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SOLEDAD. Los psicofármacos pueden provocar un comportamiento disocial en los niños. / SUR
España es el tercer país del mundo en el que se recetan más antidepresivos a los niños
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España es el tercer país del mundo en el que se recetan más antidepresivos a los niños

Especialistas y profesores alertan de su abuso para superar dificultades evolutivas comunes como la hiperactividad. La psicosis y el suicidio, entre los efectos secundarios

RAFAEL HERRERO

Sábado, 10 de noviembre 2007, 13:39

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Es ya muy común que las sociedades modernas tapan con píldoras las carencias que provocan en los ciudadanos. Tendencia que se convierte en muy peligrosa cuando revierte en los menores, el escalón más indefenso de la población, a quienes pésimos diagnósticos les convierten en víctimas de un uso intensivo de psicofármacos. Un «abuso alarmante e injustificado» donde el trastorno por déficit de atención e hiperactividad es la punta del iceberg, según denuncia la denominada Plataforma Humanista contra el Abuso de Psicofármacos en los Niños.

El uso de estos medicamentos en niños «ha crecido de modo alarmante» en nuestro país, y lo demuestra el dato de que «España ocupa el tercer lugar, por detrás de Canadá y Estados Unidos, en número de prescripciones de antidepresivos y ansiolíticos a la población infantil», asegura Ángel Pascual, portavoz de la plataforma y médico de atención primaria. En su mayoría, estos fármacos «no han sido nunca previamente ensayados con niños», lo que implica la posibilidad de efectos secundarios «imprevisibles».

Por desgracia, sostiene Pascual, ya no es raro que niños y adolescentes se vean abocados al consumo de 'psicodrogas' para superar dificultades evolutivas comunes, pero que ahora son catalogadas como 'trastornos de conducta'. Esta supuesta sintomatología se obtiene diagnosticando como patológica «la normal necesidad del niño de atención, movimiento, juego y habla». «Los niños no pueden ser silenciados ni paralizados sino a costa de su desarrollo físico, emocional e intelectual», agrega el experto.

«Los niños no están preparados para estas medicinas», subraya Pascual. Los psicofármacos parecen funcionar bien porque tapan los síntomas, «calman a los niños, aprenden a estudiar y se llevan bien con amigos y familia», pero a largo plazo reducen la inquietud y creación intelectual de los menores, generan un bloqueo emocional y, en definitiva, disminuyen la necesidad y las ganas de vivir.

Trastornos de conducta

«A largo plazo, el tratamiento con anfetaminas para tratar a los niños presenta, al menos, treinta efectos secundarios, desde el aturdimiento hasta la psicosis, pudiendo llegar al suicidio», reseña el portavoz de la plataforma. Además, marcan de por vida con «el sello de hiperactividad» a los niños, que puede luego degenerar en «trastornos de conducta o comportamiento disocial».

Los niños son los más sensibles y los conflictos que muestran «traducen con precisión la violencia, la contradicción y la enfermedad social que les rodea». «Tapar con psicofármacos sus síntomas, sin reflexionar sobre la violencia familiar o la frustración continua de una sociedad que pierde el espíritu corriendo tras el dinero es de ciegos», argumenta la plataforma.

La infancia, lo que reclama, «es atención y una mirada humana». Por extensión, la necesidad evidente de dar coherencia a las vidas de los adultos y a la sociedad. Por ello, el portavoz de la plataforma reclama «mecanismos de control» para evitar la sistematización de los tratamientos con psicofármacos en niños y adolescentes, exige una vigilancia exhaustiva de «las tácticas de la industria farmacéutica» y alienta un amplio debate público implicando a profesionales de la salud y la educación, a padres y a organizaciones sociales y políticas.

La Plataforma Humanista contra el Abuso de Psicofármacos en Niños convocó el pasado día 3 una concentración ante el Ministerio de Sanidad, y ha denunciado la situación ante el Defensor del Pueblo. La plataforma está integrada, entre otras organizaciones, por el Foro Humanista de la Salud, la Comunidad para el Desarrollo Humano, el Centro de las Culturas, Educadores por la No Violencia o Enfermeros sin Fronteras, además de padres, profesores y profesionales de la salud.

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