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Guiza es hija del Nilo

Guiza es hija del Nilo

Los egipcios diseñaron un sofisticado entramado fluvial para transportar en naves 170.000 toneladas de piedra y construir la Gran Pirámide. Lo revela un arqueólogo francés tras descifrar los apuntes del jefe de obra

icíar ochoa de olano

Miércoles, 1 de noviembre 2017, 23:49

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El mundo esotérico acaba de perder uno de sus magnéticos símbolos. La construcción de la Gran Pirámide, el edificio de piedra más alto del mundo (140 metros) hasta bien entrado el siglo XIX, cuando quedó superado por la aguja de la iglesia de San Nikolai, en Hamburgo, no es cosa de extraterrestres. Tampoco de los atlantes. 4.500 años después de que se levantara, el jefe de tan colosal y fascinante obra acaba de revelar el misterio. Lo ha hecho por boca de Pierre Tallet, un reconocido egiptólogo francés de la Universidad de la Sorbona y director de la misión arqueológica que en 2013 halló su ‘cuaderno de trabajo’.

Este experto se encontraba un día trabajando a orillas del Mar Rojo, a 180 kilómetros al sur de la ciudad de Suez. En concreto, en Wadi el-Jarf, un conocido yacimiento que resultaría ser el puerto más antiguo conocido hasta nuestros días. En un cueva de la zona, le aguardaba un auténtico tesoro en forma de cientos de fragmentos de papiros inscritos que resultaron ser también los más vetustos hasta la fecha de todos los exhumados en el país de las momias. Entre esos textos había un libro de registro del año 27, correspondiente al reinado del faraón Keops, que describe con cierto detalle la construcción de la Gran Pirámide de Guiza. Está escrito por Merer, capataz encargado de coordinar la edificación de la impresionante panteón que quiso para sí Keops.

Así lo revela el orgulloso egiptólogo galo en el documental ‘La Gran Pirámide de Egipto: La nueva evidencia’, que acaba de emitir la cadena pública británica Channel 4. Cuatro años de minucioso estudio le ha costado a Tallet descifrar el valioso papiro que el encargado de obra rellenó allá por el siglo XXVI antes de Cristo y que ahora, en el siglo XXI de la era moderna, el profesor de la Sorbona ha hecho público.

A través de la traducción de esos apuntes –un cronograma diario de dos columnas–, el arqueólogo asegura haber resuelto uno de los enigmas más intrigantes de la historia: cómo los antiguos egipcios se las apañaron para transportar más de 170.000 toneladas de piedra caliza para levantar la fastuosa tumba. Hasta ahora, sus colegas únicamente habían podido averiguar que la roca empleada procedía de Tura, una cantera de piedra caliza situada a unos trece kilómetros de la pirámide, en la otra orilla del Nilo.

Pan y cerveza para la plantilla

El bautizado como ‘Registro Merer’ despeja la equis y cuenta cómo se abrieron grandes diques desde el legendario río y cómo los ingenieros de la cuarta dinastía diseñaron un sofisticado entramado de canales para desviar el agua desde el cauce original y conducirla hasta hasta un puerto interior, emplazado prácticamente a pie de obra. Durante años, por esos afluentes artificiales se desplazarían miles de trabajadores a bordo de rudimentarias naves de la Edad de Bronce portando la pesada carga. El viaje desde la cantera hasta la meta transcurría entre dos y tres días, en función de la mercancía de cada bote. Con el paso de los siglos, las generosas crecidas del mayor río de África acabarían por sepultar la estructura fluvial.

En sus apuntes, el capataz también dejó constancia de la alimentación que recibían los jornaleros –fundamentalmente, a base de pan y cerveza– y de que la máxima autoridad de los trabajos que en dos décadas alumbraron el prodigio arquitectónico fue Anjaf, hermanastro del faraón, tío de Kefrén y ‘número dos’ durante la Corte de este último soberano. Todos estos datos han quedado recogidos en la revista científica ‘Near Eastern Archaeology’.

El sistema de transporte detallado por Merer y descodificado por Tallet encaja con el descubrimiento realizado recientemente por el veterano arqueólogo estadounidense Mark Lehner, que desenterró bajo la meseta de Guiza el tramo último de la cuenca por la que, cree, discurría el canal central. En paralelo, otra expedición de especialistas que excava en el complejo de las pirámides ha exhumado restos de un barco y de una red de vías navegables que parecen avalar la naturaleza acuática de la más antigua de las siete maravillas del mundo y la única que sobrevive.

«Es un descubrimiento excepcional porque confirma hipótesis planteadas a partir de hallazgos arqueológicos anteriores y que de otra forma no podrían haber sido confirmadas. Es lo que todo el mundo sueña con encontrar en Egipto», admite a este periódico Alejandro Jiménez, profesor de Historia Antigua de la Universidad Jaén y egiptólogo. Director durante nueve años de una exitosa misión en una necrópolis de nobles en Asuán, confiesa sin embargo sentirse más atraído por las revelaciones que puedan deparar la aplicación de nuevas tecnologías a la arqueología, como el ADN. «Al fin y al cabo, se trata de conocer nuestros orígenes y de saber por qué somos de una manera u otra. Todo ello nos acercará a la dimensión humana de la Historia», concluye.

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