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Sorensen, que trabajó en EEUU, China y Oriente Medio, es «agresivo» para ser escandinavo.
El mejor ejecutivo del mundo va en bici a trabajar

El mejor ejecutivo del mundo va en bici a trabajar

Lars Rebien Sorensen, CEO de la firma líder en producción de insulina, sueña con la cura de la diabetes

Inés Gallastegui

Lunes, 17 de octubre 2016, 00:10

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Cuanto más gordo está el mundo, más dinero gana Novo Nordisk, líder mundial en la producción de insulina. Pero, en vez de frotarse las manos ante las catastróficas noticias que anuncian que la epidemia de obesidad sigue disparada, el mandamás de la multinacional danesa asegura que, si sus científicos descubrieran una cura para la diabetes y destruyeran así buena parte del negocio, se sentiría «orgulloso». «Ese es el gran objetivo», afirma sin sombra de cinismo Lars Rebien Sorensen. Por cosas como esa acaba de ser elegido por segundo año consecutivo mejor CEO del planeta, según la revista Harvard Business Review (HBR). Bueno, por eso y por hacer crecer a la firma en 100.000 millones de dólares desde 2000 y alcanzar el año pasado unos beneficios de 5.000 millones, un 32% más que el anterior.

Sorensen, que acaba de cumplir 62, es un director general atípico. Para empezar, lleva casi toda su vida en la empresa en la que ingresó de veinteañero con su flamante licenciatura de Ciencias Forestales en 1982. El consabido MBA no está en su currículo. Para seguir, es uno de los ejecutivos que menos cobra en la lista elaborada por la prestigiosa publicación, poco más de tres millones de dólares. Reducir la brecha salarial entre directivos y operarios forma parte de su estilo. No viaja en jet privado y, si puede, evita el coche de empresa; cuando aún vivía en Copenhague ahora reside en Estados Unidos iba a trabajar en bici. Reconoce ser más «agresivo» que la mayoría de los ejecutivos escandinavos uno de sus éxitos fue merendarse a su principal competidor yanqui, Eli Lilly, con una brutal inversión en marketing, pero considera el consenso como el mejor medio de conducir la empresa. Si los empleados sienten que forman parte de un negocio que salva vidas y no solo están «llenando los bolsillos» del jefe, la tarea es más fácil. «Siento un gran respeto por la gente que fabrica acero o colchones o lo que sea. ¿Cómo demonios logran implicar a sus trabajadores?», se pregunta.

Amable, extrovertido, de maneras suaves pero implacable cuando toma una decisión, este modelo de ejecutivos está casado y tiene tres hijos ya crecidos a los que, admite, no ha visto todo lo que debería. «No soy un modelo de conciliación confiesa, para acto seguido subrayar que no se arrepiente de haberse volcado en su carrera. La vida no es perfecta: hay que elegir».

Cereales, bacón y cerveza

Poco más ha trascendido de la faceta privada de este hombre discreto. Un periodista británico que le siguió de sol a sol para escribir un perfil notó que, si bien su trabajo le ha sensibilizado sobre los riesgos de una mala alimentación, no es un obseso de la dieta. No se priva de desayunar cereales azucarados y bacón. Y bebe cerveza. Eso sí, quema cualquier exceso calórico pedaleando o en el gimnasio.

Habrá quien diga que, con 422 millones de clientes potenciales, el triple que en 1980, y los que se esperan junto a EEUU, gigantes como China, India, Brasil, Rusia o México generan millones de nuevos diabéticos cada año, no es raro que a Novo Nordisk, que produce la mitad de la insulina del mundo, le salgan las cuentas.

Pero desde 2015 la publicación de Harvard elabora su rankingcon criterios extraeconómicos, como el compromiso social y medioambiental y el buen gobierno. Y en este terreno, Sorensen va sobrado. Hace ya años que apuesta por la reducción de gases de efecto invernadero y las energías renovables en sus fábricas, impulsó en Davos la Alianza por el Bienestar en el Lugar de Trabajo y una de sus primeras medidas como consejero delegado fue invertir 100 millones de dólares en una fundación que provee genéricos a enfermos de países pobres.

¿Dónde termina la ética y empiezan las relaciones públicas? La industria farmacéutica no cae simpática. «Nuestros índices de popularidad son parecidos a los de los fabricantes de armas y las tabaqueras asumía el ejecutivo danés en una entrevista. Experimentamos con animales. Hacemos manipulación genética. Nos hemos tenido que ganar la confianza del público durante muchos, muchos años. Y lo hemos hecho bien. Debemos ser completamente transparentes sobre nuestros objetivos, para que la gente vea que estamos contribuyendo a la sociedad y no solo enriqueciéndonos».

Y además de sincero, es modesto. «Yo diría que lidero un equipo que colectivamente ha creado una de las compañías que mejor funcionan matiza, un poco incómodo con el reconocimiento. Los CEOs estamos sobrevalorados».

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