Almudena Grandes, escritora: «El filón literario de la guerra civil no se acabará nunca»
La autora madrileña publica 'Inés y la alegría', primer título de una serie de seis sobre episodios de la posguerra
CÉSAR COCA
Domingo, 19 de septiembre 2010, 03:50
MADRID. El 19 de octubre de 1944, alrededor de 4.000 guerrilleros republicanos que acababan de participar en la liberación de Francia entraron en ... España por el valle de Arán. En una operación de singular audacia diseñada por el dirigente comunista Jesús Monzón, durante unos días lograron que la bandera republicana ondeara en varios pueblos de la zona. Sin embargo, el soñado avance hacia Madrid se quedó en eso, en un sueño. Ante la imposibilidad de hacer frente al despliegue militar dispuesto por Franco, el PCE envió a Santiago Carrillo para ordenarles que desistieran y regresaran a suelo francés. Este episodio, que ni franquistas ni republicanos quisieron airear, es el escenario histórico de 'Inés y la alegría' (Ed. Tusquets), la novela con la que Almudena Grandes inicia una serie -de evidente inspiración galdosiana- de seis 'Episodios de una guerra interminable'. La escritora madrileña, que no oculta su republicanismo, afronta decidida un reto de gran dimensión y está convencida de que el filón de la guerra civil no se a acabar nunca.
-Hay que tener mucha fe para empezar una serie de seis libros que giran en torno al mismo tema. ¿Tiene usted alguna duda o su fe es absoluta?
-Es curioso, pero cuando decidí embarcarme en esta aventura me sorprendió que a la gente le sorprendiera. El origen de todo está en mi propia vida. Cuando escribí 'El corazón helado', me enganché a la historia de esos años. Me pasó como a tantos otros, que creía que conocía más o menos la guerra civil y me di cuenta de que había muchas cosas de las que no sabía nada en absoluto. Investigando para esa novela, encontré historias que no me encajaban en aquel relato y las fui guardando en mi cabeza.
-Creo que primero pensó hacer un guión cinematográfico con alguna de ellas, empezando por la que cuenta en 'Inés y la alegría'...
-Sí. Cuando terminé 'El corazón...', una novela de mil páginas, estaba perdida. No sabía qué hacer y se me ocurrió ponerme a escribir un guión. Pero era muy complicado: sin la trama política, la historia no se entendía, y con esa trama no entraba en las dimensiones de una película. Así que decidí volver a la novela. Ordené todo el material y vi que había para una serie, tomando como referencia a Pérez Galdós, que es uno de mis autores favoritos y a quien más releo. Antes me preguntaba por la fe en el proyecto. A estas alturas sé lo que puedo hacer y lo que no, qué desafíos están a mi alcance y cuáles no. Mi ocupación favorita en la vida es estar escribiendo en mi casa, y esta serie me tendrá ocupada unos años.
-Se van a cumplir 75 años del inicio de la guerra civil y sigue siendo el tema de muchos libros de Historia y de ficción. ¿Cuánto va a durar ese filón?
-Creo que no se va a acabar nunca. La República y la guerra civil son dos de los grandes momentos de la Historia universal. Y el filón de esos episodios no se acaba nunca: Napoleón está más lejos, y se sigue produciendo mucho sobre él y su tiempo, y la BBC no para de rodar documentales sobre el Imperio Romano. Hasta no hace tanto, además, se escribía sobre la guerra civil siempre desde el mismo ángulo, con buenos y malos. Eso sí que se acabó. Pero detrás de la versión oficial hay una enorme cantidad de personajes, situaciones y argumentos que tienen un enorme interés. Yo he usado algunos: la historia de la invasión de Arán es superior a mi capacidad de fabular. Esa guerra fue nuestra gran épica.
Compromiso literario
-¿Habría tantas historias si la República hubiese ganado la guerra?
- No, porque España se habría convertido en una democracia de modelo occidental 35 años antes. Las democracias normales son buenos sitios para vivir pero malos para fabular. Yo ahora puedo escribir sobre todo esto porque vivo en una democracia aburrida, lo reconozco.
-Hablaba antes del punto de vista. También hubo no republicanos que sufrieron el racionamiento, la falta de libertad y la grisura de la época. ¿No es buen material literario?
-Hay pocas novelas sobre ellos, es cierto. Imagino que es por una cuestión de porcentaje y de intensidad de la peripecia vivida. La grisura y el cansancio que también afectó a tanta gente en la zona 'nacional' tienen menos fuerza que el drama que se vivió en el otro bando. Aunque hay novelas, como las de Zunzunegui, que pese a la censura logran transmitir una gran sordidez.
-¿Hay en su proyecto un afán de divulgar historias poco conocidas o solo le preocupa la literatura?
-Estas novelas son operaciones de rescate, pero mi único compromiso es con la literatura. Sé que estas historias rescatan historias importantes, no tanto en lo político como en lo humano. No voy más allá. Estoy muy implicada emocionalmente, pero el origen fundamental de la serie es su rentabilidad en términos narrativos.
-No quiere ir más allá pero de los tres narradores que hay en su libro (dos de los personajes y la autora) quien muestra mayor carga de subjetividad es usted...
-Al principio, la novela iba a ser contada por Inés. Pero era preciso aportar la información real de lo que sucedió para que no pareciera una invención. Resultaba complicado poner esos datos en boca de una militante de base, porque ¿cómo podía saber ella lo que sucedía en el Kremlin, por ejemplo? También hay aspectos de la historia sobre los que no existen ni siquiera testimonios. Iba a correr el riesgo de plantear hipótesis verosímiles, así que lo más sensato era que la voz narrativa en algunos momentos fuera la mía. Por eso me permito algunas licencias. Creo que de lo que más contenta he quedado es de esa combinación de niveles: el de no ficción, que es el del poder; y el ficción, el de las personas que sufren las decisiones del poder.
-El miedo durante la posguerra no es una invención. Usted cuenta cómo los soldados republicanos llegaban a salvar a sus conciudadanos y estos no se dejaban. ¿Fue una constatación dolorosa?
-El episodio de la novela en que los republicanos quieren liberar a los integrantes de un destacamento penal y estos huyen es real aunque no ocurrió exactamente en el lugar donde yo lo sitúo. Sentí amargura cuando lo conocí. Eso explica por qué fracasó la invasión. El país no era el mismo, porque entre 1939 y 1944 había habido hambre, represión, censura... Nadie tenía ganas de heroicidades, ni los más oprimidos por el régimen. Ese episodio explica a la perfección lo que pasaba en España.
-Otra constatación: la prensa, censurada y controlada, hablaba de paz y libertad, y Radio Pirenaica anunciaba que la muchedumbre recibiría con flores a los guerrilleros. Todo mentira. ¿Todos, de un lado o de otro, vivían engañados?
-Sí, pero algunos porque querían. El gran error de Monzón, el organizador de la invasión, fue convencerlos de que los llevarían en volandas hasta Madrid. Esa fue la decepción. Muchos españoles estaban esperando la liberación, pero si se la daban hecha.
-Su protagonista es una joven de familia acomodada, con un hermano falangista, que se convierte en una combativa militante de izquierdas. ¿Hubo muchos casos así?
-Fue infrecuente, pero hubo unos cuantos casos, algunos sonados. Lo que sucedió es que el 18 de julio cogió en Madrid, por tanto zona republicana, a muchos jóvenes de familia acomodada, como mi protagonista. Les pasó porque aún no se habían marchado de veraneo, que era lo habitual. La consecuencia fue que vivieron momentos de tal efervescencia que no pocos se vieron arrastrados y se unieron a los republicanos.
Personajes reales
-En su libro aparecen personajes reales, de Pasionaria a Carrillo, pasando por Franco. ¿Los ha tratado de diferente forma que a los de ficción? ¿Se ha tentado la ropa al atribuirles ideas o actuaciones?
-He sido mucho más audaz con los de ficción, claro. Por eso cuando hablo de los reales utilizo tanto la palabra 'quizá'. Tampoco puedo tratar igual a un personaje ya muerto y a quien no he conocido que a uno vivo al que conozco. Aunque, siguiendo el modelo de Galdós, me he permitido algunas libertades también con los personajes reales.
-Carrillo fue quien paró la invasión. ¿Habló con él para preparar el libro?
-Le comenté que estaba escribiéndolo y que, entre otras cosas, contaría la historia de amor entre Pasionaria y Francisco Antón, y no dijo nada. Ni alteró el gesto. Es cierto que él paró la invasión, pero lo hizo en calidad de enviado del partido, porque Dolores no podía llegar hasta allí.
-¿Por qué prefirió no visitar Arán durante la fase de documentación?
-Había estado una vez, hace muchos años. Usé fotos, estudié mapas, vi mediante imágenes de satélite la plaza de Vilamòs, donde sucede una escena y distribuí a mis personajes por allí... Si llego a ir y descubro que algunas cosas no son como las he contado, lo mismo desmonto toda la novela.
-Estos días ha comentado que a los españoles nos ha sido hurtada una parte de la Historia. ¿La culpa no la tienen los gobiernos, de izquierda y de derecha, que han desdeñado las Humanidades?
-En gran parte es culpa de esos gobiernos que hemos tenido, sin duda. Por eso estoy convencida también de que lo más importante en cuanto a la memoria histórica no es que se abran fosas comunes, sino el trabajo de toda una generación de historiadores españoles que están centrados en la etapa contemporánea. Antes ese tiempo solo interesaba a los anglosajones.
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