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Gerardo Diego es el antólogo oficial del 27. / SUR
Gerardo, el humorista
POESÍA

Gerardo, el humorista

ANTONIO GARRIDO

Viernes, 8 de mayo 2009, 04:24

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NO busque el lector, que no la va a encontrar; la palabra tontología no está en el diccionario, es un palabro, un término de invención con larga tradición literaria; baste recordar que Quevedo fue el más fértil de los ingenios en este campo, sin olvidar a Góngora, que allá van los dos en eso de destripar el lenguaje con escalpelo de ingenio, humor y belleza. No falta ninguna de esas tres cosas en los poetas que, mal que bien, se han incluido en la llamada Generación del 27, hay muchas anécdotas que corroboran este gusto por el juego, otra palabra clave cuando nos referimos a los años veinte. La tontología es un invento de Gerardo, ese profesor, pianista y poeta, delgado como un uso y al que no le pega, aparentemente, ser tan festivo; pues lo es.

Gerardo es el antólogo oficial del grupo, el que hizo la tarea de publicidad, que para montar otras maniobras ya estaban Guillén y Salinas. Este libro, un raro sin duda, es una broma estupenda. El último número de la revista 'Lola' que era la «amiga y suplemento» de 'Carmen', el 6-7, junio de 1928, contiene esta «traca final» en palabras del propio Gerardo. ¿De qué se trata? Pues ni más ni menos que de antologar poemas «tontos», por no decir malos de los poetas de la otra antología 'gerardesca', la seria, la que se estudia en los cursos de literatura. Diego se cura en salud, lo primero que afirma es que son poemas malos de poetas buenos que, de lo contrario, no hubiera tenido mérito; lo segundo, él se incluye, con lo que las críticas que pudieran llegarle se podían responder con un yo me río de mí mismo y de mis amigos; incluso, después, muchos años después, en 1976, lo negaría, pero en la edición primera deja ver que le ayudaron algunos de los incluidos.

Atribución equivocada

Un dato curioso que presenta el editor: dos 'Coplas' que se atribuyen a Dámaso Alonso son en realidad de Juan Chabás pero no se le nombra, ¿motivo?, no se sabe, quizás es porque a Chabás se le consideraba gafe oficial. Los poemas llevan anotaciones divertidas y curiosas. Vayamos a los textos, ¿tan malos son? Pasen y vean. «Ni vale nada el fruto / cogido sin sazón... / ni aunque te elogie un bruto / ha de tener razón». Otra perla: «En esta España de los pantalones / lleva la voz el macho; / mas si un negocio importa / lo resuelven las faldas a escobazos». No me resisto a una tercera: «Rejas de hierro; rosas de grana. / ¿A quién esperas / con esos ojos y esas ojeras, / enjauladita como las fieras, / tras los hierros de tu ventana?». La dama sueña con bandoleros galanteadores pero estos no vendrán porque se fueron con Merimée, uno de los creadores de los mitos románticos sobre España. La muchacha se tendrá que conformar con un notario que va al tresillo del boticario, con un usurero que va al rosario, o con el autor de estos versos, «También yo paso, viejo y tristón. Dentro del pecho llevo un león». Como en las adivinanzas, ¿quién es el autor? Don Antonio Machado, ni más ni menos.

Para que no se quede solo, Diego selecciona unas 'Soleares' de Manuel Machado que no tienen desperdicio, son terribles: «Hermanita y compañera, / la de los ojitos negros / y la carita morena... / Tú eras buena y eras mala, / pero como te quería, / toíto te lo pasaba... / Toíto te lo pasaba. / y ahora, como no te quiero, / se acabó lo que se daba. / No te quiero decir ná... / No quiero que la carita se te ponga colorá. / Se te olvidaron, serrana, / las cositas que decías / y los suspiros que dabas. / Allá, cuando Dios quería, / una carita de gloria / se juntaba con la mía». Se podría pensar que estos versos se compusieron a modo de broma, no tal, están publicados con la seriedad de la obra que el autor estima de suficiente entidad; en la mayoría de los casos, versos de juventud.

Enfado del maestro

Como no podía ser de otra manera fue Juan Ramón Jiménez el que reaccionó airado ante la osadía de incluir unos versos de los que renegaba. Estoy seguro de que Gerardo y los demás disfrutaron con el enfado del otrora maestro pero con el que acabaron como en el rosario de la aurora. Los versos son de un cursi, compruébenlo: «...Derramando fragancias cantan las brisas / ya sus besos suspiran los platanares. / y en juegos refulgentes de frescas risas, / voluptuosos ondulan los áureos mares... / Balanceando la hamaca con indolencia / su escultura velada tras níveos tules, / la niña, en su fantástica somnolencia, / se entrega a un rubio príncipe de ojos azules...». Nada, lo normal, un príncipe centroeuropeo en el Caribe.

De Dámaso Alonso: «Novia, si eres triste, novia; / novia, si eres triste, mía; / toma la estrella pequeña / de mis poemillas. / Mira, me la dio mi madre / porque yo era bueno, un día... / Y yo la puse en mis versos... / ¡Pues te la regalo, mira! / Novia, si eres triste, novia». Y se quedó descansando, igual que Alberti: «Tu cangrejo de río / me ha enamorado a mí. / Pero el cangrejo mío, / el de la mar, a ti». Una joya, y hay más.

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