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Diego Osorio y Ana Boyer, a su llegada al torneo de polo de Sotogrande.
Ana Boyer, como pez en el agua de Sotogrande
GENTE

Ana Boyer, como pez en el agua de Sotogrande

La hija de Isabel Preysler asoma por el torneo de polo de la selecta urbanización, que rebosa 'niños bien'

TEXTO: C. G.

Viernes, 28 de agosto 2009, 13:30

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Una más. Ana Boyer se suma a la concurrida galería de famosos que se pasean por Sotogrande. Algunos son parte del mobiliario, polvo incluido, y otros se convierten en ofertas de última hora que animan el cotarro en los estertores de agosto. (A gusto ellos y, sobre todo, mi menda, que le da a la tecla compulsivamente para no dejar viudas las páginas del colorín ni en las fiestas de guardar. Más vidilla). La hija de Miguel Boyer e Isabel Preysler ha sido de las últimas en asomar la patita por debajo de la puerta de la exclusiva urbanización gaditana acompañada de su novio, Diego Osorio.

Para ir al polo. Así que como leen, todo normal. Tal cual los cánones de este remanso 'megapijo' donde la ropa de marca se compra al peso. Lo extraño, como un requiebro de Tarantino o de Álex de la Iglesia, sería que asomaran Marilyn Manson con los ojos vueltos o el 'pozí', con su accidentada espalda. (Los tensiómetros, como si lo viera, disparados). Pero ella, con el árbol genealógico que le cobija, donde debe estar es entre 'niños bien'. Como pez en el agua y hasta chapoteando.

En 'radio macuto' -fuente inagotable de noticias que suele dar en el clavo mucho más que algunas tertulianas catódicas que debían tener el dedo tamaño morcilla de Burgos de tanto errar con el martillo- cuentan que la pareja, embelesada, pasó unos días en Marbella y aprovechó la cercanía del otro paraíso de la gente guapa y con posibles para subirse a las gradas del Santa María Polo Club, escenario del XXXVIII Torneo Internacional de Polo de Sotogrande. (Los caballos, pobres, tampoco descansan en las fiestas de guardar porque la fiesta son ellos y los jugadores. Una faena).

Ubicados todos, toca una de atuendos, de lo más socorrido. Ana, la pequeña de Isabel Preysler y que guarda cierto parecido con su hermana Chábeli (eso, o mis gafas de cerca están para el desguace), se colocó unas bermudas de rayas y una blusa blanca lavada con lejía de la buena. (Vamos, que levanta la axila y hace todos los aspavientos que le vienen en gana. Nada que ver con la pobre azafata de vuelo que se quedaba en aquel anuncio con el sobaco al aire cuando ponía a buen recaudo la maleta de un pasajero. Tela trágame).

Melena de anuncio

Y hasta aquí puedo leer. Si acaso anotar que la joven veinteañera, que estudia Derecho y Económicas, tiene una melena color azabache marca de la casa y digna de promocionar lo mismo un champú que una laca. (Producto, este último, antes circunscrito a las peluquerías y a las 'maripuris', que salían de la sesión de belleza con un infranqueable casco de pelo, pero dignificado de lo lindo desde que Penélope Cruz se embadurna con el 'fli-fli', talón mediante, en una campaña publicitaria. Todas somos Pe).

Lo de Ana Boyer es más melena al viento pero sin condimentos. Su novio Diego, de familia con unos cuantos títulos nobiliarios que no caben en estas pocas líneas, tampoco le da a la gomina. Es un hombre de pelo en pecho, de los que empiezan a escasear al tiempo que proliferan las peleas de pareja no por el control del mando de la televisión, más bien por el mando de la 'Silk-epil'. Y yo con estos pelos...

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