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Lezama, paseando por la plaza de Oriente.

Luiz de Lezama: «Al verme ante la Policía, algunos gritaron:‘¡Un cura con huevos!’»

Ejerce de cura sin dejar el grupo empresarial con vocación social que creó. «Los confesionarios son muy aburridos», reconoce

césar coca

Sábado, 12 de diciembre 2015, 23:58

Camina Luis de Lezama (Amurrio, 1936) por la plaza de Oriente con desenvoltura, saludando a varios conocidos y sonriendo a unos turistas que se detienen ... a su altura al ver que posa para el fotógrafo. Hallar en ese lugar a un cura vestido de tal va con traje y clériman debe de resultar chocante a las decenas de orientales que vienen de visitar el Palacio Real y se encaminan hacia el Madrid de los Austrias. Aún se extrañarían más si supieran que, durante años, Lezama ejerció el sacerdocio en Entrevías, un barrio de la periferia de la capital con gravísimos problemas de paro, drogas y delincuencia. Y que luego recorrió el mundo con indumentaria de ejecutivo, inaugurando restaurantes y escuelas y codeándose con líderes políticos y gentes del espectáculo. Un empresario singular, que por la mañana trabaja en la apertura de un nuevo restaurante, luego da empleo a personas con dificultades y por la tarde oficia la misa o charla con parejas que van a casarse. Lezama ha hecho suyo el viejo aforismo de rogar a Dios por la justicia sin dejar de trabajar por ella a pie de obra ni un solo día. Su biografía recoge experiencias como periodista, secretario del cardenal Tarancón, educador, párroco de pueblo y novelista acaba de publicar El capitán del Arriluze, donde narra la peripecia de uno de sus antepasados durante la Guerra Civil, pero en el ancho mundo se le conoce por los restaurantes y cafés de la empresa que fundó.

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