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ANTONIO ROCHE
Domingo, 6 de septiembre 2009, 13:40
La corrida goyesca de Ronda hay que analizarla en el contexto de un acontecimiento social y festivo, donde el triunfalismo de los tendidos y del presidente es necesario para mantener este tradicional festejo, que ayer cumplía su 53 edición. Si quitamos eso y diseccionamos lo estrictamente taurino, nos quedamos con una gran faena de Cayetano al sexto de la tarde y el valor y firmeza de Miguel Ángel Perera en el quinto y en el sobrero que regaló. Lo demás, prácticamente, sobró.
Los toros de Luis Algarra estuvieron bien presentados, teniendo en cuenta que Ronda es plaza de tercera, aunque los precios de la localidades sean de primera especial. Los astados no fueron aptos para el lucimiento, y el que metía la cabeza en la franela con nobleza y hasta con dulzura no transmitía.
Cayetano se llevó el mejor toro del encierro, el único que se empleó en el caballo. Tampoco fue malo el primero, que le correspondió a Manzanares, pero el animal fue tan tontorrón que no transmitió.
La tarde se pudo dar por buena con esa faena de Cayetano al sexto, al que le cortó dos orejas. Aunque una de ellas debió de compartir con el trompeta solista de la banda municipal de Los Barrios en el pasodoble 'La Concha Flamenca'. Música y toreo para escribir una bella página en la historia de esta goyesca. «¡Viva la casta de los Ordóñez!», exclamó desde el palco 3 el 'ordoñista' Antonio Hidalgo.
Brindis a la modelo
Cayetano, que le brindó este toro a la modelo Eva González, con la que se le relaciona sentimentalmente, puso el vello de punta toreando con la mano izquierda. Y las dos tandas con la derecha fueron extraordinarias. Aquí entró en escena ese pasodoble al que nos referíamos anteriormente para acompañar una faena llena de torería, rematada con unos ayudados por alto con muchísimo empaque. Como la obra la culminó de una gran estocada, cortó dos orejas de verdad, de esas que puede cortar en una plaza de primera. Muchos creíamos que el presidente le iba a conceder el rabo tras regalarle a Manzanares la segunda oreja en el cuarto.
En su primero, Cayetano logró también un apéndice. Lo lanceó con una rodilla en tierra, en homenaje a su abuelo. Estuvo bien con el capote y el inicio de muleta fue muy torero, pero se topó con un toro sin clase que a le prendió con la pala del pitón. Lo pasaportó de una estocada algo desprendida y se le concedió una oreja.
Seguridad y firmeza
Con un estilo muy distinto al de Cayetano, Miguel Ángel Perera también hizo dos buenas faenas, cargadas de valor, seguridad, poderío y firmeza. Con este torero no hay quien pueda. Tiene raza y deseos siempre de agradar al que ha pagado una entrada.
Al quinto lo dejó sin picar para que tuviera motor al inicio de la muleta con los dos pases cambiados por la espalda. Le dejó la franela puesta en la cara y ligó una serie vibrante con la derecha. El toro ni tenía clase ni proyectaba emoción, y se rajó después de desarmar al extremeño. Perera aguantó los parones a medio recorrido y los pitones acariciaban los muslos en un alarde de valor sereno y consciente. En ese arrimón sonó un aviso y dejó una estocada trasera. Hubo fuerte petición, pero el presidente no atendió. A punto estuvo de provocar un altercado de orden público. Perera dio dos apoteósicas vueltas al anillo.
El diestro extremeño quiso quitarse esa espina que le impedía salir por la puerta grande y pidió el sobrero, un morlaco que entró cruzado en los capotes en tres ocasiones y llegaba a la muleta dando cabezazos. Con tan pésimo material, Miguel Ángel Perera esculpió una obra de poderío, firmeza y valor. El toro entraba a regañadientes y movía la cabeza para ver qué se podía llevar para adelante. En algunos muletazos el «¡Uy!» se impuso al pasodoble 'Puerta grande'. Remató su labor con apretadísimas bernardinas y a pesar de pinchar y dejar dilatar la agonía del animal, cortó las dos orejas.
En su primero se lució en un quite por tafalleras ligadas en la misma serie con gaoneras. Brindó a Francisco Rivera Ordóñez un toro que le pudo costar una cornada: cayó derribado por los cuartos traseros y el propio torero se hizo el quite desde el suelo y al segundo envite, el milagroso capote de Joselito Gutiérrez apareció para quitarle los pitones del cuerpo. Perera asentó las zapatillas en el ruedo y trazó una faena firme ante la embestida incierta del burel. Mató de estocada de efectos fulminantes y cortó una oreja.
José María Manzanares no atraviesa por su mejor momento. Este año se ha acostumbrado a pasarse el toro muy lejos de la cintura, echándolo fuera en cada muletazo. Fueron muy toreros los cambios de mano y dejó regustillo, sobre todo en algunos pases de pecho. Poca cosa para tan singular corrida. Al primero lo mató de pinchazo y estocada, y escuchó una ovación, y al cuarto le cortó dos generosas orejas por una labor que sólo tuvo brillantez en el estoconazo final. El alicantino encontró la generosidad del presidente y así pudo salir también a hombros junto a sus dos compañeros.
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