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Juan Gámez tiene 65 años y ha trabajado en la agricultura.
Juan Gámez: «Queremos que la ONU reconozca a la viña moscatel de la Axarquía como sistema agrícola ingenioso»

Juan Gámez: «Queremos que la ONU reconozca a la viña moscatel de la Axarquía como sistema agrícola ingenioso»

El presidente de la Asociación Moscatel Axarquía, agricultor jubilado, promueve un colectivo que pretende crear rutas turísticas por los lagares y abrir un museo dedicado a la uva, el vino y las pasas

Eugenio Cabezas

Martes, 16 de agosto 2016, 01:45

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Juan Gámez nació en Almáchar hace 65 años. Ha sido agricultor dedicado a la viña, aunque se jubiló como empleado en una empresa pública de la Junta de Andalucía. Desde el pasado verano es el presidente de la Asociación Moscatel de la Axarquía, un colectivo nacido con el objetivo de poner en valor los oficios, la cultura y la economía que rodean a los cultivos de viñas de la variedad moscatel de Alejandría, que se concentran en el interior de la comarca de la Axarquía.

¿Cómo surge la idea de crear una asociación sobre la uva moscatel?

Un grupo de amigos con inquietudes y amor por nuestro pueblo decidimos ponerla en marcha. Lo hicimos contactando en primer lugar con las asociaciones locales de todo tipo, hasta 17. Luego sumamos también el apoyo entusiasta e incondicional de la cooperativa de pasas Santo Cristo de la Banda Verde, que nos ha cedido incluso una antigua vivienda en el centro del pueblo para poder abrir allí un gran museo, con más de 500 metros cuadrados, dedicado a la vid.

¿Cómo está la situación de este cultivo en la Axarquía?

Lamentablemente, cada vez está retrocediendo más, porque la gente no quiere trabajar en un oficio tan duro y tan poco rentable a la vez. Si en 1980 podía haber 13.000 hectáreas, ahora apenas hay 3.000. Es una verdadera pena, pero es que en pueblos del interior, como Almáchar, El Borge, Iznate, Moclinejo, Cútar, Cómpeta o Sayalonga, no se puede cultivar otra cosa, porque no hay agua. Que crezcan las viñas y den frutos es algo milagroso, porque la tierra es muy dura, muy pizarrosa.

¿Qué previsiones de cosecha tienen para este año?

Las perspectivas son mucho mejores que el año pasado, porque no está haciendo tanto calor. Dar una cifra es complicado, pero pueden recolectarse más de 4.000 toneladas, de las que el 40% se destinan a vino, otro 40% se venden en fresco y el 20% restante se destinan a pasas. En cuanto a los precios, varían mucho y aún estamos a la expectativa, porque la vendimia está empezando en la mayoría de los pueblos. Calculamos que el precio del kilo en fresco estará rondando el euro, mientras que las pasas el año pasado se vendieron a 3,7 euros el kilo las de categoría extra y a 3 euros el kilo las de segunda categoría.

¿Qué objetivos persigue la asociación y qué plazos se marcan para conseguirlos?

Lo primero en lo que estamos trabajando es el expediente para conseguir la declaración como Sistema Ingenioso del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) por parte de la FAO, que es el organismo de la ONU para la alimentación. Seríamos el primer cultivo de España que tiene este reconocimiento, que supondría un espaldarazo muy importante para el sector, que da empleo a más de 2.500 familias. En Europa sólo hay una zona que lo tiene, la región de Sorrento, en Italia, por unas plantaciones de limones en jardines. Además queremos poner en marcha rutas turísticas por los viejos lagares y las fincas de viñas.

¿Qué diferencia a la vid moscatel?

Los valores naturales, económicos, culturales e históricos son indiscutibles. Hablamos de unos cultivos que no han variado nada en siglos, porque todas las labores tienen que hacerse a mano, debido a lo escarpado y a las enormes pendientes del terreno, de hasta el 70%. La viñas tienen que cuidarse mucho y luego cuando se recogen los racimos, durante la vendimia, ocurre exactamente igual.

¿Por qué cree que se ha perdido tanta superficie de cultivo?

Precisamente por eso, por lo duro que es y lo poco rentable que resulta. Pero es que la gente en estos pueblos no tiene otra cosa, sobre todo tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. En los años noventa y dos mil, muchos jóvenes las abandonaron para irse a trabajar en la obra, pero ya hace más de cinco años que están volviendo. Se han plantado más de 70.000 viñas, en su mayoría para renovar cepas que eran demasiado viejas.

¿Cree que los subtropicales son una dura competencia?

No, porque realmente aquí no se puede cultivar otra cosa. Hay gente valiente que está buscando agua con pozos propios y sembrando mangos, pero en el interior y en los pueblos altos de la Axarquía son muy pocos los que lo consiguen. Los zahoríes tienen mucho trabajo pero casi siempre se equivocan y ahora con la sequía que llevamos todavía más.

¿Han descendido también las ayudas asociadas a la Política Agraria Comunitaria para la vid?

Sí, entre un 30 y un 40%. Esto es otro problema, porque antes con las ayudas podías ir tirando y era más o menos rentable, pero es que ahora ya casi no trae cuenta trabajar las viñas. Si lo hacemos es porque no hay otra cosa y por amor a la tradición.

¿Hacia dónde tiene que ir el futuro para que la vid se mantenga?

Enfocado a la calidad y a la innovación. Si la producción es cada vez menor de pasas, hay que ofrecerlas en envases de calidad, que capten la atención, porque el producto en sí es de una calidad extraordinaria. Es lo que está pasando, por ejemplo, con los vinos, que cada vez se están haciendo mejores caldos, con bodegas como Jorge Ordóñez o Dimobe, por citar sólo dos ejemplos, que son toda una referencia en Málaga.

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