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Lunes, 12 de febrero 2018, 23:57
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De entre las distintas artes escénicas, está claro cuál es la favorita de Jorge Mario Bergoglio. Películas ha dicho en alguna ocasión que apenas ve y al teatro o a conciertos lo tiene difícil para poder acudir sin convertirse en centro de todas las miradas. Hay en cambio unos profesionales del espectáculo que siempre tienen abiertas las puertas en las audiencias del Papa. Se trata de los trabajadores del circo, un mundo que gusta mucho al Pontífice argentino. Siempre que tiene ocasión los recibe, les dedica unas palabras y se fotografía con ellos, incluso cuando van acompañados por las fieras que utilizan en sus números. En la habitual audiencia general de los miércoles, celebrada hace unas semanas en el Aula Pablo VI del Vaticano, Francisco compartió el protagonismo con los directores y artistas de dos circos que se encuentran en estos días en Roma, el ‘Medrano’ y el ‘Rony Rollert Circus’.
«Querría daros las gracias también a vosotros por vuestro trabajo, un trabajo de belleza. Vosotros con vuestro arte expresáis la belleza y con la belleza hacéis que todos nosotros lleguemos más arriba, más cerca de Dios», les dijo el Papa. «¡Vuestro trabajo de belleza nos hace bien a todos, muchas gracias!». Al final de la audiencia, varios artistas actuaron frente al Pontífice sobre el mármol del Aula Pablo VI. Hubo payasos, malabaristas, saltimbanquis y dos niños vestidos de rojo que besaron a Bergoglio, que disfrutó del espectáculo aplaudiendo en varios momentos. No había en esta ocasión animales sobre el escenario, como ocurrió durante la audiencia que concedió a unos 7.000 trabajadores del mundo del circo en junio de 2016. Un grupo de ellos se presentó entonces con un tigre. Decían que era sólo un cachorro y le daban un biberón con leche, pero imponía igualmente por su tamaño. Pese a que dudó durante unos instantes, Francisco superó el miedo inicial y se levantó de su sillón para acariciar el lomo del tigre. Hacía así honor a su nombre, elegido en recuerdo de Francisco de Asís, el santo de los pobres y también de los animales. Aquella imagen no gustó nada a las asociaciones de defensa de los derechos de los animales, que denunciaron que el Papa se olvidaba de que los circos no son más que «un lugar de sufrimiento» para las fieras.
El mes pasado Bergoglio volvió a demostrar su gusto por estos espectáculos al distribuir entre los indigentes, refugiados, presos y familias necesitadas 2.100 billetes que había puesto a su disposición un circo.
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