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¿Por qué Andalucía, Asturias y Galicia son las comunidades con más obesos?

La culpa no es de la gastronomía ni el clima, sino del nivel educativo y los ingresos

INÉS GALLASTEGUI

Jueves, 17 de mayo 2018, 18:11

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En Asturias los platos estrella son el cachopo y las fabes con su rico compango, un menú contundente pensado para hacerse fuertes frente a las inclemencias del tiempo. En Andalucía presumen del gazpacho y el pescaíto frito, una comida ligerita ideal para degustar en un día de sol. Sin embargo, las dos comunidades se encuentran en lo más alto del poco honroso ranking de la gordura en España: la una, en primer lugar, con un 25,7% de la población adulta obesa, y la otra, en el tercer puesto (en medio está Galicia), con un 24,4%. El dato ya da una idea de que la causa de esta epidemia que provoca graves problemas de salud –diabetes, infartos y cáncer, entre otros– y enormes costes económicos –en gastos sanitarios y bajas laborales– no está relacionada con la geografía ni con el clima, sino con un conjunto de factores entre los que los ingresos y el nivel educativo ocupan un lugar clave. «Comer mal es barato», sentencia el dietista-nutricionista Aitor Sánchez.

La fuente de estos datos es el Estudio Nutricional de la Población Española (ENPE), realizado entre casi 4.000 personas de 25 a 64 años de todo el país. Además de preguntar sobre sus hábitos alimentarios y deportivos, los investigadores, coordinados por la profesora de la Universidad del País Vasco Carmen Pérez Rodrigo, registraron el peso y la talla de los participantes para determinar su Índice de Masa Corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso entre la altura (en metros) al cuadrado. Si ese valor es superior a 25 existe sobrepeso y si es mayor de 30, obesidad. Por ejemplo, una persona de 1,70 de altura con 74 kilos tiene sobrepeso y a partir de 87, obesidad. También midieron su obesidad abdominal –la más peligrosa–, que se determina a partir de 102 cm de cintura en varones y 88 en mujeres.

El doble de obesos que de desnutridos

No hace tanto, las carnes desbordantes estaban ligadas a la opulencia. Basta ver los cánones de belleza femenina, que han pasado de la glorificación de la celulitis de Rubens al actual ensalzamiento de los cuerpos esqueléticos en el mundo de la moda. Hoy en día la gordura –segunda causa de muerte prevenible en el planeta– está cada vez más vinculada a la pobreza. En el mundo hay ya el doble de seres humanos con sobrepeso (1.900 millones) que con desnutrición (unos 800 millones). En los países en vías de desarrollo conviven ambos desequilibrios: individuos raquíticos por falta de nutrientes junto a gente que se atiborra de 'fast food'. Aún más: no es raro que personas rollizas sufran males asociados a la grasa –diabetes, hipertensión, apnea o problemas articulares– y además estén malnutridas. Cambios repentinos en la dieta causados por la invasión de la comida basura –grasienta y azucarada– han provocado un verdadero desastre sanitario en islas del Pacífico como Tonga, Samoa, Nauru, Palaos o las islas Cook, donde uno de cada dos habitantes es obeso.

Los resultados son alarmantes, especialmente entre los hombres, y empeoran con la edad. Después de las tres comunidades líderes en obesidad aparecen Murcia (23,9%), Madrid (23,8%), Aragón (23,7%), Castilla-La Mancha (23,6%), Castilla-León (22,1%), Navarra (20,9%) y Canarias, que en otros estudios sobresalía de forma preocupante pero en esta investigación obtiene 'solo' un 20,1%. Sin embargo, ni siquiera las regiones con menos porcentaje de gente obesa –Baleares (10,5%), Cataluña (15,5%), País Vasco (16,8%), Cantabria (17,6%), La Rioja (17,9%), Extremadura (19%) y Valencia (19,8%)– pueden cantar victoria, porque en todas ellas, salvo Baleares (42,7%), al menos la mitad de los ciudadanos pesan demasiado, con un abanico entre el 50,7% de Euskadi y el 66,8% del Principado.

El estudio es consistente con otros realizados antes –como la Encuesta Europea de Salud en España de 2014– y constata similares diferencias regionales en el mapa de la gordura. Pérez Rodrigo, presidenta de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, admite que faltan datos por analizar, pero recuerda que está demostrada la relación entre un bajo nivel educativo y de renta y el exceso de kilos.

Las comunidades más prósperas son también las que sufren en menor medida el azote de esta nueva epidemia: a excepción de Madrid y Aragón –con porcentajes de sobrepeso total superiores al 60%–, el resto de las regiones con un PIB mayor a la media –País Vasco, Navarra, Cataluña, La Rioja y Baleares– son las más 'delgadas'.

Afinar la línea

  • Medir la grasa corporal. La Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad busca financiación para un estudio acerca del sobrepeso que incluirá la medición de la grasa corporal con técnicas de bioimpedancia. Su vicepresidente, Diego Bellido, explica que el IMC –que solo considera el peso y la estatura– no es una herramienta fiable como predictor de enfermedad: hay personas con un alto porcentaje de masa muscular que arrojan un IMC de obesos sin serlo –por ejemplo, los culturistas–, y personas 'delgadas' con mucha grasa corporal.

  • 76% de sobrepeso y obesidad presenta el grupo de más edad (55-64 años) del estudio ENPEde la Fundación Eroski, más acusado en los varones (79,9%) que en las mujeres (73,7). Es altísimo.

  • 450.000 kilos, 9 de media cada uno, adelgazaron los 47.000 vecinos de Oklahoma City que se apuntaron al reto de su alcalde, Mick Cornett. Su ambicioso plan incluyó desmantelar carreteras y construir en su lugar aceras para caminar, carriles-bici, parques y equipamientos deportivos, pero también mejorar los menús de los restaurantes y subir los impuestos de dulces y refrescos.

Aitor Sánchez, autor del blog y el libro 'Mi dieta cojea' (ed. Paidós, 2016), niega que una dieta saludable sea cara, pero sí admite que los alimentos de peor calidad nutricional, como los dulces, la bollería y los productos ultraprocesados, están tirados de precio y son sabrosos –tienen más azúcar, más sal, más grasa y más sabor; de eso se encarga la industria que los fabrica–, fáciles de comer –apenas necesitan preparación– y se conservan más tiempo que sus rivales frescos. «Doce cruasanes de supermercado valen lo mismo que un aguacate», lamenta Sánchez.

Pérez Rodrigo apunta que, aunque aún es pronto para sacar conclusiones, se ha detectado que en los lugares y en los grupos poblacionales donde el patrón de alimentación se aproxima a la dieta mediterránea –más frutas, verduras, pescado, frutos secos y aceite de oliva para cocinar, y menos dulces y carnes rojas y procesadas– se observa menos sobrepeso. «No es la dieta mediterránea de la posguerra», matiza, porque el estilo de vida ha cambiado y el coche y los trabajos sedentarios han reducido el gasto energético. «En el País Vasco se consumía a principios del siglo XX un kilo de pan por persona al día, y hoy apenas llega a los 70 u 80 gramos», señala.

El nivel educativo también es determinante en nuestras elecciones a la hora de comer. Según la citada encuesta europea, las tasas de obesidad en las personas con estudios básicos duplican a las de los universitarios (22,76% frente al 9,62%), y esa tendencia es más acusada en la tercera edad y en el sexo femenino, donde se triplican.

El dietista nutricionista Juan Revenga, autor del libro 'Adelgázame, miénteme' (Ediciones B, 2015), cree que, además, los consumidores reciben información sesgada y contradictoria sobre alimentación, lo que dificulta tomar decisiones adecuadas. Por ejemplo, la misma industria alimentaria que vende productos perjudiciales y ultracalóricos –como refrescos, bollería, embutidos y aperitivos– colabora con el Gobierno en su plan de Hábitos de Vida Saludable. «El sobrepeso es un problema de magnitud global, provocado por una constelación de causas, y la solución no va a llegar mientras no haya voluntad política para cambiar», subraya.

Una ley contra la báscula

¿Y qué hacen los políticos al respecto? La Estrategia NAOS del Ministerio de Sanidad se centra en analizar el problema y realizar campañas informativas, pero las experiencias internacionales indican que, contra la obesidad, solo triunfa la guerra total. Este es el enfoque de la Junta de Andalucía, la primera comunidad autónoma en dar rango de ley a su plan de lucha contra la báscula. El proyecto implica a toda la sociedad, con medidas como obligar a los restaurantes a disponer de menús saludables y raciones de distintos tamaños, ofrecer agua gratis en los espacios públicos –también los bares–, clarificar el etiquetado de los alimentos, promover el uso urbano de la bicicleta o limitar la publicidad de productos hipercalóricos para los niños. En el ámbito escolar, la ley implanta las cinco horas semanales de educación física, incluye la promoción de la salud en el currículo e impulsa los menús equilibrados en los comedores.

Los gobiernos de Asturias y Galicia han centrado sus planes en la obesidad infantil. El primero, con un proyecto piloto de promoción del deporte escolar que este curso abarca seis colegios, y el segundo, con el plan Xermola, que pretende prevenir, detectar y tratar el problema en los niños de corta edad en las escuelas.

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