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La abeja y el enjambre
TRIBUNA

La abeja y el enjambre

FEDERICO J.C.-SORIGUER ESCOFET

Jueves, 26 de noviembre 2009, 02:42

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HACE unos meses un banquero se hizo famoso por su pensión de tres millones de euros. En una televisión privada que tiene a la economía por lema, un periodista habitual se puso hecho una furia cuando uno de los asistentes a la tertulia criticó a ese banquero. Decía aquel periodista que una empresa privada puede hacer lo que quiera con su dinero y que el valor social de su trabajo era incalculable. Su vehemencia, su seguridad, también su agresividad llegaron a intimidar al resto de los contertulios y, desde luego a mí, que cambié de canal.

En 1922 Santiago Ramón y Cajal se jubiló como catedrático. Con este motivo numerosas personas e instituciones decidieron organizar un gran homenaje. En el Parlamento, el diputado Julián van Baumberghen pidió que se le asignase una pensión de veinticinco mil pesetas anuales. El portavoz del Gobierno, conde de Bugallal, dijo que tal acuerdo sentaría un peligroso precedente. ¡Un científico con pensión¡. Y la mayoría de los diputados rechazaron la propuesta. Esta decisión generó un gran debate social que fue zanjada por el propio Cajal con una carta abierta al periódico que tituló , en la que rechazó de manera terminante todo tipo de privilegio económico y cedió al Laboratorio de Investigaciones Biológicas cualquier dinero procedente de los homenajes. No era la primera vez que adoptaba semejante posición y en otro lugar se ha contado la pulcritud con la que D.Santiago miraba el dinero público... ¿Cuál ha sido el valor social de la obra de D. Santiago comparada con la de este banquero cuyo nombre no recuerdo?. Me gustaría poder preguntárselo a aquel periodista. D. Santiago se consideraba un «modesto obrero de la biología».

¿Cuál es el valor social de todos aquellos que, hoy, sin ser como D. Santiago, también al igual que él se sienten modestos obreros de la medicina, de la química o de la ciencia en general? O modestos obreros sin más. La cuestión es que en nuestro país ciertas clases dirigentes, que se reclaman como los únicos representantes del liberalismo siguen teniendo de sí mismas una visión tan elitista que no tienen empacho en justificar la figura de uno de los suyos como persona admirable, cerebro privilegiado, al tiempo que siguen negando esas veinticinco mil pesetas a todos los cajales de nuestra sociedad. Lo sorprendente es que todas las evidencias empíricas de los últimos tiempos demuestren que, por el contrario, son una especie de la que hay que protegerse pues si algo nos han demostrado es su incompetencia como clase, su insolidaridad como ciudadanos pero sobre todo su nula capacidad profética que es el bien más preciado de la inteligencia.

Lo sorprendente y lo preocupante es que ya se nos está olvidando cómo y por quién comenzó esta crisis que ahora pagamos todos a través de esos estados tan ninguneados por aquellos banqueros y por estos periodistas. Merecen más indulgencia los rateros de poca monta que estos caballeros cogidos 'in fraganti' y que ahora pasado ya el primer susto, de nuevo, insolentemente hacen pública exhibición de su estatus adjudicando sin rubor una pensión de tres millones de euros a un banquero cuyo nombre sigo sin recordar. D.Santiago renunció a 25.000 pesetas. ¿Lo hará también el banquero?. Desde luego que no. D. Santiago, al contrario que este banquero era un hombre digno y sabio. Este es solo rico. En las tertulias, en los medios, los energúmenos imponen a gritos sus tesis. ¿Dónde está la inteligencia? ¿Quién ha hecho este país? No desde luego aquel banquero sino gentes como D. Santiago, que supo rechazar con dignidad la pensión que le regateaban unos parlamentarios ignorantes.

Son todos los anónimos los que nos han traído hasta aquí mientras los demás se dedicaban a otras cosas. Son ellos los que han estado a la altura de las circunstancias mientras algunos señorítos se jugaban los beneficios de las cosechas en sus juergas, los constructores invertían el dinero negro en mejor es no preguntar donde, los políticos en el famoso juego de las identidades perdidas y los banqueros alternaban con los dioses empinados sobre los hombros de periodistas como el arriba citado. Por eso no hay que dar ni un paso atrás en determinadas conquistas sociales.

Y ahora volvemos a hablar de la ciencia de cuya histórica dejación estábamos comenzando a salir. Joan Guinovar presidente de la Confederación de Sociedades Científicas de España lo ha dicho muy gráficamente: la reducción del presupuesto en ciencia supone un riesgo muy importante que puede ser solucionado con el equivalente a tres Cristianos Ronaldos, o, añado yo ahora, con el de unas cuantas pensiones de este banquero de cuyo nombre no quiero acordarme. Pero sí que recuerdo, de nuevo, un chiste de Mingote en el que sus habituales personajes decían algo así como que en España no se investiga porque los que tenían que investigar estaban discutiendo porque en España no se investiga. En el ABC del pasado 2 de Octubre una nueva viñeta de Mingote con sus mismos personajes decía: «El investigador español se dedica mayormente a investigar qué país será el más conveniente para largarse a seguir investigando». ¿Será posible que treinta años, que es el tiempo pasado desde el primer chiste de Mingote, no hayan servido para nada.?. Desde luego no se lo preguntaré al banquero cuyo nombre definitivamente he decido que no merece la pena recordar, ni tampoco a sus colegas. Pues podía suceder que se les ocurriera alguna idea.

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