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MIGUEL A. OESTE
Domingo, 4 de septiembre 2016, 01:24
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Juan José Millás dijo de la literatura de Antonio Orejudo algo así como que si viniera un extraterrestre de visita y le preguntara cómo es nuestra sociedad, le contestaría que leyese las novelas de Orejudo, porque se haría una idea aproximada de nuestro mundo. Un mundo delirante e irónico, como la literatura de Antonio Orejudo, ganador del Premio Tigre Juan con 'Fabulosas narraciones por historias' y del Premio Andalucía de la Crítica con 'Ventajas de viajar en tren'. A estás les siguieron 'La nave', 'Reconstrucción' y 'Un momento de descanso'. No es original decir que Orejudo es uno de los escritores más sagaces del llamado panorama literario español, para quien la ficción escrita está de capa caída y le hubiese gustado ser un autor en los sesenta o los setenta, cuando los libros tenían más relevancia. Al menos los suyos no la han perdido.
-Usted es muy crítico con la Universidad y de hecho se mofa de ella en su novela 'Un momento de descanso', ¿piensa que no hay solución para la educación en este país?
-En los últimos años se ha producido una deliberada confusión entre instrucción y educación. La instrucción (matemáticas y música, lengua, constitución española, ciencias sociales y naturales) debería ser una competencia exclusiva del Estado como la defensa o el orden público. La educación (en donde se incluyen los modales y las creencias) es una competencia privada. España es un país maleducado y poco instruido, pero los dos defectos tienen solución.
-Es que la educación debería ser razón de Estado, pero parece que la voluntad política es una quimera o ciencia ficción.
-En un país tan clasista como España, lo que no interesa es que los ciudadanos tengan el mismo nivel de instrucción, porque eso abortaría el proyecto de país desigual en el que nos gusta vivir.
-Tal vez el sistema educativo es demasiado rígido en una sociedad muy cambiante donde las cosas que sirven hoy, en poco tiempo quedan obsoletas.
-El mundo está sufriendo una transformación de la misma envergadura que la que sufrió en el paso de la economía feudal a la capitalista o durante la Revolución Industrial. Es normal que no tengamos claro cuáles son los contenidos de la Instrucción Pública. Ya no nos sirven los de la instrucción antigua y el mundo nuevo no sabemos todavía cómo es.
-Pero sí que sabemos que vivimos tiempos tristes para la cultura y la educación.
-Los literatos tenemos tendencia a identificar la cultura con los libros, porque durante 500 años han estado en el centro de la misma. Pero 'cultura' es un concepto que va mucho más allá de los libros. Allá donde haya un grupo de personas haciendo fuego con dos piedras habrá cultura. La cultura que ha traído la revolución digital ha dejado de ser libresca. Aquellos libros que un día estuvieron en el centro de la cultura ocupan hoy un lugar marginal e insignificante.
-De hecho, según el Centro de Investigación Sociológica (CIS) más del 35% de los españoles no lee nada nunca y el 65% apenas lee un libro al trimestre. Vamos, que las cuentas no salen.
-Leer es un verbo que no tiene mucho sentido sin su complemente directo. No es lo mismo leer un tuit que leer 'Los Buddenbrook'. No es lo mismo leer a Paolo Coelho que leer a Philip Roth. Si los índices de lectura fueran del 100% pero nadie nunca hubiera leído a Cervantes, seguiríamos siendo (según los criterios del viejo mundo) una sociedad funcionalmente analfabeta. La lectura nunca ha sido una actividad mayoritaria. Ni siquiera en el Renacimiento. No podemos extrañarnos de que ahora tampoco lo sea. El cambio que se ha producido en los últimos cuarenta años es que la lectura ha dejado de ser la reina del ocio y de los medios de transporte. En 2016 el porcentaje de gente que elige abrir un libro de Kafka a la hora de la siesta o durante un viaje en tren es menor que en 1976. Este es el gran cambio.
-La tecnología lo ha modificado todo, ¿le afecta en su escritura?
-La herramienta afecta a la actividad, por supuesto. Pero es un influencia menor. Es mucho más interesante la influencia que la revolución tecnológica está ejerciendo sobre las mentalidades, sobre la capacidad de concentración del lector, sobre la impaciencia y el efecto que todo ello tiene sobre nuestra manera de escribir.
-Y en la de leer y en la de relacionarnos.
-Mis hijos pertenecen a esa categoría llamada 'millennials', los nacidos en la década de los 90 del siglo pasado. A veces siento que tengo más cosas en común con Petrarca que con ellos.
-En alguna ocasión ha dicho que no sabe si volverá a escribir una novela.
-Es un pensamiento higiénico y ecológico. Defiendo la literatura sostenible: si no tienes nada que decir, cállate.
-¿Y en qué situación se encuentra ahora?
-Callado, pero mordiéndome la lengua.
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