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PUENTE AÉREO

Contra el mapa

Estrella de Diego revela en un libro la manipulación del símbolo geográfico, el mapa convertido en retrato del poder

ALFREDO TAJÁN

Viernes, 30 de mayo 2008, 03:59

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EL mundo civilizado fundamentó sus principios, y su tan cacareado contrato social, a través de dos pilares: la enciclopedia y el mapa. La enciclopedia, el compendio de la sabiduría, se utilizó, más o menos moderadamente, contra el Antiguo Régimen, fue arma política, arma social, y gracias a ella las redes, hasta entonces semiocultas, de la sabiduría, polinizaron otros estratos sociales, y ofrecieron claves y estrategias a la burguesía, la clase emergente que entonces aspiraba a la independencia y a la soberanía.

La construcción de los mapas es anterior, el dibujo del mundo se hunde en las culturas más antiguas, no por ello menos sofisticadas. Pienso en Ptolomeo, pienso en los cartógrafos romanos, pienso en la Biblioteca de Alejandría: mapa cultural de la historia de la lectura. El mapa tuvo, y tiene, como objeto, mostrar los confines conocidos y desconocidos del mundo, y ahora con la tecnología punta, mostrar las variables de las constelaciones y las galaxias. Una serie de estallidos han convertido a los mapas en caducos territorios de otros tiempos, cuando los estados necesitaban reafirmarse sobre otros, o necesitaban nombrar inconmensurables zonas oscuras.

Estrella de Diego, ensayista y catedrática de Arte Contemporáneo de la Universidad Complutense de Madrid, acaba de publicar en Siruela, en la colección La Biblioteca Azul, un delicioso ensayo portátil, titulado 'Contra el mapa', donde desvela y revela la manipulación del símbolo geográfico, el mapa convertido en símbolo del poder hegemónico. Parte Estrella de Diego de un insólito mapa que los surrealistas editaron en la revista 'Variétés' en el que sólo existían los países y continentes que ellos, bajo la bula del Papa Breton, consideraban referencia esencial de la cultura, de su cultura, el mapa de 'Variétés' representaba un epicentro, también hegemónico, excluyente y quizá violento: era un diseño a la carta, un contra canon, un doloroso intento de apoderarse de las vanguardias. En ese mapa surrealista, por supuesto, España ni siquiera aparece.

Si en 'Tristísimo Warhol' la ensayista de Diego trazó, con ese aliento de narradora de amplios registros que le caracteriza, un exhaustivo retrato, por qué no mapa, de la melancolía o de la tristeza warholiana, en 'Contra el mapa' el lector se convierte en cartógrafo y va decodificando la historia del mundo. Y lo hace, además, apoyado en unas ilustraciones muy bien traídas a cuento, es el propio «contramapa de Estrella», donde Torres García invierte América; las postales de viaje deben su existencia a inteligentes «estrategias de representación»; Sir Joseph Banks hace suya la isla de Islandia, a la que reproduce en pequeñísima escala en su tarjeta de visita; los negros miran a los blancos, y viceversa, aunque de otra forma; las casta de Nueva España añaden, aún más que la empresa Benetton, un tapiz de pieles matizables; y así sucesivamente hasta llegar al meadero de Santiago Sierra, donde el mapa íntimo, la piel, se ha transformado en una autopista de peaje.

Salvo una cita delirante a ese inquieto hermeneuta que fue Foucault, una cita en el que el citado asegura que los geógrafos -¿Bouganville, Malaspina, Darwin?-, de las expediciones científicas de fines del XVIII y principios y mediados del XIX, no eran sino «agentes de la información», espías de las potencias coloniales, que cuando escribían sobre floras y faunas extravagantes no hacían sino construir narraciones cifradas que daban cuenta de la situación militar del país, salvo esa cita, insisto, que nos retrotrae a la guerra fría, la tesis que sostiene 'Contra el mapa' de Estrella de Diego es inteligente, original y arriesgada, y va mucho más allá de la metáfora sobre los estados dominantes y la ficticia creación de fronteras.

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