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Fernando Alonso, esta semana.
500 millas de Indianápolis: 100 ediciones con muchas historias por conocer

500 millas de Indianápolis: 100 ediciones con muchas historias por conocer

Fernando Alonso debuta el domingo en las 500 Millas de Indianápolis, una prueba mítica con más de cien años

fernando miñana

Viernes, 26 de mayo 2017, 00:38

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Parnelli Jones, un expiloto de 83 años vividos siempre entre motores, dijo no hace mucho que las 500 Millas de Indianápolis era una carrera que disputaban pilotos gruesos sobre ruedas finas que se ha convertido en una carrera de pilotos finos sobre ruedas gruesas. Una manera como otra cualquiera de explicar la evolución obvia de una prueba mítica del automovilismo con cien ediciones y 106 años de historia.

Es una de las tres carreras legendarias de las cuatro ruedas junto a las 24 Horas de Le Mans y el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1. Un trío que un día alguien se empeñó en llamar la triple corona pese a que solo un piloto en la historia, el británico Graham Hill, levantó el trofeo en estos tres templos del motor: una vez en Indianápolis (1966), otra en Le Mans (1972) y cinco en Mónaco. Un privilegio lo suficientemente apetitoso como para que Fernando Alonso, a dos meses de cumplir 36 años, se ausente esta temporada en la Costa Azul para correr el domingo las 500 Millas.

La vieja Europa, más familiarizada con la F-1, solo conoce la carrera por sus épicas películas, como aquella de James Goldstone (500 Millas, 1969) con Paul Newman al volante. Pero en Estados Unidos causa auténtico fervor y cada año reúne en las gradas del Indianapolis Motor Speedway a más de 250.000 espectadores, a los que hay que sumar otros 400.000 que simplemente acuden a disfrutar del ambiente festivo en los alrededores.

La carrera consiste en dar 200 vueltas a un óvalo de 2,5 millas (4,023 kilómetros). Aunque el gran plato se sirve después de un ceremonioso aperitivo. Desde 1974, se hace coincidir esta cita con el Memorial Day para rendir homenaje al Ejército y a los veteranos de guerra. Una salva de disparos da paso a la interpretación de Taps, la conocida y sencilla melodía de 24 notas que interpreta un trompetista en honor a los caídos. Más tarde suena el himno de Estados Unidos y el Back Home Again Indiana, mientras se sueltan miles de globos al cielo.

Es la hora de los bólidos y de una orden ancestral: «¡Ladies and gentlemen, start your engines!» (Damas y caballeros, enciendan sus motores). En ese momento, el Pace car este año será un Corvette Grand Sport con 460 caballos y capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 3,6 segundos, a menudo pilotado por una celebridad, arranca delante de los 33 monoplazas para poner en marcha una salida lanzada con once filas de tres coches cada una.

A partir de ese momento empieza una frenética lucha en un circuito con solo cuatro curvas, todas a izquierdas (las ruedas se montan con una ligera inclinación), durante más de tres horas. Fernando Alonso, que quiere convertirse en el undécimo rookie, un debutante, en lograr la victoria solo cuatro desde la II Guerra Mundial: Graham Hill (1966), Juan Pablo Montoya (2000), Hélio Castroneves (2001) y Alexander Rossi el año pasado, tendrá que familiarizarse de golpe con el tráfico, los rebufos, las masivas paradas en boxes y la presencia amenazante de un muro que nunca deja de dictar al cerebro la orden de levantar, aunque quieras hacer lo contrario, el pie del acelerador.

Todo, por supuesto, si está seco. Porque en Indianápolis, si llueve, no se corre. A lo largo de sus 106 años de historia y cien carreras en las dos Guerras Mundiales se convirtió en aeródromo y se suspendió seis veces ha habido 68 campeones y decenas de historias. El primer vencedor, en 1911, dos años después de la construcción del óvalo, fue Ray Harroun, que también fue el más listo, al utilizar un espejo retrovisor. Logró un promedio de 120 km/h (ahora pasan de los 260). Dos años después se impuso el primer europeo, el francés Jules Goux, de quien se asegura que lo celebró pimplándose tres botellas de champán, el espumoso que, como en todos los circuitos del mundo, se usaba para regar el podio. Hasta 1936. Ese año, Louis Meyer fue el primero en cruzar la meta y, en su coronación, pidió un vaso de leche para refrescarse. Ya lo había hecho en su anterior triunfo, pero ese año le hicieron la foto y los productores de Indiana presionaron para que se convirtiera en una tradición.

El zumo de Fittipaldi

Así fue, salvo en un periodo de baja producción entre 1947 y 1955, y ya en 1993, cuando Emerson Fittipaldi, que tenía un negocio de cítricos, pidió zumo de naranja. Una gracia que indignó al público para toda la vida y que le ha valido un abucheo cada vez que se ha asomado por Speedway (el pueblo adoptó el nombre del circuito).

En las 500 Millas de Indianápolis, como en la Copa América de vela, no hay segundo, como descubrió Al Unser, uno de los tres pilotos, junto a A. J. Foyt y Rick Mears, que ha ganado cuatro veces en el óvalo. En su primera participación, en 1967, acabó segundo, un resultado que le hizo sentir muy orgulloso hasta que se encontró con un conocido y le preguntó cómo había quedado. Ese día entendió que solo hallaría el reconocimiento si lograba acabar primero.

Solo el vencedor, de hecho, recibe honores. Su coche es el único que es llevado a Victory Lane y allí el campeón recibe una botella con el tipo de leche que, antes de la carrera, ha dicho que era su predilecta (entera, desnatada o sin lactosa). Además, le imponen una corona con 33 (el número de pilotos participantes) orquídeas color marfil entrelazadas con 33 banderitas de cuadros y cintas con los colores de la bandera de Estados Unidos (rojo, azul y blanco).

El muro marca los límites. En esta carrera, donde superan los 370 km/h de velocidad punta, no hay escapatorias y siempre se ha dicho que hay dos tipos de pilotos: los que han probado el muro y los que tienen que hacerlo. Para evitar más muertes la última fue, en 1996, la del poleman Scott Bryton, está revestido por una capa de polietileno y cinco módulos de tubería de acero por encima del antiguo muro de cemento y, al parecer, absorbe entre el 25 y el 35% del impacto.

El Indianapolis Motor Speedway no deja de evolucionar. Hace décadas, el gobernador de Indiana, en vista de lo peligroso que era, exigió la construcción de un muro y gradas, y sustituir aquella mezcla de piedras y alquitrán por una superficie de 3,2 millones de ladrillos, que eran todo un distintivo de esta mítica carrera. Por eso, cuando en 1961 se asfaltó todo el óvalo, se conservó, de flanco a flanco de la pista, una tira de una yarda de ladrillos. Todo un icono de Indianápolis.

Si Fernando Alonso logra la proeza de vencer en las 500 Millas, se llevará una recompensa próxima a los dos millones y medio de dólares. Más valorado aún en el automovilismo será incluir su rostro en relieve dentro del Trofeo Borg-Warner. Es una copa de plata que costó 10.000 dólares ahora está valorada en más de un millón y que se entrega desde 1936. Aunque esta pieza de 1,63 metros nunca sale del circuito. El piloto recibe, días después, una réplica de 46 centímetros. Al original hubo que añadirle una peana para asegurar espacio para los campeones hasta 2033. Tras cada edición, se añade el rostro del primer clasificado y, debajo, su nombre, el año y la velocidad media.

Cuatro veces aparece la carita de A. J. Foyt, el primero en lograr ese hito, un piloto que de niño escuchaba la carrera en un transistor mientras trabajaba en el garaje de su padre y que, tras su primera participación, en 1958, todavía con el firme adoquinado, pensó, intimidado por tanto accidente, en no volver. Pero el sabor de la tradición le cautivó y no falló en 35 años. Desde 1958 a 1992. Un flechazo solo comparable con el de los Unser. Al Unser ganó cuatro veces; su hermano Bobby, tres; y su hijo Unser Jr., dos.

Dos iconos en Indianápolis

El ladrillo original. El óvalo ya está todo asfaltado, pero conserva un guiño a la historia del trazado, una yarda, junto a la meta, con el ladrillo de antaño.

Copa de ganadores. El trofeo Borg-Warner es un incunable del deporte. Cada edición se añade el rostro en relieve del campeón sobre su nombre, el año y el promedio de velocidad.

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