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El Koala cuenta que la nuevas canciones le salieron mientras montaba en bicicleta por la ciudad. :: sur
El Koala se vuelve un urbanita

El Koala se vuelve un urbanita

Ya no hay huertos ni cabritillas. El artista malagueño se pone el traje de chaqueta para acercarse a la ciudad en su nuevo disco

REGINA SOTORRÍO

Viernes, 6 de abril 2018, 00:06

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Esta vez no tiene intención de montar un 'corrá', no esperen que explique cómo sembrar papas o que grite a los cuatro vientos que él es 'arbañí'. A su alrededor no hay ni huertas ni cabritillas, y ni rastro de las camisas hawaianas. Mantiene su sombrero de paja, eso sí, pero no para cubrirse del sol sino para irse a un spa. El Koala se vuelve un urbanita en su nuevo disco, 'El Koala se acerca a la ciudad', un álbum donde estrena 'look' con camisa, chaqueta y hasta corbata. «Siempre se me ha visto trabajando o con los animales. Y las cabras son muy bonitas, pero el pestazo que echan... Ya me apetecía ponerme un trajecito guapo con mi colonia y disfrutar», cuenta con guasa Manuel Jesús Rodríguez.

Explica que las canciones de este álbum le salieron mientras pedaleaba en su bicicleta por Málaga capital. Sigue viviendo en la Axarquía, con un pequeño huerto ecológico y su perrito. «El campo me encanta, pero voy mucho a la ciudad y quería reflejarlo», añade. Y así, mientras se movía por el carril bici, veía que 'Las niñas que se peinan' «no quieren la lluvia», como canta en el single que sirve de anticipo al álbum, a la venta en mayo.

Escribe desde la visión de «un campesino en la ciudad» que se sorprende, por ejemplo, «de cuánto se abriga la gente» ('No me quiero resfriar') y de lo obsesionados que están con el Facebook, al que él llama 'faceburro'.

Un cambio de perspectiva que acompaña de un cambio de género. Del agrorock que le lanzó a la fama con aquel archifamoso 'Opá yo viazé un corrá', El Koala entra ahora de lleno en el flamenquito, «un ritmo muy fresco que funciona muy bien y permite hacer letras de cachondeo y otras más serias». Lo que mantiene intactas son sus ganas de fiesta en el medio centenar de pueblos que suele recorrer cada verano. Y en esos escenarios, aclara, volverá a las chanclas y las bermudas. «Es donde más se me requiere. Soy un artista que sale muy económico para los pueblos, con un montaje sencillito de tres o cuatro músicos que nos defendemos muy bien. Bueno, bonito y barato, pero con jamón». Ahí lo deja.

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