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Manual de insultos para políticos: del  'uñilargo' al 'viceberzas'

Manual de insultos para políticos: del 'uñilargo' al 'viceberzas'

Con el 20-D a la vista, una publicación da ideas para vilipendiarlos con humor, originalidad e incluso elegancia

ISABEL IBÁÑEZ

Martes, 15 de diciembre 2015, 00:52

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Quién sabe si, de haber leído el Manual de insultos para políticos, los participantes del debate televisivo de esta semana podrían haber utilizado, con todo el respeto y la ironía posibles, la palabra viceberzas: «Quien hace las veces del berzotas o lo representa cuando el berzas está de vacaciones», describe Pancracio Celdrán, doctor en Filosofía, en el libro que acaba de publicar. Ya sea en Marbella, en la sierra o en Doñana. «No todos los insultos son producto de la herencia lingüística común, los hay de diseño, insultos de laboratorio explica Celdrán. Caso simpático resulta este invento del viceberzas; porque existe el berzas y el berzotas, pero ¿viceberzas?».Y explica su origen: «Así llamaban en el siglo XIX a quien es secretario de un tonto o sirve a alguien más idiota que él».

En estas 458 páginas, además de los insultos ya conocidos, se ofrecen múltiples posibilidades para quedar como una persona elegante, original y hasta leída ante los amigotes del bar, en ese momento en que la parroquia, cargadita, se entrega a uno de los deportes nacionales y empieza a soltar improperios al vislumbrar en la tele a fulano o mengano. Porque ¡qué fácil es ser zafio y vulgar! Como el alcalde del PP de Villares del Saz, José Luis Valladolid, que insultó en una red social a la portavoz del PSOE de Castilla-La Mancha, Cristina Maestre, con este comentario: «Qué dice esta puta barata podemita hipócrita. Lo que pasa es que llevábais cuatro años sin robar y sin colocar a dedo a todos los lamepollas del PSOE». Puta es, por cierto, una de las entradas del manual de Celdrán: «Llamar a una mujer dedicada a la política de esta manera está fuera de lugar, pero como el insulto no busca otra cosa que hacer daño, se zahiere a la mujer donde más daño puede hacerle», dice el escritor. Vamos, que además de cutre es facilón, de «cortito», vocablo elegido por otro alcalde, el de Cartagena, José López, de Movimiento Ciudadano (gobierna en coalición con los socialistas y Cartagena Sí Se Puede), quien llamó así en un pleno al portavoz de Ciudadanos, Manuel Padín.

Considera Celdrán que el insulto «es verdadero, mucho más que el halago». Lo dice un auténtico experto;no hay más que asomarse a su Facebook para comprobar que predica con el ejemplo: sus entradas están trufadas de insultos a políticos, concretando más, a los del arco izmierdoso, como le gusta calificar a los representantes progresistas: «El insulto izmierdoso no es mío, sino prestado de la red. Lo utilizo porque me resulta morfológicamente un logro. En cuanto a las criaturas de actual relevancia política y nulo mérito personal, sus andanzas muestran que las cosas que se dicen de ellas no son exageradas». Aun así, reconoce haberse excedido cuando llamó a la presidenta andaluza, Susana Díaz, «analfabeta funcional peligrosa» y «cabra loca».

Pierdepueblos y culiparlante

En su libro hay, en cualquier caso, insultos más originales, como cogecosas: «Llamaban así antaño al político trincón. Pío Baroja narra en sus Memorias cómo gran cantidad de políticos de la época se llevaban de los ministerios, cuando cesaban, tinteros, ceniceros, lápices y gomas de borrar, sillas e incluso mesas». Parecido significado tiene uñilargo. Entre los mejores están pancista: fulano cuya personalidad es mezcla de trepa y vividor, chaquetero y oportunista metido en política;menerre: político de escasas luces que consigue estropearlo todo; metesillas y sacamuertos: politiquillo de mala muerte que se da importancia muy por encima de su merecimiento; pierdepueblos: aquel que con tal de ser elegido promete y dice cuanto se le ocurre; urdemalas:individuo tendente de manera natural hacia la conspiración y la intriga, sujeto sinuoso y avieso que trama o maquina de manera cautelosa para hacer daño;maniobrero: político astuto capaz de adelantar acontecimientos y trabajar en la sombra para favorecer sus planes, a menudo con estratagemas y jugadas no siempre limpias...

Otro de los buenos es culiparlante: se llamó así, desde las Cortes de Cádiz de 1812, al político cuya única participación parlamentaria se reduce a levantarse o quedarse sentado a la hora de votar las leyes. Es sinónimo de político zote, indocumentado o haragán. Y también está el firmón o «político corrupto dispuesto a estampar su firma sobre cualquier escrito si media suculento porcentaje. Suele aplicarse a concejales que dan el visto bueno a planes y proyectos sin estudiarlos».

En fin, que el manual ofrece posibilidades más que suficientes para renovar el arsenal, tantas veces copado por el vocablo ladrón. Que sí, también está, y con historia incluida: «Se cuenta que al presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt le preguntaron por qué era del partido demócrata, y contestó: Mi abuelo y mi padre pertenecieron a este partido, por eso yo pertenezco también a él. El periodista, creyendo que lo había pillado, le preguntó:Entonces, si su abuelo y padre hubieran sido desaprensivos y ladrones, ¿usted sería un ciudadano desaprensivo y ladrón? A lo que Roosevelt respondió: No, señor mío, en tal caso sería republicano.

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