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El hotel Los Caracoles destaca por su arquitectura curva, apenas sin líneas rectas.
Elogio de la curva

Elogio de la curva

La carretera que une Frigiliana y Torrox esconde uno de los hoteles más singulares de Andalucía: Los Caracoles, con bungalows inspirados en la arquitectura de Gaudí y su sentido de la geometría, sin apenas esquinas ni rectas

alberto gómez

Miércoles, 29 de julio 2015, 00:00

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Las líneas rectas imponen su ley en farolas y señales de tráfico, en electrodomésticos y muebles, en ventanas y puertas, en casas y ciudades enteras. Conforman el credo de la arquitectura convencional, quizá por aquello de que una recta es la distancia más corta entre dos puntos. Por eso las curvas, tan excepcionales en las construcciones urbanas, parecen imprimir un ambiente casi onírico y más cercano a la naturaleza, donde la irregularidad es la norma y las líneas rectas apenas existen. El hotel Los Caracoles, en la carretera que une Frigiliana y Torrox, se sirve de esas curvas para atraer a clientes sorprendidos por la originalidad de sus formas.

Los bungalows de este pequeño establecimiento, con solo once habitaciones, están inspirados en la obra de Gaudí y en su sentido de la geometría y el volumen. Hace más de dos décadas, el empresario Julio Martín Paredes encargó la construcción de un hotel al arquitecto Emilio Álvarez Yela, que, junto a su hermano Moisés, ya trabajaba la forma libre, un sistema que permite edificar viviendas sin esquinas ni rectas. Sus techos abovedados y sus columnas ondulantes otorgan un punto mágico a sus trabajos, alejados de los idénticos moles de pisos que trufan la costa malagueña. Empresario y arquitecto viajaron juntos a Zaragoza, donde se había levantado una de las primeras construcciones de este tipo. Martín Paredes lo tuvo claro: su hotel iba a ser así.

Álvarez Yela se puso manos a la obra: «Queríamos salir de la rutina arquitectónica y disparar el hormigón sobre vallas metálicas con formas orgánicas y amorfas, y en una sola pieza, para que fuera más resistente». El resultado, que se asemeja a las casas de los caracoles, de ahí el nombre del establecimiento, fue todo un éxito. «La curva tiene muchas ventajas constructivas, mantiene las tensiones y resiste los esfuerzos», defiende este técnico malagueño. La singularidad de su construcción, una golosina para visitantes que, salvando distancias, encuentran en medio de la Axarquía malagueña un pedazo del Parque Güell o la Casa Batlló, propició que el hotel pasara a engrosar la lista de los establecimientos turísticos con más encanto de Andalucía. Ahora faltaba encontrar clientes.

Tras varias vicisitudes, el hotel fue alquilado hace cinco años por Santos Domínguez. Fue entonces cuando una oferta de empleo para ser jefe de cocina se cruzó en el camino de Lola Navarro, una albaceteña que, tras vivir en Teruel, Los Pirineos, Cádiz y Valencia, se enamoró de este rincón axárquico: «En cuanto llegué supe que quería quedarme aquí, que era un lugar especial». Lola es hoy directora Los Caracoles, con tres estrellas y destinado sobre todo a turistas extranjeros que buscan algo más que sol y playa. El camino hasta encontrar el hotel no es sencillo, pero merece la pena sólo por contemplar la Sierra de Almijara, con el cerro de El Fuerte o el pico del Cielo coronando un paisaje insólito tan cerca del litoral de la provincia.

La vista desde la terraza de Los Caracoles es toda una postal en la que se mezclan Frigiliana, Nerja y el Mediterráneo. «Después de las formas onduladas de las habitaciones, lo que más llama la atención es este horizonte», afirma Lola. La ubicación promete tranquilidad y el hotel cumple con esa promesa, por eso no es recomendable acudir con niños. La piscina es profunda, el suelo es de tierra y los barrotes de la terraza están bastante separados entre sí, por lo que Los Caracoles, más que como destino familiar, se antoja como un lugar idóneo para desconexiones o escapadas románticas. La ocupación este verano roza el 95 por ciento y el precio de estos peculiares bungalows alcanza los 115 euros por noche.

Navarro, formada en paradores españoles, admite que las pocas habitaciones con que cuenta el hotel, con un alquiler de casi 4.000 euros mensuales, impiden tener beneficios: «Sirven para cubrir gastos y pagar a las siete personas que estamos trabajando aquí, pero poco más. Para tener margen económico el hotel debería ser más amplio, con al menos veinte suites». Los clientes proceden sobre todo de Holanda, Inglaterra, Francia, Bélgica y Dinamarca. «Y han empezado a llegar chinos, pero su estancia es ligeramente más corta y gastan menos». Cuestión de costumbres.

Con la montaña a un lado y el mar a unos nueve kilómetros, Los Caracoles recuerda a otras construcciones de los hermanos Álvarez Yela levantadas en Coín, Árchez o Monda. También los muebles pueden fabricarse con este sistema de curvas y sin ladrillos. Este tipo de edificaciones, además, constituye un solo bloque, por lo que resultan más resistentes que los edificios convencionales. A esto, asegura Álvarez Yela, hay que sumar que el hormigón armado actúa como aislante de radioactividad y ondas electromagnéticas.

Sobre este elogio de la curva, y con un premio al turismo ecológico por su encaje medioambiental en medio de un enclave tan privilegiado, este pequeño hotel, fuera de las guías turísticas al uso, sigue construyendo su propia historia como referente de la arquitectura alternativa en la provincia. Y sin muchas ayudas, por cierto, más bien como los caracoles: con la casa a cuestas.

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