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Nacho Castillo, en una manifestación.
Peseto Loco, el taxista 'más radical' del gremio

Peseto Loco, el taxista 'más radical' del gremio

«Soy un villano por defender lo mío», detalla este exboxeador con gafas de espejo, músculos tatuados, una condena por un tiro de perdigón... Niega ser un neonazi

antonio paniagua

Martes, 6 de junio 2017, 00:04

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El taxista Nacho Castillo (Algete, Madrid, 35 años), ahora por todos conocido como Peseto Loco, su sobrenombre en el gremio, vive un drama. Hoy es el aniversario de la muerte de su adorado Mohamed Ali y le aguan la efeméride con acusaciones de racista, violento y ultra. Peseto Loco, que se define como un tipo «cañero» en la huelga del taxi contra la competencia de Uber y Cabify, accedió a hacerse una foto con Melisa Domínguez, líder de una formación ultraderechista y xenófoba, en el transcurso de una protesta sindical contra las VTC (compañías de alquiler de vehículo con conductor). La imagen ha corrido como la pólvora en teles y redes, y algunos medios le han convertido en el cabecilla de una supuesta ala radical de los taxistas. La que se escondería en torno a la federación profesional Élite. Él niega la mayor. Admite que participó dos veces en un programa radiofónico con Melisa y que dio una charla a los ultras, pero de neonazi nada. «Yo voté a Podemos, me parecía que era la única alternativa», asegura Castillo que pide al periodista que traslade una petición. «Me gustaría que Pablo Iglesias hiciera un hueco en su agenda para reunirme con él. Es el único que realmente nos defiende», sostiene Castillo, que de joven abrigó simpatías hacia los comunistas y anarquistas y ahora se declara «de centro».

Harto como estaba de que le vieran como el fascista del volante, Peseto Loco estuvo a punto de callarse y dejar inactivas sus cuentas en las redes sociales. Si ha accedido a hablar con este periódico es porque teme que el lío montado repercuta negativamente en su hija de siete años, con la que vive desde su divorcio.

Peseto Loco luce gafas con lentes de espejo, tiene rapadas las sienes y exhibe unos brazos de músculos formidables ilustrados con tatuajes. Bajo su «perfil exótico», como él mismo reconoce, se esconde un hombre que se declara «pacífico y luchador». Con todo, lo está pasando mal por el jaleo armado. «En 24 horas sólo he comido un pincho de tortilla. Es verdad que he estado hablando muy mal y dando por culo a estas aplicaciones. He difundido noticias contra ellos, de cómo sus conductores engañan a la policía para burlar la ley. Los compañeros pusimos pasta para que todas las noticias negativas llegaran a la gente que busca en internet temas relacionados con Cabify y Uber. Nuestra campaña ha llegado a miles de personas. Les hemos hecho mucho daño y ahora tocaba la venganza», cuenta Peseto Loco, quien debe su apodo a un boxeador con el que hacía puños en el gimnasio. «Ahora le pego al saco en casa. Mientras mi hija ve Bob Esponja, yo le doy».

En Élite Madrid aseguran que no es tan fiero el lobo como lo pintan. «Es una buena persona», dice el portavoz de la organización, Adrián Martínez. No conviene juzgar por las apariencias. Sólo los que le conocen bien saben a ciencia cierta si Peseto Loco es una mala bestia o un alma de cántaro. En una entrevista telefónica es difícil averiguarlo. Pero hay un detalle que denota que es una persona atenta. Su taxi va equipado con una nevera portátil con agua fresca para el pasajero sediento. Aplacar la sed en su coche sale gratis. Eso sí, la botellita de agua tiene impresa una pegatina en la que el término apps va acompañado de una calavera con los huesos cruzados, el icono que sirve tanto para identificar a los piratas como para advertir del peligro de electrocución.

Hipoteca y condena

Nacho es un autónomo con coche propio que compró una licencia por 165.000 euros. La de un vehículo con conductor puede salir por 40.000 en Madrid. La diferencia de coste responde a que las VTC están sometidas a ciertas restricciones. Uber y Cabify, que sonaban a música celestial al acogerse al título de economía colaborativa, compiten con los taxistas por un mercado apetecible. A Peseto Loco le llevan los demonios cuando habla de ellos. «Con 28 años me metí en una hipoteca a 25 y pago al mes unos 600 euros».

La justicia le condenó en 2016 por disparar a un chófer de Cabify con una carabina de aire comprimido. Al tratarse de un delito leve, le multaron con algo más de 600 euros. Peseto Loco niega que fuera él quien tirara el perdigonazo. Pagó la sanción, dice, para no delatar al verdadero autor, un colega del gremio. Sus compañeros hicieron una colecta y costearon la multa. «Me comí el marrón. Jamás he tenido antecedentes penales. Además al tío no le rompieron nada, fue sólo un picotazo en el derivabrisas. ¿Sabes lo que es? Es lo que va encima de la ventanilla para que no entre agua al coche».

Nacho ya no pertenece a la asociación Élite Madrid. La dejó hará seis meses porque en su junta directiva había personas de MyTaxi, otro programa para pedir taxi con el móvil. No comprende por qué se le ha criminalizado. «En la lucha contra el cierre de los astilleros los trabajadores se hicieron hasta con bazucas y fueron considerados unos héroes. Y yo, pobrecito, resulta que soy un villano por defender lo mío».

Ya admiraba a Mohamed Ali por ser un «ejemplo». Desde que una novia le descubrió su libro de memorias, su fervor por el campeón del cuadrilátero creció. «Es un modelo como deportista y por su lucha por los derechos civiles», sentencia.

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