Borrar
BQ, ¿el 'killer' español del iPhone?

BQ, ¿el 'killer' español del iPhone?

En el Silicon Valley de Las Rozas despachan un millón de móviles y facturan 200 millones de euros al año. Y todo empezó con unos ‘pinchos’ USB

PPLL

Sábado, 23 de mayo 2015, 00:05

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

21 de diciembre de 2003. Están a punto de comprar el gordo de la lotería y no lo saben. Seis alumnos de Telecomunicaciones de la Universidad Politécnica de Madrid se sientan en la minúscula sala de la asociación de tecnología, un grupúsculo en el que entra el que tiene inquietudes para emprender y el que no vale para los deportes. Están en la antesala de su vida. ¡Pero qué vida! Son los responsables del mantenimiento de la sala de ordenadores de la facultad y, por tanto, los encargados de renovar los equipos. Para ahorrar dinero y espacio, deciden instalar dispositivos sin disquetera y recurrir a los puertos USB. Ellos mismos se encargarían de vender aquellas pequeñas memorias, una locura que entonces se cotizaba a 30 euros por 64 megas (hoy por 20 euros tienes un millón de veces más de capacidad).

Aquellos chavales ofrecían sus pinchos en una tienduca de material informático que ellos mismos regentaban en la Politécnica. Si alguien hubiera entrado a esa sala a decirles que solo once años después serían los dueños de la primera empresa española de tecnología de consumo, le habrían mirado como a un chiflado. En aquellos años solo un par de marcas en todo el mundo sabían hacer teléfonos. Pero los locos, a veces, tienen razón. Aquellos veinteañeros son hoy los dueños de bq, la firma española que fabrica un millón de teléfonos inteligentes. Y a un precio atractivo.

Esa salita de la facultad fue el escenario de una de las carreras más curiosas de las empresas patrias, un garaje de Apple a la española aunque sin grandes misticismos. Sencillamente allí había seis tipos a los que les fue bien. «En realidad nunca nos imaginamos que nos pasaría esto. No nos imaginamos nada. Ocurrió». Se explica Rodrigo del Prado (Madrid, 35 años), actual director general adjunto de la compañía. Eran seis, hoy son unos 1.200. Sucedió así.

El viaje a China

Del Prado recuerda aquellos primeros pasos vendiendo memorias USB a los compañeros de aula, pero la cosa se les fue de las manos. El teléfono (fijo) sonaba sin parar. Pedidos y más pedidos. «Si sonaba el teléfono, iba bien la cosa». Nunca más conocerían el silencio. Compraban las memorias a proveedores españoles y ellos las vendían. De pronto en una de las llamadas un empresario les pidió pinchos sin marca para poner el de su compañía. «Fue una idea buenísima». Buscaron un modelo cuya marca se pudiera retirar para ponerle otra, e hicieron el agosto con sus pinchos a modo de regalo de empresa. Entonces comenzaron a pedirlas a China. Pagaron 40.000 dólares por 500 unidades y esas navidades no dieron abasto. «No parábamos un momento». Después de aquellas fiestas decidieron viajar al país asiático para buscar un proveedor de confianza. Sin éxito. «Nos mandaron a la playa». Pero en 2005 encontraron una fábrica que podía satisfacer sus pedidos y en 2006, Del Prado, con su licenciatura en Teleco, abandonó la casa de sus padres por primera vez para largarse a hacer la vida a un pisito de Hong Kong, donde estaban sus proveedores. Alberto Méndez, el actual consejero delegado de bq, nunca terminó la carrera. Tampoco dejarían de ser chicos de barrio. No busquen Lamborghinis, champán y modelos rusas en esta historia, porque no los hay, pero todo lo demás es fabuloso.

Por resumir su aventura, Del Prado, Méndez y sus colegas fundaron su propia fábrica de memorias USB que traían del gigante asiático. Y luego siguieron con los libros electrónicos, importados también de China, que modificaban a su gusto y que empaquetaban en noches larguísimas en las que curraba toda la familia. Aprendieron a vivir en la cuerda floja, en la rueda de hámster del business. A los lectores les llamaron booq, pero enseguida se lanzaron a las tablets y las oes dejaron de tener sentido. Nació bq. Los smartphones, hoy tan populares por su relación calidad-precio, fueron la evolución lógica de la tablet en versión reducida.

«De pequeño le desmonté la lavadora a mi abuela», recuerda Del Prado, que hace unos años pasaba los fines de semana en los desguaces, buscando piezas para su primer coche, un Lancia. Hoy conduce un BMW serie 1 con 215.000 kilómetros en las cachas, aunque lo compró de segunda mano. «Los humanos llevamos millones de años fabricando. Es normal que queramos hacer cosas», admite el director general adjunto de bq, sentado en una sala de las oficinas centrales de Las Rozas, a diez kilómetros de Madrid, que podrían ser el plató de The Big Bang Theory: cubículos con aparataje electrónico, muchas zapatillas Vans negras, pantalones vaqueros y camisetas. Hay también un simulador de satélites que manejan Jose y Álex, de 24 y 21 años respectivamente. Cuesta 500.000 euros.

«El mejor a ese precio»

Bq es una empresa joven y de gente joven. Gabriel Cuenca, el benjamín, tiene 20 años. Encontró curro en una tecnológica antes mismo de empezar a estudiar la carrera. Un milagro en la España de hoy. Pero a veces los milagros pasan. «Desde siempre me ha gustado programar», confiesa Gabriel, que se encarga de la web. La media de los trabajadores es de treinta y pico. Los sueldos son austeros. No dan cifras exactas, pero aclaran: «Aquí hay nóminas de mil euros. Lo que no hay son sueldos de diez mil». Cuentan que los fundadores cobran lo que un ingeniero senior, aunque se sienten sobre una montaña de dinero (participado por un fondo de capital riesgo).

¿Cuándo ingresó en su cuenta corriente su primer millón de dólares?

Todavía no ha sucedido eso.

Si de pequeño destripas los coches teledirigidos y cuando creces te dedicas a manipular memorias, lectores y tabletas, solo necesitas un buen equipo de ingenieros y financiación para hacerte tu propio cacharro y no tunear los que venden en China. Los primeros Aquaris (como se llaman los modelos de móviles bq) se diseñaron en Madrid a partir de originales chinos.La serie E, que está hoy en la calle, se ideó entera en Las Rozas en el cuartel general de la compañía, un edificio rodeado de tiendas outlet. Luego se ensambla en China y se trae. Además, fabrican impresoras 3D en Navarra y las venden en 50 países.

Si preguntas por las claves del éxito, los clientes responden que prefieren comprar un teléfono español que cuesta cinco veces menos que los top de las gamas. La cámara igual no es tan potente como la del iPhone (opiniones hay para todos los gustos), pero desde luego no es 800 euros peor. «Nuestra pantalla es mejor que la del iPhone 6», defiende Del Prado.

¿Cómo se explica que su teléfono cueste 200 euros y otros 800?

No cuesta cuatro veces más hacer un teléfono como los que se venden por 800. Damos un buen producto, el mejor a ese precio, y una buena atención al cliente.

¿Cuáles son las claves de un cliente satisfecho?

La pantalla, el sonido, la cámara y la autonomía.

El boca-oreja ha hecho lo demás y ha expandido las ventas hasta más allá de lo esperado. Primero vendían en tiendas como homenaje a sus orígenes, después en Fnac, ahora en Media Markt, Carrefour, El Corte Inglés... también en Francia y Alemania, y sigue sin haber deportivos en el garaje. Podría haberlos. Han facturado más que las ventas de Apple en España.

¿Son el iPhone killer?

No lo somos. No sé si lo seremos, pero si sucede, será con respeto. Hacen muy bien las cosas.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios