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Los insectos que nos comemos, sin saberlo

Los insectos que nos comemos, sin saberlo

Que no consumamos insectos de forma consciente no quiere decir que estos no aparezcan de manera rutinaria en nuestra dieta. Se calcula que ingerimos entre 453 y 907 gramos al año

Javier Morallón

Profesor de biología y experto en tecnología alimentaria

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Domingo, 15 de abril 2018, 00:39

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Estos artrópodos de seis patas son el grupo de animales más exitoso en la historia de la zoología con 500 millones de años de existencia y un buen número de extinciones masivas superadas. Para ellos, el ser humano es un recién llegado con aires de grandeza que, seguramente, desaparecerá a nada que el planeta haga alguna de las suyas. Nutricionalmente nuestra relación con estos invertebrados ha sido larga. Es seguro que durante todo nuestro proceso evolutivo los hambrientos homínidos no pudieron desdeñar una fuente alimenticia tan fecunda. Relación que ha quedado registrada desde la antigüedad, como en las primeras menciones de la Biblia, donde San Juan Bautista en el desierto se alimentaba de langostas; pasando por La Antigua Grecia o Roma, Aristóteles era gran aficionado al consumo de cigarras, Plinio «El Viejo», en su «Naturalis Historia», narra cómo los patricios romanos enloquecían por las larvas de insectos criados en harina y vino; los aborígenes australianos o en la actualidad países del sudeste asiático, África o Sudamérica.

No paramos de comer insectos

Que uno no consuma insectos de forma consciente no quiere decir que estos no aparezcan de manera rutinaria en nuestra dieta, de hecho, los consumimos sin darnos cuenta, porque es prácticamente imposible hacerlos desaparecer en su totalidad de frutas, verduras, harinas… La agricultura no se desarrolla en entorno aséptico libre de bichos. En realidad, cuanto más ecológica y libre de productos químicos es, más protagonismo tendrán nuestros inquietos protagonistas. La industria admite como normal la presencia de pulgones en el brócoli, larvas en la fruta en conserva o fragmentos de exoesqueletos de insectos en el chocolate. Se calcula que consumimos entre 453 y 907 gramos al año. Tanto es así que la FDA (Food and Drug Administration), el organismo que controla la seguridad alimentaria en EEUU, tiene límites específicos acerca de cuantos insectos pueden contener ciertos alimentos. Por ejemplo, 227 ml de jugo de naranja pueden contener legalmente cinco moscas de la fruta o 100g de espinacas congeladas pueden tener 50 ácaros, pulgones y un poco de oruga.

1 de enero de 2018

Desde esta fecha ya se pueden comprar insectos en España para consumo humano de forma legal. Es lo que la Unión Europea llama «Novel Foods» y supone un cambio significativo para Europa. Algo que es de lo más común en otros países, de ahí que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estime que los insectos se incluyen en la dieta tradicional de cerca de 2.000 millones de personas en todo el mundo. Muchos insectos son ricos en proteínas, grasas buenas y tienen un elevado contenido en calcio, hierro y zinc. Hay que recordar que cada gramo de proteína obtenida a través de los insectos es mucho más sostenible que la proporcionada, por ejemplo, por los mamíferos. Medioambientalmente se consumen menos recursos, algo que puede ser de notable importancia en un planeta que se encamina a los 8.000 millones de habitantes.

Open your mind

Las nuevas modas culinarias nos los acercan cada vez más y, posiblemente, sea hora de mirarlos con otros ojos. Su contenido proteico en general es excepcionalmente alto (entre un 40 – 50%) y proveen más alimento utilizable por kilogramo que el pollo o la ternera, algo que puede ser la solución al hambre del mundo de cara al horizonte de 2030, cuando seamos 9.000 millones de personas, según un informe de la ONU. Las barreras culturales que nos impiden comernos una nutritiva termita voladora de Ghana, las orugas de polilla gigante australiana, los grillos vietnamitas o las siempre deliciosas hormigas «culonas» colombianas son las mismas que hacen que consideremos una delicia, la gelatinosa ostra y el baboso caracol o ¿es que realmente existe tanta diferencia entre comerse un saltamontes o un langostino? Conviven con nosotros más de 1.600 variedades comestibles dispuestas a cautivar los paladares más exquisitos. No sabemos lo que comeremos dentro de 20 años, pero desde luego el hombre no debería seguir privándose de una de las principales fuentes de alimento de la naturaleza: «los insectos».

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