Emilio Bandera: «He llegado a estar diez años sin salir de casa»
Salud mental ·
El malagueño pasó una infancia complicada y una adolescencia que desembocó en una fuerte crisis hasta que conoció a Afenes: «Llegaron las ganas de vivir porque creían en mí»Cristina Pinto
Lunes, 6 de marzo 2023, 00:01

Esto no es una entrevista. Es mucho más que eso. Esto es una persona desnudándose el alma para contar desde lo más profundo del dolor. ... Y desde la verdad, que es lo más importante que puede tener el ser humano. Emilio Bandera la tiene y la cuenta en esta conversación con SUR, en la que recuerda desde su infancia entre el barrio Tiro de Pichón y calle la Unión, su adolescencia rebelde que le llevó a vivir un tiempo en la calle, los años que estuvo sin salir de casa y su posterior recuperación tras conocer a Afenes (Asociación de familiares y personas con enfermedad mental). «Pensaba que lo que yo tenía iba a ser para todo la vida y no es así, la recuperación es posible», apunta Emilio antes de empezar a contar toda su verdad.
Tiene 41 años y recuerda una infancia «complicada» por parte de su familia. «Nosotros somos tres hermanos varones y teníamos un padre muy autoritario, él tenía unas expectativas en mí que yo no cumplí. Y yo era muy rebelde y cabezota... A cada contestón, bofetada. Así era», confiesa el malagueño. «No conocía lo que era ir a jugar al fútbol con mis colegas, hasta que no llegué al instituto no hice amigos», recuerda. Esa adolescencia a la que se refiere Emilio la pasó entre el IES Salvador Rueda y el trabajo que tenía en la empresa de su padre: «Tuve amistades adecuadas y otras que no, tenía unos 16 y 17 años y lo que buscaba era romper con todo, me estaba marcando un personaje mostrando una valentía que no siempre tenía, cuando me querían dar un abrazo lo rechazaba, para mí llorar era imposible... Pero porque me lo quedaba todo para mí, no hablaba con nadie del tema, tenía muy poca gestión emocional», reconoce Emilio cuando habla de su etapa de adolescente.
«Llegué a tomar todo tipo de drogas... No conocía lo que me pasaba y quería pertenecer a un grupo»
Dejó el instituto y empezó a tomar «una mala vida y unas malas decisiones». Al recordar esta dura parte, los ojos brillosos de Emilio anuncian que esta es una de las verdades que más le duelen: «Llegué a tomar de todo tipo de drogas, he probado de todas las sustancias... No conocía lo que me pasaba, no tenía nadie que me apoyase, había falta de confianza y quería pertenecer a un grupo, que alguien me diese su amistad. Y caí en eso, estuve consumiendo desde los 17 hasta los 24 años». Seguía trabajando como electricista y albañil en la empresa de su padre, pero cada vez se le hacía más complicado: «Yo trabajaba pero siendo adicto, ahí sí que mis padres intentaron ayudarme porque sabían que el consumo me estaba haciendo daño, aunque no sabían abordarlo», explica Emilio.
Viviendo en la calle
«Pero lo dejé por mi cuenta, por cabezota», señala antes de un silencio de unos segundos que continúa con: «Porque estuve a punto de morir de sobredosis, fue muy fuerte. Un día trabajando me dio y me tuve que ir al hospital: 'Poco más y no llegas', me dijeron. Yo consumía constantemente, desde por la mañana hasta por la noche», admite. Y en ese momento dejó las drogas, pero volvieron nuevos miedos: «Ahí fue cuando llegó la parte más complicada, yo no sabía lo que era vivir. No sabía estar en casa, cuando dejé la droga estaba vacío, sentía que no tenía nada y que estaba solo», recuerda. «Llegué a vivir unos meses en la calle y ahí se pasa chungo, aprendí a valorar las pequeñas cosas como una sonrisa, un abrazo, una ducha, una cama... En la calle he visto muchas cosas, me han puesto cuchillos encima, pistolas en el pecho...», confiesa.
Y volvió a casa. «He llegado a estar diez años sin salir de casa y llegué a pesar 150 kilos», comienza Emilio a contar otra de sus verdades más complicadas: «Mi familia y yo desconocíamos el mundo de la salud mental y fuimos a los médicos, pero me fueron mandando todos los tipos de pastillas; llegué a tomar 15 diarias. Yo no era capaz de salir a la calle, tenía un miedo horrible, me bloqueaba, me escondía a llorar en un rincón, tenía pensamientos obsesivos de que pasaría algo malo...». Necesitaba alguien que se parase a escucharle, pero solo escuchaba el sonido del teclado para recetarle más pastillas: «Nadie me escuchaba, solo anotaban cosas en el ordenador y yo necesitaba contar, pero no podía», detalla.
«Me preguntaba constantemente que si estaba loco... Pensé muchas veces en el suicidio y lo intenté dos veces»
Le reconocieron el 65% de discapacidad y recuerda que esa noche no paró de llorar. «Para mi familia fue un alivio, pero para mí todos los miedos que tenía desde pequeño se acababan de hacer realidad: eso de ser diferente y ser raro ya era verdad, lo ponía en un papel. Me preguntaba constantemente: '¿Qué pasa? ¿Estoy loco?' Eso nadie te lo explica», señala Emilio Bandera. En esos años que estuvo en casa recuerda ir del psiquiatra al psicólogo y así siempre: «Llegaron a hacerme cinco diagnósticos distintos, yo tengo cinco 'etiquetas': trastorno límite de la personalidad, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno alimenticio, agorafobia con crisis de pánico y depresión crónica, incluso también llegaron a decirme al principio que tenía esquizofrenia». Y esas crisis desembocaron en dos intentos de quitarse la vida: «Pensé muchas veces en el suicidio y lo quise hacer dos veces, por suerte no funcionó», agradece ahora con una sonrisa.
Cuando se sintió escuchado
Durante ese tiempo en casa, un familiar le recomendó visitar Afenes y él llegó allí en 2016 con un ataque de ansiedad y con mucho miedo: «Pero tuve una acogida que no había visto en mi vida. Me atendió David –que ahora es mi compañero– y me sentó, me dijo que hablara y sentí esa cercanía que no había sentido nunca. Llegaron a mí las ganas de vivir porque sentí que había personas que creían en mí e hice cosas que no hacía desde jovencito», recuerda la escena aún emocionado. Justo en ese tiempo que Emilio Bandera decidió empezar a recuperarse y salir de casa, su padre se suicidó: «Me hubiera encantado que hubiera sabido que estaba retomando mi vida, pero nunca lo supo. En ese momento me acordé de la frase que me decía: 'Tú no estás loco, tú sientes cosas como sentimos todos y vales mucho. Con esas manos vas a construir mucho, no estás loco'», reproduce las palabras de su padre con los ojos brillosos.
«La vida es una maestra porque lo que he vivido ahora está sirviendo para ayudar a otras personas»
En Afenes le escucharon, le entendieron, creyeron en él y conoció a su pareja, con la que aún sigue viviendo enamorado. «Me ha aportado valentía», señala. Ahora Emilio Bandera trabaja como técnico de Afenes ayudando a las personas que llegan con su experiencia en primera persona: «Se me saltan las lágrimas porque tengo que decir que la vida es una maestra, que lo que he vivido ahora está sirviendo para ayudar y acompañar a otras personas. Porque siempre que se sienta alguien delante de ti tienes mucho que aprender». Pues cuando Emilio Bandera se sienta delante, hay mucho que aprender de la vida. Y de la verdad.
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