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Desde pequeño, Boris Vian ya destacaba por sus habilidades para la música, especialmente el jazz. / SUR
Escupiré sobre vuestras tumbas
ANIVERSARIO

Escupiré sobre vuestras tumbas

El escritor y músico Boris Vian, un clásico a los 40 años de su muerte

MARÍA TERESA LEZCANO

Viernes, 19 de junio 2009, 04:24

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«NACÍ por casualidad, el 10 de marzo de 1920 en la puerta de una maternidad cerrada por huelga. Mi madre, embarazada de las obras de Paul Claudel (desde esa época no lo soporto) se hallaba en su décimo tercer mes de gestación y no podía aguardar el convenio. Un santo cura que pasaba por allí me recogió y volvió a soltarme: era yo en efecto muy feo. (...) Crecí en fuerza y en sabiduría, pero seguí siendo igual de feo aunque adornado por un sistema piloso discontinuo, mas siempre muy desarrollado. De hecho, tenía la cabeza de la Victoria de Samotracia». De este modo comienza la mínima autobiografía, compendiada en una sola página, que Boris Vian escribió hacia el final de su vida.

Boris Vian nació efectivamente el 10 de marzo de 1920, y fue el segundo de los hijos de Yvonne Woldemar quien, además de haber sido preñada por las obras de Paul Claudel, lo había sido de forma simultánea (o quién sabe si antes o después) por un espermatozoo perteneciente a otro Paul, éste último apellidado Vian. En Ville d'Avray, cerca de París, la familia Vian posee una mansión en la que el arte y la cultura son servidos, junto con el caldo de pato, en las regias soperas estilo imperio, mientras el liberalismo imperante en la propiedad, dosificado sobre panecillos crujientes recubiertos con foie de oca, niega cualquier tipo de sumisión a leyes clericales o militares.

La pre-crisis financiera de la década obliga sin embargo a los Vian a vender la mansión familiar para instalarse en una villa más modesta, aunque la decadencia no se acabará aquí: en 1929 el crac bursátil apremia a los padres de Boris a alquilar su nueva casa, instalándose ellos en el pabellón del conserje. Los nuevos inquilinos, de apellido Menuhin, tienen un hijo llamado Yehudi, que se convertirá algunos años más tarde en uno de los mejores violinistas del mundo.

Aunque la salud de Boris siempre ha sido delicada, es a los 12 años cuando padece su primera crisis aguda de reumatismo articular, que desencadena una insuficiencia aórtica. El brote de fiebre tifoidea que le ataca cuatro años después contribuye a complicar aún más su vida cotidiana, aunque no le impide seguir siendo un alumno brillante, ni empezar a tocar la trompeta en el Hot Club Jazz de France.

Orgulloso del talento musical de Boris, su padre manda construir al fondo del jardín una sala de baile para 400 personas; es ahí donde tendrán lugar las célebres 'surprises-parties', delirios de alcohol, sexo y defensa del anarquismo a través de la utilización de lo absurdo y lo grotesco. En 1938, Boris Vian forma su primera orquesta, Accord Jazz, y es ese mismo año cuando experimenta el primero de los que él denominará «los tres grandes momentos de mi existencia»: el concierto de Duke Ellington en París. Ellington y Vian entablan desde ese día una amistad tan estrecha que el genio del Ragtime será el padrino de Carole, la hija de Boris.

Cuando estalla la guerra, Boris Vian es un joven de 19 años que administra su tiempo entre los libros, la música y la preparación de fiestas memorables en la sala de baile situada al fondo del jardín. Salvado de la movilización por su corazón enfermo, entra en la Escuela Central de Angloulême, donde obtendrá tres años más tarde su diploma de ingeniero metalúrgico. Previamente, en 1940, en Capbreton, pueblo de las Landas donde se ha refugiado la familia Vian tras la invasión alemana, Boris conoce a dos de las personas que más influirán en su vida: Michelle Léglise, que se convertirá en su primera esposa, y Jacques Loustalot, adolescente de madurez sorprendentemente superior a los quince años que en realidad tiene.

Loustalot es todo un personaje, libérrimo en palabras y en gestos, y encarna toda la excentricidad que a Vian le gustaría permitirse. Una de las costumbres más arraigadas del nuevo amigo de Boris, apodado 'El Mayor de regreso de las Indias', es la de marcharse de todas partes por la ventana, confeccionando, cuando ésta queda demasiado alta, una cuerda con sábanas. 1941 será el año en que Boris y Michelle se casarán, tras el regreso de la familia a París. También será el año en que Vian comenzará a escribir.

En 1942, Boris debuta con el grupo de jazz de Claude Abadie, a partir de entonces rebautizado como Orquesta Abadie-Vian, con la cual actúa en numerosos locales, evadiéndose de ese modo del insoportable tedio que le provoca su trabajo de ingeniero. Entre un ensayo y otro, parodia en los textos 'Vercocquin et le plancton' y 'Manifiesto del cornudo' el modo de vida de sus colegas de la AFNOR (Asociación Francesa de Normalización).

De los mejores grupos

Después de la liberación, la orquesta Abadie-Vian, considerada por los entendidos como unos de los mejores grupos de jazz amateur de la época, se ve reclamada por todos los clubs parisinos, y Vian aprovecha cada momento en que no está tocando para componer canciones de jazz en francés y relatos que quiere recopilar con el título de 'Las gafas rellenas'.

Durante la noche del 22 al 23 de noviembre de 1944, Paul Vian es asesinado en su casa de Ville d'Avray. El crimen, inicialmente atribuido a unos ladrones, no será sin embargo nunca esclarecido. Boris, considerado en el testamento de su padre como «el más razonable de sus hijos», será el encargado de velar por el futuro familiar.

Un año más tarde, en noviembre de 1945, la orquesta Abadie-Vian revoluciona el primer torneo internacional de jazz amateur organizado por el Hot Club de Bruselas, y acaba ganando cuatro copas, un premio y el título de campeón internacional. Los artistas amateurs comienzan a cobrar retribuciones a menudo más altas que los profesionales. Desde el punto de vista literario, el despegue comercial de Vian parece asimismo imparable: Gallimard publica 'Vercocquin et Placton' y 'La espuma de los días', mientras el escritor entabla amistad con Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, absolutos pilares literarios del Saint-Germains-des-Prés de la época.

Alentado por Jean dHallin, editor de las novísimas 'Editions du scorpion', Boris Vian escribe en quince días el libro que más dinero y más quebraderos de cabeza le proporcionará; podría incluso decirse el que le matará indirectamente... Se trata de 'Escupiré sobre vuestras tumbas', una novela negra saturada de sexo y de violencia que contiene un rabioso alegato contra el racismo, y que se publica con el seudónimo de Vernon Sullivan, supuesto autor norteamericano que Vian asegura haber traducido al francés.

Demandado por ultraje a la moral y las buenas costumbres, Vian debe probar que no es el autor del polémico libro, sino sólo el traductor, por lo que emprende la tarea de traducir del francés al inglés la obra que él aseguró haber traducido a la inversa. Pese a todo, su autoría es prácticamente un secreto a voces y se ve finalmente multado con 100.000 francos por escándalo público. Como no podía ser menos, el libro en cuestión se convierte en un auténtico fenómeno de ventas; tanto más cuanto que a la oportuna notoriedad provocada por el escándalo que rodeó la aparición de la novela se suma una inesperada descarga de marketing popular: un antiguo miliciano asesina a su amante y deja junto a su cadáver un ejemplar de 'Escupiré...', abierto por la página en la que el protagonista mata a su amante de la misma manera. Vian es acusado de «asesinato por procuración» y el polémico libro reeditado y vendido como los croissants con el café au lait. Aprovechando las circunstancias, se publican 'Todos los muertos tienen la misma piel' y 'Mataremos a todos los horrorosos', que casi consiguen igualar en escándalo y, por consiguiente, en ventas, a 'Escupiré sobre vuestras tumbas'.

El 7 de enero de 1948, Boris Vian vivirá uno de los peores días de su vida. Esa madrugada su amigo Loustalot, 'El Mayor', sae como de costumbre por la ventana del apartamento de turno, donde había pasado la noche de fiesta; la diferencia es que el apartamento se encuentra en un séptimo piso, y que El Mayor no ha preparado la consabida cuerda de sábanas. Nunca se sabrá si se trató de un accidente o de un suicidio; el caso fue que El Mayor atravesó solo su última ventana, ya que esa noche Boris no había podido asistir a la fiesta. Tampoco pudo llegar a su entierro: como si el destino se empeñara en no dejarle despedirse de su amigo, el coche se le estropeó camino del cementerio y el Mayor tuvo que reemprender sin la presencia de Boris el subterráneo e infinito nuevo camino hacia las Indias.

Por esa época, Vian se ve obligado a dejar la trompeta por motivos de salud, aunque su jazzmanía o más bien su jazzobsesión está más presente que nunca en la vida artística parisina: en el Club Saint-Germain-des-Prés, lugar de encuentro de la juventud existencialista fascinada por los ojos noctámbulos de Juliette Gréco, Boris recibe a Ellington, A Charlie Parker, a Miles Davis. Para Vian, que considera el arte como «algo que produce en el público un choque físico violento, bien sea por alegría, por miedo, excitación sexual o cualquier otro medio», el jazz siempre representará el Arte por excelencia.

Buenos tiempos

Los primeros años cincuenta son buenos tiempos para Vian: escribe y dirige obras de teatro, monta su primera comedia musical, se separa de Michelle y se va a vivir con una bailarina alemana, Ursula Kubler, con quien se casará en 1954. Además, tras la música, la narrativa, la poesía y el teatro, Boris Vian descubre la ciencia-ficción, un género literario aún desconocido en Europa, al mismo tiempo que ingresa en el Colegio de Patafísica. La Patafísica, ciencia de lo virtual y de las soluciones imaginarias, es un concepto que desveló en el siglo diecinueve el escritor Alfred Jarry, y en cuyas filas intelectuales militan, entre otros, Raymond Queneau, Eugène Ionesco, Jean Racine, Jacques Prévert, René Clair.

A partir de 1954, Vian dedica un mayor tiempo a componer canciones; una de las más polémicas es 'El desertor', manifiesto antimilitarista que escribe al principio de la guerra de Indochina. En 1955 saldrá su primer disco, 'Canciones posibles e imposibles', inmediatamente censurado por el 'antipatriotismo' que rezuma 'El desertor'. Vian se vuelca entonces en un nuevo estilo musical, procedente de Estados Unidos y aún marginal en Francia: el Rockn Roll. Con partituras roqueras de Legrand, Henri Salvador y Alain Goraguer, escribe textos entre irónicos y salvajes como 'Hazme daño, Johnny'. Además del rock, empieza a inspirarse en estilos musicales hasta entonces reservados al ámbito popular, como la java, y se lanza a escribir óperas. Es la época de mayor apogeo de la canción francesa 'literaria': se canta a Aragon, a Prévert, a Queneau, a Vian, y hasta a Sartre.

Con un ritmo de trabajo cada vez más febril, Vian se encuentra agotado. No puede sin embargo rechazar el proyecto de adaptación al cine de 'Escupiré sobre vuestras tumbas' (en España se estrenó como 'Escupiré sobre vuestra tumba', se ve que aquí faltaban cadáveres); proyecto del que, tras irreconciliables desacuerdos con el director, es definitivamente apartado en enero de 1959. En abril de ese mismo año aparece por última vez en una película, y lo hace junto a Jeanne Moreau: se trata de 'Las amistades peligrosas' de Roger Vadim.

El 23 de junio, pese a las recientes desavenencias con el director de la película, Boris Vian acude al preestreno de 'Escupiré sobre vuestras tumbas', que tiene lugar en el Petit Marboeuf, cerca de los Champs Élysées. En los primeros cinco minutos de metraje, el corazón de Vian se ve embestido por un estupor tan letal que un cuarto de hora más tarde está muerto -para que algunos se permitan después menospreciar la importancia del séptimo arte- . Tiene 39 años y dejará un vacío inmenso en el París cultural de la época. Su obra sin embargo ha pasado a formar parte de los clásicos franceses e incluso sus frases serán coreadas hasta la afonía en mayo del 68: «¡Hagan el amor, no la guerra!».

En el final de la mínima autobiografía compendiada en una página que escribió poco antes de su muerte, decía:

«Mido un metro noventa y seis descalzo, peso bastante, y antepongo a todo las obras de Alfred Jarry, la fornicación, Un Invierno Duro y mi bienamada esposa. No me olvido, aunque situados después, de la música de la Nueva Orleans, Duke Ellington, Lana Turner, Ann Sheridan, las sinfonías del comodoro (...), las chicas del Jazz Club Universitario (sobre todo una rubia con vestido verde... pero no insistamos). (...). Detesto a Paul Claudel (ya lo he dicho, pero es agradable de decir, por eso nunca he leído nada suyo), El Gran Meaulnes, el violín de jazz como lo practican los franceses, las mentiras y los pequeños aparatos, Iván el Terrible, el Papa. Tampoco me gustan los pechos planos (en las mujeres), las endibias, la mierda, excepto cuando están bien acomodadas. Busco un apartamento de cinco piezas, todo confort. He tenido una vida agitada, aunque estoy dispuesto a empezarla de nuevo».

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