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Jenaro Jiménez, esposado, es conducido a los juzgados de Cádiz.
Jenaro el escurridizo

Jenaro el escurridizo

Encontraron su coche en una playa de Cádiz y pensaron que se lo había tragado el mar. Dejaba una viuda embarazada, pero había huido a Paraguay con el dinero y una miss. Le acaban de detener en Hungría

francisco apaolaza

Lunes, 26 de septiembre 2016, 00:39

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El 12 de agosto de 2008, Jenaro Jiménez se sumergió por última vez. Al día siguiente encontraron su coche, un BMW, con las llaves puestas, su documentación y una bolsa de aletas de buceo en la playa de Los Alemanes, en Zahara de los Atunes, en Cádiz. Su mujer Anabel, embarazada de tres meses, se temió lo peor. Esa zona es un infierno para los buceadores y las corrientes pueden mandar un cuerpo a recorrer el Atlántico en minutos. Además, Jenaro, de 42 años, era diabético. El mar de fondo, un desvanecimiento, un golpe y adiós a este mundo. Lo buscaron durante días decenas de efectivos de Salvamento Marítimo en lanchas, barcos y helicópteros. Pero Jenaro nunca apareció. Su familia fue perdiendo la esperanza durante 16 meses de oscuridad en los que nació su hijo. Pero Jenaro estaba en Paraguay con una modelo de 28 años. El pasado fin de semana lo detuvieron en Budapest.

Había una canción que hablaba de esto. Una rumba. «No estaba muerto, estaba de parranda», decía la letra. Quizás inspirara a Jenaro, que se había construido una identidad nueva, había cargado en el coche una bicicleta, un bolso con pasta, había simulado su propia muerte, había pedaleado 90 kilómetros hasta el Peñón y en ese momento andaría bajando de un avión en Brasil en una escapada descabellada a la que nadie osa negarle un punto poético. Brasil, Paraguay, el coche en la orilla del mar: Jenaro fue una suerte de versión estafadora de la Alfonsina y el mar de la canción: «Por la blanda arena que lame el mar, su pequeña huella no vuelve más».

A los pocos meses, comenzaron a circular por Cádiz los rumores de que Jenaro se había largado con la pasta. En invierno, la Policía fue alertada por las denuncias de los bancos en los que el empresario había usado presuntamente documentación falsa para conseguir millones en créditos, también había blindado su muerte con varias pólizas de seguros de vida y se había abierto discretamente. Dos días antes, este hombre de negocios con algunas promociones inmobiliarias se había llevado 47.000 euros que su cuñado había pagado por la señal de un piso. Eso mismo lo probaría un juez más adelante. Sus exsocios le reclamarían dos millones de euros.

Cuando llegó a Asunción, en Paraguay, Jenaro le dio al asunto un puntillo literario y eligió un nombre a la altura de sus expectativas, uno de aristócrata, ganadero y rejoneador. Se puso Álvaro Domecq y se presentó como un hombre de negocios español, militar y abogado, en busca de oportunidades de negocio para invertir. Cuenta la prensa gaditana que allí iba armado y la coló de nuevo. Esta vez ella se llama Rosana, había sido Miss Boquerón, una de las regiones del nordeste paraguayo, y había competido por el título de Miss Paraguay. Con esta matemática de 28 años tuvo una hija. Le pusieron Anabel, el nombre de la mujer de Jenaro, que en España aún pensaba que su marido estaba en el fondo del mar.

Emergió 16 meses después. El negocio de venta de bebidas que había montado en Asunción no había ido bien y quería volver a casa. La Policía conocía sus intenciones y lo estaba esperando en el aeropuerto de Jerez. Hubo cambios de última hora y le dieron el alto en la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas-Adolfo Suárez. Un amigo se lo encontró en los pasillos del juzgado de Cádiz. «¿Cómo estás?», le preguntó. «Bien, tú sabes», respondió. El aspecto del ilustre buzo era otro: más gordo y con coleta, menos aseado.

Segunda escapada

Enseguida recuperó en España su natural rasurado y bien peinado. Se fue a vivir a Málaga y los tribunales lo condenaron a dos años de cárcel por estafar a su cuñado los 47.000 euros con los que se largó a hacer las américas. Pero a Jenaro, que es un ave esquiva, le quedaba carrete de sobra. Seguía siendo un hombre de maleta fácil, así que cuando tuvo que presentarse ante la Justicia para ingresar en prisión, se sumergió de nuevo. Y nunca más se supo hasta esta semana, cuando la Policía lo localizó en Budapest. Había rehecho la vida aparentemente con una azafata rumana de Bucarest, la tercera mujer de su vida, o la primera mujer de su tercera vida. Las otras existencias, y sobre todo la primera, le sigue esperando en España: le reclaman por estafa, apropiación indebida y falsedad documental. Todos saben que si vuelven a darle la oportunidad, volverá a escapar.

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