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Trabajadores de McDonald's manifestándose el lunes por las calles de Londres. AFP
A MCDonald's se le subleva la tropa

A MCDonald's se le subleva la tropa

Trabajadores en el Reino Unido protagonizan su primera huelga. Su situación no difiere mucho de la de los 24.000 empleados que el gigante de comida rápida tiene en España

IRMA CUESTA

Jueves, 7 de septiembre 2017, 00:20

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Aunque ahora cueste imaginarlo con la fregona en la mano, Jeff Bezos, fundador y CEO de Amazon, comenzó su carrera laboral limpiando los suelos de un Mcdonald’s. Para el hombre más rico del planeta, las semanas que pasó en la cocina de uno de los establecimientos del gigante de comida rápida resultaron de lo más provechosas. Él mismo ha reconocido que, aunque nunca estuvo de cara al público, le parecía «emocionante» mantener todo aquel maremágnum de cosas en su sitio.

La historia del magnate del comercio electrónico, por fantástica que resulte para un anuncio de la cadena que fundaron Dick y Mac McDonald, no sirve de consuelo a los cientos trabajadores británicos de la marca que el lunes, por primera vez en la historia, protagonizaron una huelga en demanda de mejores condiciones laborales. Aprovechando que los norteamericanos celebraban el Día del Trabajo, el personal de los centros de Cambridge y Crayford se movilizó pidiendo más salario, el reconocimiento de sus sindicatos y la eliminación de los denominados ‘contratos de cero’, esos que obligan a los trabajadores a estar disponibles sin garantizarles un mínimo de horas.

En la batalla, en la que muchos ven una versión actualizada de David contra Goliat, las cosas no pintan muy bien para los trabajadores por más que el líder laborista, Jeremy Corbyn, haya dado un paso al frente y se haya colocado en la foto junto a los huelguistas. El mismo lunes, la empresa zanjó la cuestión asegurando que solo el 0,01% de sus 115.000 operarios en el Reino Unido (en España hay unos 24.000) había secundado la huelga y que el 86% de su personal prefería los contratos flexibles.

La realidad es que las condiciones laborales de los establecimientos del monstruo de las hamburguesas, propios o franquiciados, nunca han tenido muy buena fama. La prueba es que el diccionario de inglés de Oxford define el término McJob, utilizado por primera vez por el sociólogo Amitai Etzioni, como «trabajo poco estimulante y mal pagado, con pocas perspectivas y creado durante la expansión del sector servicios».

Una descripción demoledora que, como es fácil imaginar, a punto estuvo de provocar un infarto a los líderes de la compañía, que lograron, apoyados en muchos de los magnates económicos y políticos mundiales que aseguran haber pasado por sus cocinas, que el famoso diccionario añadiera que un McJob, además, «enseña responsabilidad».

El hecho es que, desde que se convirtió en el referente mundial de la comida rápida, McDonald’s ha cosechado un ejército de incondicionales casi tan nutrido como el de enemigos empeñados en desprestigiar la calidad del servicio, la comida y, por su puesto, su política laboral.

Eso, a pesar de que la firma (a la que este periódico solicitó su versión del conflicto laboral sin recibir respuesta) no se cansa de explicar en su web que la relación con sus trabajadores se basa en lo que llaman ‘cinco principios básicos’: respeto y reconocimiento, valores de liderazgo, salario competitivo e incentivos, desarrollo profesional, y recursos para que cada cual desarrolle lo mejor que pueda su trabajo.

Una broma, si uno escucha a los sindicatos españoles que aseguran que las condiciones de sus empleados son muy precarios. «Aquí no tenemos contratos cero, pero en muchos casos el tema de los horarios es la debacle: te pueden cambiar de un día para otro», afirma Mara Río, portavoz del área de Comercio de UGT en Cantabria, que sonríe cuando le dices que McDonald’s asegura que el 90% de los contratos que firman los trabajadores ligados a la compañía son indefinidos. «Claro. Lo serán... pero con 20 horas semanales».

Los sindicatos extienden el problema que esta semana ha colocado a McDonald’s en el punto de mira al resto de los muchísimos franquiciados que de un tiempo a esta parte pueblan el planeta. En opinión de Santos Nogales, secretario estatal de comercio en UGT, su proliferación ha dibujado un nuevo escenario y, en la mayoría de los casos, no se respetan los convenios del sector. «Aunque no es igual si hablamos de un establecimiento que gestiona directamente la marca, que en España solo tiene bajo su paraguas a unos 300 trabajdores, o se trata de una franquicia, McDonald’s es una empresa muy peculiar. La mayoría de las franquicias figuran como sociedad independientes pero tienen convenios muy similares, con unas condiciones entre un 20y un 30% por debajo de las que estipulan los provinciales del sector y, por supuesto, son muy reacias a mantener relaciones con las agrupaciones sindicales».

«Como en el ejército»

Antonio Gómez tiene 24 años y acaba de volver de Chichester, una pequeña ciudad al sur de Inglaterra en donde, mientras aprendía inglés, trabajó durante varios meses en un McDonald’s local. Dice que ni su sueldo, ni sus condiciones de trabajo, eran peores que las del resto de españoles que trabajaban en hostelería en Gran Bretaña. «El jueves te daban el horario de la semana siguiente y es verdad que me lo cambiaban a su gusto, pero también que cuando solicité el trabajo especifiqué que estaba su disposición. ¿El sueldo?, también parecido al de los demás. Me pagaban 8,3 euros la hora y 9,4 si tenía turno de noche».

Una cantidad que está lejos de las aspiraciones de los trabajadores británicos, que reclaman, como ya han hecho antes sus colegas estadounidenses y neozelandeses, un salario mínimo de 15 dólares (unos 13 euros) la hora, y a años luz de los seis euros que en España cobraba a final de 2016 un camarero, o los diez de un intendente.

Aún así, Antonio dice que la única crítica que puede hacer es que trabajar en un McDonald’s es entrar en una suerte de secta. «Una vez al mes la empresa invita a los empleados a cenar o comer para fomentar la unidad. Además, cualquier empleado puede recomendar a un amigo o un familiar para entrar a trabajar y eso propicia que, con el tiempo, sea una especie de gueto. A los pocos meses la mitad son amigos o están liados», dice, y recuerda que sus jefes eran especialmente exigentes con el atuendo. «El uniforme debe estar perfecto y tienes que ir recién afeitado. Pasan revista, como en el ejército».

De hecho, hace décadas que en McDonald’s a los empleados se les llama tripulantes. Una manera, aseguran los sociólogos, de insuflar corporativismo y facilitar las cosas cuando uno trabaja bajo presión. Además, como si fueran generales del Ejército de los Estados Unidos, se les condecora hasta con cuatro estrellas si demuestran ser buenos en las labores de higiene o el trato con la clientela.

Lo que nadie puede discutir es que el gigante Mc ha sobrevivido a todo tipo de escándalos. Seguro que recuerdan la época en la que corrió como la pólvora la noticia de que un cliente (de Osaka, Japón) había encontrado un diente en su bolsa de patatas fritas, o la de aquel chileno que aseguró haberse topado con una cola de ratón inspecionando su ‘Big Mac’. Eso, por no hablar del famoso experimento-documental de Morgan Spurlock que, decidido a demostrar las maldades que hay detrás de una ‘dieta Mac’, hizo tres comidas diarias durante un mes en casa de Ronald McDonald y engordó 11 kilos, sufrió dolores de cabeza, mareos y vómitos y hasta perdió la líbido. Pues bien, la cadena aumentó su beneficio un 3% en 2016, alcanzando los 4.371 millones de euros, e incrementó las ventas a nivel global un 3,8%. , están como locos.

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