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En la educación de los niños de Yang Dezhi no falta el saludo a la bandera en disciplinada formación.
El West Point chino

El West Point chino

La educación patriótica regresa a China. Las élites comunistas han creado escuelas militares para inculcar en los niños el espíritu de la revolución

javier guillenea

Lunes, 29 de mayo 2017, 00:14

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Uno de estos niños de la Escuela Primaria Yang Dezhi que salen en la foto dirá que «el Ejército Rojo derrota a los demonios» y los demás lo repetirán sin dudarlo, porque para eso los educan y tampoco les queda más alternativa. A su edad no han visto mucho más que el comienzo de la infancia y el final de ella tras los muros de una de las 150 escuelas militares que en los últimos años han fructificado en China con el dinero de la llamada nobleza roja, una élite compuesta por veteranos comandantes comunistas y sus familias.

Estas escuelas son un ejemplo extremo de la educación patriótica que el Partido Comunista chino promueve para reforzar su legitimidad y que los críticos consideran como un medio para lavar el cerebro de las nuevas generaciones del país. El origen de estos centros data de la represión de la protesta estudiantil de 1989 en la plaza Tiananmen. El entonces presidente chino, Jiang Zemin, pidió que en las escuelas primarias e incluso en los jardines de infancia se pusiera un renovado énfasis en la enseñanza de la historia nacional. La petición dio como resultado la creación de centros en los que se imparte una educación basada en el marxismo y en la que se refuerzan los conceptos de disciplina y patriotismo bajo un modelo militar.

La que aprenden es una historia a la carta en la que se silencian los episodios más oscuros, se blanquean los grises y se subliman los que convienen a la clase dirigente. La idea central que interiorizan los alumnos de las escuelas militares chinas es que «el Partido salvó al país». Bajo este paraguas ideológico, los niños, con sus uniformes azules y sus gorras con estrellas rojas al más tradicional estilo maoísta, cantan tras el descanso del recreo canciones con letras como «la estrella roja parpadea y nosotros haremos aún más fuerte a nuestra patria».

Muchas de las escuelas del Ejército Rojo llevan el nombre de viejos líderes del Partido Comunista y han sido erigidas en antiguas zonas que fueron cuna de la revolución. Entre los nombres de sus fundadores figuran las esposas de los exlíderes políticos Li Ruihuan y el mariscal He Long. La mujer de Deng Xiaoping donó 100.000 yuanes (16.000 dólares) al proyecto y Qi Xin, madre del actual presidente, contribuyó con 150.000 yuanes. Todo es poco para alcanzar el objetivo de «corregir el atraso de las condiciones educativas» en las áreas donde se han construido las escuelas y difundir al mismo tiempo «el espíritu del Ejército Rojo».

Por amor al pueblo

«El Ejército Rojo es bueno porque ama al pueblo», repiten los niños de Yang Dezhi. Ellos serán al menos, es lo que se pretende la vanguardia de la mayor fuerza militar del mundo, una masa humana sin igual que hace temblar al mismísimo Estados Unidos, el gendarme que prepara a sus propios patriotas en academias como la de West Point o en escuelas militares en las que, entre otras habilidades, se enseña a los jóvenes a ser obedientes.

Quizá todos esos niños que hoy saludan a la bandera y cantan himnos con letras similares acaben enfrentándose en un campo de batalla. La posibilidad parece lejana pero, por si acaso, y ante el aumento de la tensión en Corea del Norte, ambas partes se preparan para un choque que, en caso de producirse, sería demoledor para el planeta. El Ejército chino cuenta con más de 2,3 millones de personas en activo, un millón más que Estados Unidos.

Es cierto que el presupuesto norteamericano en defensa es mucho mayor que el chino, pero a veces se llega a un punto en el que unos miles de millones de dólares más o menos no van a ninguna parte. Sobre todo cuando los dos lados tienen una capacidad nuclear más que suficiente para destruir varias veces el mundo. Estados Unidos reconoce 6.800 ojivas y China solamente 260. La diferencia es grande, pero si se da la ocasión no habrá demasiado tiempo para notarlo. Como cantan los niños de la escuela militar Yang Dezhi, «marchamos hacia adelante con firmeza sin igual». Lo que nadie les dice es qué encontrarán cuando lleguen. Si es que alguna vez llegan.

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