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CRISTINA GONZÁLEZ
Domingo, 17 de mayo 2009, 04:31
Martes. Primera hora de la mañana. Cientos de coches se quedan atrapados en la variante sur de San Pedro Alcántara. El desvío del tráfico en sentido Málaga por el comienzo de las obras del soterramiento de la travesía comienza con mal pie. Los elementos se alinean para que el tapón sea kilométrico. Ni los propios técnicos que tienen que regular los semáforos llegan a tiempo. Quejas, caras de póker y un rosario de tacos se suceden en la cola. En dos meses el corte será total. Los conductores se temen lo peor durante el año y medio de obras que le quedan por delante. Hasta aquí la primera lectura del llamado día 'D', la fecha fijada en rojo en el calendario del Ministerio de Fomento para cerrar parcialmente a la circulación la autovía A-7 a su paso por la localidad sampedreña. La otra, la que pasa de soslayo en el calor de la caravana, reza así: Martes. Primera hora de la mañana. Arranca la actuación que eliminará el principal punto negro de la red de carreteras de la provincia de Málaga. Atrás quedan dos décadas de demandas vecinales y de un ir y venir de proyectos que acababan guardados en un cajón por años de enfrentamientos de las administraciones. A finales de 2010 los atascos por la presencia de tres cruces semafóricos quedarán en el olvido.
Las dos interpretaciones de un mismo hecho. Las dos caras de una misma moneda. Los árboles que quizá no dejan ver el bosque. La obra de la infraestructura más esperada por el sector turístico y empresarial de toda la Costa del Sol y especialmente por los vecinos comenzaba esta semana bajo el estruendo de un enorme colapso de tráfico que se fue diluyendo con el paso de los días y que eclipsó la trascendencia del soterramiento de la autovía a su paso por San Pedro Alcántara, que ahora sí empieza a ser una realidad.
Debates aparte sobre si es necesario o no liberar el peaje de la AP-7 durante el año y medio que la carretera nacional, que soporta el paso de 65.000 vehículos al día, estará cerrada a cal y canto, lo cierto es que los operarios ya han tomado lo que hasta hace pocas semanas no era más que una sufrida ruta que obligaba a parar en tres semáforos en plena autovía. Algo inaudito en la red viaria española y una debilidad en el mapa de carreteras a la que se quiso poner remedio por primera vez hace casi dos décadas.
Veinte años después, está cada vez más cerca. Fomento construirá un túnel de un kilómetro de longitud con el que desaparecerán los semáforos de Marqués del Duero y El Ingenio. El del cruce de la carretera de Ronda se trasladará a un paso inferior. Además, se construirán nuevas rotondas en Guadalmina, carriles de acceso, pasos elevados para peatones y en superficie un gran bulevar que unirá la zona sur y norte de San Pedro, hasta ahora partida en dos por el asfalto. Cerca de 60 millones de euros y un año y siete meses más de obras pondrán el punto y final a una larga y tortuosa historia.
Travesía por el desierto
Fue en 1989 cuando el entonces Ministerio de Obras Públicas se dirigió por primera vez al Ayuntamiento, ambos gobernados por el PSOE, para poner sobre la mesa la necesidad de deprimir la entonces carretera nacional 340. Un túnel de un kilómetro doscientos metros de longitud resolvería el entuerto. El proyecto se aprobó en 1991, poco antes del desembarco del desparecido Jesús Gil en el Ayuntamiento de Marbella. Comenzó entonces una larga travesía por un desierto con más dunas que oasis. «Cuando entró el GIL dijeron que ellos iban a hacer una carretera al norte y José Borrell, entonces ministro, no debió aceptar», recuerda Juan Antonio García, presidente de la Asociación de Vecinos El Cruce y portavoz de la antaño Plataforma Pro Soterramiento, hoy Plataforma por el Futuro.
Porque no se hizo ni una ni otra. Pasaron los años. La travesía tenía más inquilinos. En siete años el tráfico se llegó a incrementar en un 243 por ciento. Pero la casa seguía sin barrer. El proyecto entró en punto muerto. Pese a que el PP, tras su llegada al Ejecutivo central, llegó a declarar la obra de interés general en 1998, Gobierno, Junta y Ayuntamiento se pasaban la pelota de las competencias.
Visto lo visto, los vecinos incluso recurrieron al defensor del Pueblo, Enrique Múgica, que habló alto y claro en 2003. Fomento podía acometer el túnel sin necesidad de contar con el resto de las administraciones. No fue suficiente. El Gobierno central siguió en sus trece y pese a manejar ya un proyecto, más corto que el primitivo, e incluir algunas tímidas partidas presupuestarias, nunca llegó a meter la excavadora.
En medio se sucedieron manifestaciones vecinales, algunas multitudinarias, y numerosas plegarias de colectivos de toda índole. En 2004, se hizo la luz. Con la llegada de la malagueña Magdalena Álvarez y del PSOE al Ejecutivo se retoma con brío el proyecto. El del PP. Los vecinos no tardar en advertir que se queda corto. Fomento tomó nota. El primer cambio lo alargó a un kilómetro y tuvo más letra pequeña: Fomento costea también las expropiaciones. Otro retraso, pero para bien. La segunda modificación retoca el cruce con la carretera de Ronda, que inicialmente se iba a salvar con un paso elevado, además de otras mejoras. Todos de acuerdo. Por fin.
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