Un hombre hecho a sí mismo

Un hombre sin estudios que fue investido 'doctor honoris causa' en Económicas por la Constantinian University, de Rhode Island (Estados Unidos). Precisamente esta distinción le vino por su habilidad en salir de la ruina en 1999: debía 6.000 millones de pesetas y no quiso acogerse a la figura jurídica de la suspensión de pagos, logrando saldar todas sus deudas sin dejar 'enganchado' a nadie.

Fernando Puche nació el 2 de septiembre de 1946 en Huelin en el seno de una familia humilde. Lo bautizaron en la antigua iglesia del barrio, cerca de donde hoy está 'Mario y Eva'. Sus tíos Moisés y Encarna fueron los padrinos.

De pequeñito lo apuntaron en el colegio del Ave María, pero allí estuvo poco tiempo. Con 5 años murió su madre y se trasladaron a vivir a la Trinidad. Allí prosiguió sus estudios elementales en el colegio del pasillo de Natera, aunque tuvo que interrumpirlos para ponerse a lavar vasos en el bar de su padre, Casa Puche, que estaba en la calle Zamorano. «Sentí no poder continuar los estudios porque era un buen estudiante. Hasta saqué sobresaliente en matemáticas. Mi Universidad ha sido la calle», apunta.

Regresó a vivir a Huelin y se colocó en Casa Moreno, un modesto restaurante de la plaza de Arriola que daba comidas a la gente que venía de los pueblos -los autobuses paraban entonces en Hoyo de Esparteros-. Empezó de camarero y terminó de encargado con sólo 17 años. Los domingos, Puche se iba a trabajar a Rincón a los merenderos y repartía dulces por las tardes con un Simca 1200.

Con 24 años se casó con Victoria. Fruto de ese matrimonio son sus cuatro hijos: Fernando (37 años), María Victoria (34), Francisco (30) y María Dolores (27), que le han dado tres nietos. Su familia lo es todo. «Siempre he dejado un día a la semana, el domingo, para ellos», precisa. «Vamos de viaje o a comer por ahí y vamos siempre los trece».

Dejó la hostelería porque un buen amigo, Miguel Carmona, le propuso un buen negocio: abastecer de alimentos y de artículos a los buques que atracaban en el puerto de Málaga. La cosa le fue bien porque terminó convirtiéndose en el segundo provisionista de Europa. La sociedad con Carmona duró hasta 1984, y luego siguió por su cuenta con las firmas Fernando Puche, S. L. y Provimar.

Detenido en la calle

Facturaba al año 1.800 millones de pesetas cuando Hacienda se le echó encima. Un funcionario de Aduanas le implicó en un asunto turbio, «no sé si por envidia o no sé por qué», y le imputaron los delitos de blanqueo de dinero y fraude fiscal. Hubo una aparatosa acción policial en sus oficinas ubicadas en el interior del puerto y a él lo detuvieron en plena calle, en su barrio de Huelin, el 16 de diciembre de 1999. No lo olvidará. Eludió la cárcel con una fianza de 30 millones de pesetas. Tras muchas investigaciones, de idas y vueltas a los juzgados, y de muchas explicaciones, el tiempo demostró su inocencia: la Audiencia Nacional le exculpó de los delitos que se le imputaban, pero el daño estaba ya hecho. «Nadie sabe lo que he sufrido. Después de las muertes de mi padre y de mi madre, este ha sido el mayor revés que he recibido en mi vida», comenta lacónicamente.

Sus bienes se los embargaron y tuvo que vender gran parte de su patrimonio para saldar las deudas. Versificó su actividad empresarial. Creó la promotora inmobiliaria Edisol y construyó mil viviendas de VPO en Antequera. Ha levantado otras promociones en Tiro de Pichón y Campanillas, y ahora, en ute con Vera, va a construir el cuartel de la Guardia Civil.

Hoteles y toros

Compró a Luis Callejón la empresa hotelera y hoy día tiene seis hoteles de cuatro estrellas en Cuba: Arena Dorada, Barlovento y Playa Caleta, en Varadero; Presidente, en La Habana, y Atlántico y Villa Los Pinos, en Playa del Este. A esos hoteles ha sumado el Tropicana y Las Palomas, ambos de cuatro estrellas, en Torremolinos.

Para no aburrirse se metió de empresario de La Malagueta, en sociedad con Francisco Rivera Ordóñez, Javier Conde y Simón Casas. Debutó la pasada temporada y salió «lo comío por lo servío». Con anterioridad había estado en la sombra con la empresa Marca, Miranda y Camará, y hubo un tiempo en el que ayudó al matador de toros Juan José Trujillo, hoy banderillero en la cuadrilla de Manzanares.

Puche duerme entre cinco y seis horas diarias. A las siete y cuarto de la mañana ya está en el gimnasio Solinca. A las ocho y media de la mañana se va a desayunar a Torremolinos para despachar con su director general, Pedro Martín Graciani, su hombre de confianza desde hace 30 años. Regresa a las doce a su oficina de Málaga, situada a muy pocos metros de la casa de comidas de Antoñita Madueño Domínguez en donde trabajó de chaval.

Por la tarde, es raro el día que no se acerca a su barrio de Huelin para tomar café o jugar al dominó con sus amigos de siempre, en la Peña Costa del Sol, de la que fue presidente. «Soy el socio número 5», apostilla. También es socio de la Peña El Sombrero.

La gente de Málaga conoce también la generosidad de este empresario, muy comprometido con su tierra. Está ya cansado de que todos recurran a él. Fue uno de los impulsores del carnaval, ha colaborado con equipos de fútbol y balonmano, ha colaborado con la Misericordia -su cofradía-, Cautivo y Gitanos, y no tiene ni siquiera el escudo de oro y brillantes del Málaga C.F., después de cogerlo en Tercera y dejarlo en la UEFA. Él se quitó una vez su escudo de la solapa y se lo impuso al Rey de España en Cuba. Así es Puche, un malagueño de Huelin, «que nunca renuncia de sus raíces».