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Lo que cuesta realmente esta hamburguesa

Lo que cuesta realmente esta hamburguesa

Un experto calcula el coste real si se computara el impacto real de agua y energía

antonio paniagua

Lunes, 24 de abril 2017, 00:20

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La estampa de una vaca pastando al aire libre pertenece casi al imaginario del pasado. Lo suyo es ahora que una res esté encajonada, pise un suelo rebosante de estiércol y orina y apenas pueda moverse porque tiene las ubres a punto de reventar. Esa es la realidad que pinta la ganadería industrial del siglo XXI. La que ha hecho posible que se pueda comprar un pollo por poco más de dos euros. Pero comer carne nos está saliendo caro. Si sumamos los costes medioambientales, los altos niveles de nitrógeno que contienen los piensos, los antibióticos a mansalva que se administran a los animales y la contaminación ocasionada por las deyecciones del ganado, el menú a base de carne resulta un mal negocio. Philip Lymbery, director ejecutivo de la organización internacional para el bienestar animal Compassion in World Farming (CIWF), se encuentra en Madrid para presentar La carne que comemos (Alianza Editorial), un libro en el que denuncia que «los gases de efecto invernadero causados por la ganadería son mayores que los originados por los coches, los aviones y los trenes juntos».

Criar animales a escala industrial es toda una trituradora de recursos naturales. En el mundo viven 70.000 millones de animales de granja, los cuales engullen un tercio de los cereales producidos en el planeta, un 90 % de la harina de soja y un 30% de las capturas de pescado. En raras ocasiones el ganado se alimenta de pastos y forrajes. Lo normal es que su pitanza proceda de otro continente.

En las tres últimas décadas del siglo XX han desaparecido diez millones de aves silvestres del campo británico. Los pájaros se han esfumado dejando en su lugar «una devastadora pérdida de semillas». Su extinción corrió de modo paralelo al confinamiento de cerdos, vacas y aves de corral en naves industriales. «Muchos animales hacinados en un espacio pequeño generan una gran cantidad de estiércol que es muy fácil que se filtre a las capas freáticas. En EE UU hay lagunas muertas en las que nada vive. Para mantener a todo este ganado se necesitan megaplantaciones que a su vez demandan fertilizantes y pesticidas».

Gallinas en casa

Pocos pueden imaginar que hincar el diente a un solomillo entraña un derroche descomunal de recursos hídricos. Lymbery estima que producir un kilo de carne de vacuno exige disponer de 90 bañeras llenas de agua. Consciente de semejante despilfarro, el activista británico decidió hacerse vegetariano, algo que no es un requisito imprescindible para los miembros y simpatizantes de la ONG. «En el patio de casa tenemos nuestras propias gallinas y como nos sobran huevos regalamos muchos a nuestros vecinos».

Demasiados españoles tendrían que ponerse rápidamente a comer verduras y legumbre. Porque ahora el peso de la carne desequilibra la cesta de la compra. No en balde, cada habitante come 23,7 kilos de productos porcinos, 6 kilos de carne de vacuno, 242 huevos y 111,6 litros de leche al año. De optar por la lechuga, el planeta se lo agradecerá. «La gente cree que la carne producida industrialmente es barata, pero se ha calculado que el verdadero coste de una hamburguesa industrial puede llegar a los 100 dólares». Ese precio incluye la energía y el agua consumidas.

Está en juego no sólo la conservación del medio ambiente, sino también la salud. Según el dirigente de CIWF, está demostrado que la cría de gallinas ponedoras en jaulas aumenta siete veces el riesgo de salmonelosis. «Las jaulas en batería están prohibidas en la UE desde 2012, pero la ley sigue permitiendo las enriquecidas, que dan al ave un espacio extra equivalente a una tarjeta postal».

Por culpa de la ganadería industrial, suministradora de ejemplares generosamente hormonados y medicados, el ser humano tiene que afrontar el peligro creciente de las resistencias de las bacterias a los antibióticos.

¿Qué comemos entonces? La solución dejará a muchos con hambre. Porque la comida del futuro pasa por las plantas acuáticas, que se digieren fácilmente y proporcionan tantas proteínas como la carne, y las algas marinas. Otra posibilidad es producir carne en el laboratorio. Bill Gates y Sergey Brin, cofundador de Google, apoyan varios experimentos para hacer carne con pequeñas tiras creadas a partir de células madre de vacuno. Por ahora la primera hamburguesa in vitro es un producto sólo apto para magnates: costó 200.000 libras esterlinas.

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