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Marcos Campo Nogueira, se trasladó hace una década en busca de trabajo a España
El sobrino de Pioz: De potencial futbolista a descuartizador de cadáveres

El sobrino de Pioz: De potencial futbolista a descuartizador de cadáveres

Patrick Nogueira se vengó de la indiferencia de su tía degollándola primero a ella y luego a toda su familia

borja olaizola

Domingo, 9 de octubre 2016, 00:44

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El adolescente bisoño deslumbrado por la atractiva madurez de una mujer de su familia, generalmente una tía, es el eje de cientos de narraciones y guiones cinematográficos. Mario Vargas Llosa dibujó un retrato memorable de los amores entre un joven inexperto y una pariente ya divorciada en La tía Julia y el escribidor. En el libro del Nobel peruano, el idilio se consolida a pesar de la diferencia de edad y la pareja termina casándose. Como todos los buenos recursos argumentales, la relación entre sobrino y tía hace que la trama funcione porque proyecta una ilusión de realidad con la que todos nos identificamos.

Un editor sensato nunca aceptaría una novela con un final como el que ha tenido la relación al parecer no correspondida entre los brasileños Patrick Nogueira, de 19 años, y su tía política Janaína Santos, de 40. Ningún avalista de ficciones daría carta de credibilidad al degollamiento de Janaína, su marido y sus dos hijos de corta edad, y menos aún al posterior descuartizamiento de sus cuerpos. En el llamado crimen de Pioz lo monstruoso adquiere dimensiones hiperbólicas y desborda cualquier fantasía. Incluso recurriendo a las desviaciones patológicas, ese bálsamo al que echamos mano para intentar explicarnos lo inexplicable, resulta difícil de aceptar que lo que pasó allí fue real.

Vayamos marcha atrás. Marcos Campo Nogueira, un joven brasileño de familia modesta, se trasladó hace una década en busca de trabajo a España. Era un tipo cumplidor y muy religioso que se empleó primero en una panadería de A Coruña y luego fue encadenando contratos como camarero en Murcia y Valencia. Cuando tenía oportunidad, regresaba a su país para saludar a su familia y, sobre todo, visitar a Janaína Santos, la joven de la que se había enamorado. La chica, hija del dueño de un concesionario de coches de Joao Pessoa, la capital del estado de Paraiba, al norte de Brasil, se dejaba querer. La pareja se casó en su ciudad natal. Marcos convenció a Janaína de que España era la tierra prometida y en 2013 el matrimonio se trasladó a Valladolid en compañía de su pequeña hija María Carolina.

Cuando el restaurante que llevaba en la capital castellana echó el cierre, Marcos consiguió trabajo en un asador argentino de un centro comercial de la periferia de Madrid. La familia se estableció en un pequeño apartamento de Torrejón de Ardoz. Pese a las dificultades, la vida les sonreía y no tardó en hacer su aparición un segundo hijo al que pusieron por nombre David. Hace cuatro meses, sin embargo, las cosas empezaron a torcerse. Marcos, siempre leal a los códigos de supervivencia de las familias humildes, aceptó acoger en su casa de Torrejón a su sobrino Patrick, entonces de 18 años, que quería poner tierra por medio con su país de origen después de haber tenido varios incidentes en su instituto. El chaval llegó a apuñalar a uno de sus profesores con solo 16 años, agresión que le valió una pena de 45 días de trabajos sociales.

Patrick llegó a España con la idea de labrarse una carrera futbolística aunque no hay constancia de que hiciese tentativas al respecto. No se le conocía ocupación alguna, así que mataba las horas en la casa de Torrejón. La convivencia con el nuevo huésped no tardó en suscitar problemas. Mientras Marcos se ausentaba para ir a trabajar, su sobrino se quedaba en el apartamento, de dos habitaciones, junto a su tía y los dos pequeños. Nadie sabe exactamente lo que ocurrió, pero la familia de la mujer sostiene que estaba harta de verlo insinuándose a todas horas en calzoncillos. Solo empezó a asustarse de verdad, no obstante, cuando le escuchó decir que la mejor forma de que la pequeña de 4 años dejase de molestar con sus lloros era sacarla a la calle para que muriese de frío.

La «negra sombra» que planeaba sobre el sobrino, según las palabras que Janaína transmitió a sus familiares de Brasil, hizo que el matrimonio se plantease buscar un nuevo alojamiento al cabo de cuatro meses de convivencia. Fue el propio Patrick el que la localizó: un chalet en Pioz, un pueblo de Guadalajara a 60 kilómetros de Madrid, por 500 euros al mes. Cuando sus tíos se mudaron en julio a la nueva casa, sin embargo, le impidieron que les acompañase. Ya no le aguantaban más. Los investigadores de la Guardia Civil creen que el resentimiento por ese «abandono» fue la espoleta que activó una venganza a la que el joven había empezado a dar forma en el momento en que su tía rechazó sus primeras insinuaciones.

El sobrino dejó pasar unas semanas antes de actuar. El 17 de agosto esperó a que su tío saliese a trabajar para entrar en el chalet. Degolló primero a su tía Janaína y más tarde a los dos pequeños. Los tres murieron desangrados. Luego esperó el regreso de Marcos para acabar de la misma forma con él. Consumados los crímenes, descuartizó los cadáveres de los dos adultos para que entrasen en las bolsas de plástico que tenía preparadas: los troncos por un lado y las extremidades por otro. Con los pequeños no hizo falta. Dejó allí las seis bolsas esperando quizás la colaboración de alguien para sacarlas de la casa, pero algo debió fallar. Los cuerpos se quedaron en la sala hasta que su descomposición llamó la atención de los vecinos y se hizo luz sobre aquel horror.

Patrick regresó a Brasil al poco de que la noticia se hiciese pública adelantando un mes su billete de avión. Allí se ha proclamado una y otra vez inocente, pero la Guardia Civil no tiene la más mínima duda sobre su culpa. Al más sanguinario de los sobrinos se le ha agotado la credibilidad. Demasiada ficción después de haber alumbrado una realidad tan atroz.

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