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Las voluntarias Auxiliadora Romero y María Baena escuchan a una de las residentes de Los Milagros mientras toca el órgano.
Aliados contra la soledad

Aliados contra la soledad

Voluntarios de Cruz Roja acompañan a personas mayores en su hogar o en residencias

Amanda Salazar

Domingo, 16 de abril 2017, 23:42

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La tarde del jueves es el momento de la semana más esperado por los ancianos de la residencia de Rincón de la Victoria Los Milagros. Ese día tienen programada la actividad estrella: el bingo. Y también es cuando les visitan dos voluntarias de Cruz Roja, dentro del programa de acompañamiento a personas mayores de la entidad, que realiza esta labor tanto en hogares como en centros geriátricos. Auxiliadora Romero actualmente en el desempleo y María Baena vendedora de prensa ya jubilada se encargan de ayudar a los mayores a no pederse el juego, mientras que una de las residentes, Conchita, canta los números, que se proyectan en una pantalla para que los que no escuchan muy bien puedan verlos.

La experiencia es gratificante para todos. «Son un encanto», comenta Irma, una de las residentes, que fue maestra durante 40 años en Argentina y aún conserva el gusto por la música, deleitando a sus compañeros cada mañana con canciones que toca en el órgano como Clavelito y tangos. «Nosotras venimos sobre todo para escucharles, porque aunque tengan familia, muchas veces por falta de tiempo no pueden hablar todo lo que quieren», dice María. «Intentamos sacarles de su rutina y hacerles recordar historias o incluso recetas de cocina para que ejerciten la memoria», señala Auxiliadora. «Para la residencia supone un apoyo importante porque podemos dedicarle ese tiempo que vienen las voluntarias a otros ancianos que no quieren salir de sus habitaciones», añade Arminda Albarracín, psicóloga del centro.

Según la última encuesta continua de hogares del Instituto Nacional de Estadística publicada hace unos días, en solo un año el número de personas mayores de 65 años que viven solas en España ha crecido un 4%, con unas 79.600 más. El 39,6% de las mujeres mayores de 85 años vivían solas, frente al 25,9% de los hombres. La Fundación Amigos de los Mayores llama la atención sobre este dato y señala que «el 60% de las personas mayores que viven solas han expresado tener sentimientos de soledad y aislamiento». En este contexto, el apoyo de las ONG se está convirtiendo en un pilar indispensable.

Más de 3.700 personas mayores reciben ayuda por parte de Cruz Roja Málaga, que cuenta con 583 voluntarios para los diferentes programas de acompañamiento, prevención y envejecimiento activo que desarrolla en la provincia, entre los que destacan las intervenciones de acompañamiento domiciliario y otro complementario para citas médicas o gestiones burocráticas para las que los mayores requieren ayuda. «Estamos en contacto directo con los servicios sociales, que son los que muchas veces nos derivan a las personas mayores», explica Isabel Páez, responsable del Programa de Mayores del organismo que es, junto a Fundación Harena que atiende a 3.200 ancianos con su proyecto de acompañamiento, la ONG más involucrada en la provincia con los ancianos.

Una línea amiga para aferrarse a la vida

  • El Teléfono de la Esperanza se ha convertido en un apoyo para muchas personas mayores que, por su situación anímica o por la imposibilidad física de salir de sus casas, encuentran al otro lado de la línea una voz amiga. La soledad es uno de los problemas que más les afecta, tal y como explica Ana Manrique, psicóloga de esta ONG. Según datos de la entidad, de las 5.688 personas atendidas en 2016, cerca del 20% tenía más de 56 años. «Son personas que sufren cuadros de ansiedad o depresión, fundamentalmente porque se encuentran solas, pero también porque carecen de una relación fluida y adecuada con sus familiares habitualmente sus hijos o porque tienen la sensación de que no son útiles», añade. Curiosamente, asegura Manrique, la enfermedad no es tanto un problema para ellos, la aceptan e incluso buscan mecanismos para paliarla. Pero el no poder hablar con nadie les pesa. Por eso, el Teléfono de la Esperanza establece distintas herramientas para tratar de que recuperen las ganas de vivir. Escucharles es el primer paso. Después, que recuperen rutinas saludables y volver a implicarse con el entorno. «Los nietos son el mejor gancho para ello», dice. En último lugar y en función de la edad, se les recomiendan clases o talleres en los que puedan conocer a personas de su misma edad.

Marina Márquez, voluntaria de Cruz Roja desde hace cinco años. Se quedó en el desempleo y decidió invertir ese tiempo en ayudar a los demás. Esta administrativa de profesión de 51 años ha realizado diferentes labores dentro de la ONG, pero desde el principio tenía muy claro que quería hacer el acompañamiento con mayores.

«Cuando entré en Cruz Roja me di cuenta de que lo que más les pesaba no eran tanto las enfermedades o sus circunstancias, sino la soledad», señala. Así conoció a María Antonia Sánchez (67 años), a la que acompaña desde hace un año y medio. «Yo ya había estado con otra señora antes, pero me había desvinculado del programa porque volví a encontrar trabajo; sin embargo, me llamaron de la entidad para hablarme de Toñi, porque buscaban un perfil de voluntaria parecido al mío, y decidí aceptar», explica. Pasan juntas una tarde a la semana. Siempre quedan en la casa de María Antonia, pero aprovechan para salir a la calle a hacer gestiones o a la biblioteca, aunque algunas veces también van a visitar algún museo. «Yo pedí a Cruz Roja que, dentro de lo que cabe, me buscasen a una voluntaria que no se dedicase a ver programas del corazón», señala. Y parece que han dado con la persona ideal. «Nos gusta la música y la cultura; compartimos muchas cosas y hemos encajado muy bien», seña Marina.

María Antonia padece desde niña esclerosis lateral amiotrófica (ELA), enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular. A pesar de su delicado estado de salud y de sus circunstancias familiares de joven tuvo que cambiar mucho de lugar de residencia por el trabajo de su padre, esta granadina terminó sus estudios gracias a su «carácter fuerte y disciplina férrea». «Tardé más que la mayoría, pero conseguí mi propósito», señala esta funcionaria prejubilada.

Sin embargo, el mundo se le echó encima cuando hace unos años perdió a su madre. «Me vi completamente sola», señala al tiempo que recuerda una época muy difícil de su vida. Le coincidió el duelo con la prejubilación y asegura que se acostaba y se despertaba llorando. Su primera tabla de salvación fue el Teléfono de la Esperanza. Allí, un psicólogo le dijo que tenía que establecer apoyos en su entorno. Fue así como llegó al programa de acompañamiento de Cruz Roja. Y Marina se ha convertido en una de sus mejores aliadas.

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