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Receptor y transmisor. Un sensor soluble enviará la señal a un parche colocado en el costado izquierdo del paciente. El mismo dispositivo transmitirá la información al móvil. R. C.
La pastilla chivata

La pastilla chivata

Estados Unidos aprueba una píldora que informa de si el paciente la ha tomado o no. Será de uso voluntario y ayudará a las personas con problemas de memoria, pero plantea dudas éticas relacionadas con la privacidad

JOSEBA VÁZQUEZ

Lunes, 20 de noviembre 2017, 00:43

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Podría haber sido uno más de los instrumentos de alienación y control del individuo empleados por el Partido en la opresiva y distópica sociedad descrita en ‘1984’. Pero cuando George Orwell acabó de escribir su novela más conocida, hace casi setenta años, seguramente era demasiado pronto para imaginar semejante producto de ciencia ficción. Ya no. De hecho, ha recibido esta misma semana el visto bueno de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), que ha aprobado «el primer fármaco dotado de un sistema digital de seguimiento de la ingestión», según el comunicado de prensa emitido por la propia agencia gubernamental americana.

Se trata de un producto que incorpora un sensor ingerible y soluble en el fluido estomacal que detecta e informa de si el paciente está tomando la medicación y si lo hace en las horas y dosis prescritas. Esta comunicación la recibe un parche exterior que, a su vez, la transmite a una aplicación del teléfono móvil del usuario. Finalmente, los datos pueden ser enviados al médico que ha recetado el tratamiento y hasta a cuatro personas más elegidas por el enfermo. Todo esto siempre con su debido consentimiento, que podrá ser revocado en el momento en que el interesado lo considere oportuno. En pura teoría.

Un antisicótico

El objetivo es controlar en qué medida los pacientes cumplen el plan de medicación que tienen establecido, lo que en términos médicos se denomina adherencia farmacológica. Algunos estudios afirman que, junto al perjuicio para la salud del usuario, el bajo nivel de cumplimiento genera en Estados Unidos un gasto extra de 100.000 millones de dólares anuales, ya que en múltiples casos el descuido del enfermo obliga a un tratamiento adicional e, incluso, a ingresos hospitalarios. Aunque todo apunta a que en los próximos años este avance se extenderá a otros sectores de la industria farmacéutica, por el momento las autoridades sanitarias estadounidenses solo han dado luz verde a su uso en un fármaco antisicótico indicado para casos de esquizofrenia, episodios maníacos, trastorno bipolar y depresión.

Comprimidos

  • 100.000 millones de dólares (85.000 millones de euros) de gasto médico extra se calcula que provocan cada año en Estados Unidos los enfermos que no cumplen con sus tratamientos médicos (falta de adherencia farmacológica). Este coste se deriva de las segundas atenciones e, incluso, de los ingresos hospitalarios que en ocasiones precisan.

  • Dos fabricantes. El nuevo producto, Abilify MyCite, surge de la colaboración entre la empresa farmacológica Otsuka y Proteus Digital Health, una compañía californiana encargada de crear el sensor que se incluye en la pastilla y que se disuelve al contacto con los fluidos gástricos. El Abilify, a secas y sin sensor digerible, ya se comercializaba desde el año 2002, también fabricado por Otsuka. Se prescribía igualmente para casos de esquizofrenia y patologías mentales.

  • Excluido en demencia. Según publica la FDA, el Abilify MyCite contiene un recuadro de advertencia que alerta a los profesionales de la salud de que los pacientes ancianos con psicosis relacionada con la demencia tratados con medicamentos antisicóticos tienen un mayor riesgo de muerte. Abilify MyCite no está probado para tratar a pa

  • 1% es el porcentaje de ciudadanos de Estados Unidos que sufren esquizofrenia. Por lo general, los síntomas se observan por primera vez en adultos menores de 30 años. Los más comúnes consisten en escuchar voces y creer que otras personas leen sus mentes o controlan sus pensamientos

  • Otras enfermedades. El Abilify MyCite está creando tendencia. En Estados Unidos varias empresas experimentan y desarrollan ya pastillas digitales para enfermedades no mentales, sino indicadas para enfermos cardíacos, hipertensos o diabéticos.

El Abilify MyCite, nombre que se ha dado a esta tableta con sensor digital, estará en el mercado estadounidense el año próximo. Su precio aún se desconoce, así como el grado de popularización que pueda alcanzar y, en función de este, el momento en que el artículo se expanda a Europa y el resto del mundo. «Esto resulta muy difícil de determinar. Dependerá del éxito del producto –aclara Juan del Arco, director técnico del Colegio de Farmacéuticos de Bizkaia–. Hasta que no pruebas las cosas no sabes si van a funcionar. El mundo de la farmacología está llena de grandes inventos que, desgraciadamente, al final quedaron en agua de borrajas».

Del Arco no se muestra sorprendido por la aprobación de este dispositivo por parte de la FDA. «Es un recurso tecnológico que tarde o temprano sabemos que va a llegar. La falta de adherencia es uno de los grandes problemas de los tratamientos crónicos y este tipo de soluciones siempre son bienvenidas; cualquier ayuda es positiva», comenta. Los fabricantes de la pastilla entienden que ofrece un avance especialmente beneficioso para los pacientes que, de forma ocasional, se olvidan de tomar su medicación. Un problema frecuente entre usuarios de la tercera edad. Normalmente, cuanto mayor es la persona más posibilidades tiene de sufrir lapsus de memoria.

¿La patología equivocada?

Hasta aquí, nada que objetar a este gran hermano de botica. Ahora bien, son numerosos los expertos que cuestionan algunos aspectos. Para empezar, muchos piensan que el ámbito psiquiátrico no es el más indicado para la comercialización de este nuevo dispositivo de aviso. «Una cosa es la falta de adherencia involuntaria y otra la voluntaria. El área mental no me parece el más adecuado para su uso porque puede generar reticencias en el paciente, que puede pensar que no necesita un policía dentro de la cápsula. De esta forma, puede ver al medicamento y al psiquitra como enemigos, lo que no va a mejorar realmente la adherencia, sino al contrario», razona Juan del Arco.

También en Estados Unidos se han hecho escuchar voces que encuentran pegas al nuevo producto. Aun destacando «el gran potencial para mejorar la salud pública» de la pastilla digital, Paul Appelbaum, director de Derecho, Ética y Psiquiatría en la Universidad de Columbia, entiende que «muchos enfermos mentales no toman medicamentos porque no les gustan los efectos secundarios, o no creen que tengan una enfermedad, o porque se vuelven paranoicos con respecto a las intenciones del médico». En su opinión, por delante de la esquizofrenia o el trastorno bipolar, existen afecciones más apropiadas para aplicar el detector; por ejemplo, las cardíacas, la hipertensión o la diabetes.

«El paciente puede pensar que no necesita un policía en la cápsula»

juan del arco, farmacéutico

«Existe el riesgo de que la información caiga en manos de terceros»

rubén sánchez, portavoz de facua

Rubén Sánchez, portavoz de FACUA-Consumidores en Acción, se pregunta si el Abilify MyCite no puede llegar a «agravar la situación médica de, por ejemplo, una persona con problemas de paranoia que empiece a darle vueltas a la cabeza sobre quién está monitorizando ese seguimiento, por qué y para qué».

Aseguradoras al acecho

Este es el primer inconveniente que Sánchez ve en una novedad que, en primera instancia, valora como «positiva» porque «puede provocar ahorros al sistema de la sanidad pública y garantías en el seguimiento de un tratamiento». El segundo «elemento negativo» afecta a la cuestión de la privacidad. «Existe el riesgo de que esa información caiga en manos de terceros, como compañías aseguradoras que podrían utilizarla para negar productos o coberturas a determinada gente. No pasaría nada si estuviera en manos exclusivamente del sistema público de salud», alerta el portavoz de la organización de consumidores.

Y no es ni mucho menos la suya una advertencia sin sentido. En Estados Unidos, donde el sistema sanitario descansa principalmente en la iniciativa privada, algunas aseguradoras ya estudian la posibilidad de ofrecer incentivos y bonificaciones, como descuentos en copagos, a los pacientes que usen este producto. En declaraciones a ‘The New York Times’, el doctor Eric Topol, director del Instituto de Ciencia Traslacional Scripps, ha advertido que incentivar en exceso esta tecnología puede convertirse en «un método de coacción». Y es aquí donde queda en entredicho la teórica voluntariedad consentida del usuario, que puede verse sometido a una presión coercitiva. Un problema ético extensible al campo penal: imaginemos que la ingestión regular de la píldora chivata sea requerida para conceder la libertad condicional o algún tipo de beneficio penitenciario a presos sometidos a tratamientos psiquiátricos. El uso del fármaco por su parte se vería claramente dirigido.

«Si en algún momento este dispositivo llega aquí habría que evaluar si plantea algún conflicto legal vinculado con los derechos en relación a la privacidad», advierte Rubén Sánchez. Por el momento, directivos de la farmacéutica Otsuka, firma que ha producido la pastilla, afirman haber contratado en su momento a varios especialista en bioética, precisamente para evitar que al Abilify MyCite se le pueda reprochar nada desde los puntos de vista moral y legislativo. Para ellos, todo queda resuelto desde el momento en que los consumidores pueden detener el flujo de información de forma instantánea en cuanto lo deseen.

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