Borrar
La aviadora saluda apoyada en el fuselaje del ‘Lockheed’ con el que intentó la vuelta al mundo
Y Meeley se quedó sin alas

Y Meeley se quedó sin alas

Una nueva investigación apunta a que la pionera de la aviación Amelia Earhart no se estrelló en el Pacífico, sino que murió de inanición como un náufrago tras aterrizar en una isla deshabitada

borja olaizola

Domingo, 6 de noviembre 2016, 00:40

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Amelia Earhart tuvo siempre un cierto aire angelical. Su rostro juvenil salpicado de pecas y su cabello rubio enredado en tirabuzones le daban una apariencia de criatura celeste que ella cultivaba con entusiasmo elevando hasta lo más alto cualquier avión que se le pusiese a tiro. Amelia, conocida como Meeley por sus amigos y familiares, es uno de los personajes más populares entre los estadounidenses a pesar de que desapareció hace ya casi ocho décadas. Cuando se planteó que había llegado la hora de incorporar retratos de mujeres a los billetes de dólar, su nombre estuvo entre los más citados por ciudadanos de todas las edades.

Amelia Earhart se hizo famosa por ser una de las pioneras de la aviación. Sus numerosas gestas, entre ellas la de ser la primer mujer que sobrevoló en solitario el Atlántico, le valieron una extraordinaria popularidad y el reconocimiento sin reservas de todos sus conciudadanos. Cuando en 1937 desapareció en el Pacífico mientras intentaba completar la primera vuelta al mundo, su país sufrió una conmoción tan enorme que nadie cuestionó la colosal operación de rescate ordenada por el presidente Roosvelt. Los cuatro millones de dólares una cantidad desorbitada para la época que costó movilizar a los nueve buques y los 66 aviones que la buscaron sin éxito durante semanas fueron asumidos sin que se levantase una sola voz de protesta.

Meeley es una figura muy enraizada en la cultura estadounidense. Aparece en canciones, libros e incluso en una película de 2009 coprotagonizada por Richard Gere. La aviación representaba en los años veinte la última frontera y todos los que deambulaban por un territorio tan expuesto tenían asegurada la vitola de héroes. Que una mujer se hubiese hecho un hueco entre aquellos pioneros no hacía sino aumentar el interés que suscitaba su figura. Amelia, en realidad, nunca había tenido muy claro el papel que las costumbres asignaban a los géneros. Desde pequeña había escalado árboles, disparado rifles o pedaleado en bicicleta, actividades reservadas entonces a los chicos.

Durante la I Guerra Mundial se prestó a cuidar como enfermera a pilotos heridos en combate. Fue su primer contacto con el mundo de la aviación, que a partir de entonces se convertiría en el eje de su vida. Tras recibir unas clases de pilotaje y comprar su primer aeroplano, obtuvo en 1923 la licencia de vuelo. Batió su primer récord después de alcanzar los 4.267 metros de altura. A ese registro le siguieron otras muchas marcas, aunque la que le consagró fue convertirse en 1932 en la primera mujer que sobrevoló el Atlántico. Recibida a su vuelta como una heroína, fue condecorada por el mismísimo presidente Hoover. Su popularidad creció aún más cuando dos años después sobrevoló el Pacífico en el trayecto entre Hawai y California.

Amiga de los desafíos, en mayo de 1937 se embarcó en la primera vuelta femenina al mundo en compañía de un navegante. Cuando el día 29 tomaron tierra en Nueva Guinea, habían cubierto cuatro quintas partes del viaje. Su rastro se perdió el 2 de julio después de que comunicaran por radio que tenían problemas de combustible. El fenomenal despliegue para localizarlos se cerró sin resultados y la conclusión oficial fue que se habían estrellado en el Pacífico.

Huesos de mujer

Un grupo de investigadores que pertenecen al Grupo Internacional para la Recuperación de Aviones Históricos sostiene que la piloto no se estrelló, sino que se convirtió en un náufrago después de haber realizado un aterrizaje de emergencia en la isla de Nikumaroro, situada 640 kilómetros al sur de la isla Howland, donde tenía previsto repostar. La teoría se sustenta en el hallazgo en el atolón de enseres como un frasco de crema para las pecas muy popular en los años treinta, una cremallera o una navaja como la que utilizaba la aviadora.

Pero lo que de verdad ha dado alas a la nueva hipótesis es que los huesos humanos que se hallaron hacia 1940 en Nikumaroro, que en su día fueron catalogados como los de un hombre, encajan con la descripción de Amelia, de una envergadura mayor a la media femenina de la época. A partir de esa evidencia, que acaba de ser refrendada mediante las últimas técnicas forenses, los investigadores se muestran convencidos de que la aviadora murió por inanición tras un aterrizaje forzoso en la isla.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios