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TEXTO: CRISTINA GONZÁLEZ
Sábado, 26 de abril 2008, 03:48
AUNQUE a algunos vecinos Marqués del Duero sólo les suene al nombre de una avenida, detrás de ese título nobiliario hay mucho más que una placa en una céntrica esquina de San Pedro Alcántara. Militar, político y empresario visionario, Manuel Gutiérrez de la Concha clavó sus ojos en una vasta franja de terreno salpicada de cortijos. Hoy, siglo y medio después, esa primitiva colonia agrícola se ha convertido en una próspera localidad que, en los círculos más conocedores de su historia, rinde estos días honores a su fundador, justo en el mes del bicentenario de su nacimiento.
El 3 de abril, hace doscientos años, Manuel Gutiérrez de la Concha vino al mundo en la ciudad argentina de Córdoba de Tucumán. Por delante le quedaría una vida intensa azuzada por su espíritu aventurero, que le animó a embarcarse en numerosas empresas. De entre ellas, fundar la colonia de San Pedro Alcántara fue uno de sus aciertos. «Coincidió con la cima de su carrera», explica José Luis Casado Bellagarza, historiador y profundo conocedor de la biografía del marqués del Duero. Desde su tribuna particular, la web www.rosaverde.com, repasa las circunstancias que le llevaron a escoger la margen del Guadaiza para el negocio agrícola.
«Se casó con una mujer muy rica, Francisca de Paula Tovar, que tenía propiedades en Valladolid, Vizcaya o Málaga y se fue deshaciendo de ellas porque lo que quería era grandes fincas», relata. La planicie de esta zona de la Costa del Sol le atrajo de inmediato. Corría 1857 y comenzó a adquirir parcelas a destajo en las vegas de los ríos Guadaiza, Guadalmina y Guadalmansa que destinó a la caña de azúcar.
Granja modelo
El marqués despuntó por su ánimo por importar nuevas tecnologías y cultivos pioneros y por cuidar el bienestar de los colonos, que en 1861 ya eran 529, distribuidos en viviendas que mandó construir en las hoy calles Lagasca, Pizarro y Duero. Preocupado por la formación de los trabajadores incluso puso en marcha una granja modelo en el trapiche. Construyó la iglesia, compró imágenes para venerarlas y, faltaría más, bautizó su colonia con el nombre de San Pedro Alcántara en honor a su única hija, Petra de Alcántara.
A ella le legó en 1872, acosado por las deudas de un préstamo disparatado, los terrenos, que acabaron en manos de los acreedores. La colonia no se vino abajo. Llegó a tener 2.000 habitantes en 1900. Hoy son 33.000. «Fue pionero y dejó en San Pedro un ejemplo perfecto del urbanismo del XIX», valora Catalina Urbaneja, presidenta de la Asociación Cilniana. Una bala, en plena batalla de Monte Mauro, acabó con su vida el 27 de junio de 1874. Sus restos descansan en el panteón de hombres ilustres de la Basílica de Atocha. Su nombre sigue resonando a diario en San Pedro Alcántara.
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