sí mismo en un cruce desvencijado de tics del subgénero apocalíptico. Divirtió 'Apps', una antología de cortos con el sello chileno con bastante hemoglobina de por medio, así como la viscosa 'The Seed'. Uno de los mejores pases, infalible, fue el de un clásico absoluto, 'La cabina', de Antonio Mercero, pieza maestra homenajeada en el cartel de este año con el protagonismo del inefable Carlos Areces.

Un fotograma de 'Belle'.
Un fotograma de 'Belle'.

La española 'La pasajera' pretende remitir a 'Hidden: Lo oculto', la cult-movie de Jack Sholder, pero le pega más la etiqueta de Troma cañí. Se siente orgullosa de no pasar el test de Bechdel, lo que la sitúa en un terreno resbaladizo del que no sale airosa. 'The Deep House', la historia de fantasmas bajo el agua pergeñada por los responsables de la bestial 'Al interior', cumplió con el expediente, interesando más al personal por su apartado técnico que por su resultado final. Una buena idea, una casa encantada bajo el mar, exprimida con poca fuerza, aunque cuenta con algunos momentos submarinos realmente escalofriantes. A modo de conclusión, recomendar las exposiciones disponibles este año entre las actividades paralelas de la Semana, entre ellas un homenaje a un ilustrador excepcional, Sanjulián, que estará abierta hasta este 13 de noviembre en la sala Okendo de San Sebastián. Un viaje hipnótico por el fantástico a través de un centenar de obras de este artista inigualable. Una pena que la mayoría no sean planchas originales, pero es lo que toca en la era digital. Otra muestra curiosa es la dedicada a Simonides, alias de Ernesto Murillo, cuyas pinturas surrealistas lucen en las paredes de Tabakalera. Una edición intensa, un paso adelante hacia la supuesta normalidad. La Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián sigue alimentando buenas vibraciones para el gusto -y mal gusto- de su público potencial. ¡Larga vida!

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