Borrar
La princesa Soraya de Persia pasaba grandes temporadas en Marbella tras ser repudiada por su esposo a causa de su esterilidad.
Los okupas del Sha

Los okupas del Sha

Dos mujeres maltratadas, tres 'sintecho' y dos refugiadas de Siria y Ucrania se reparten los 4.500 metros del lujoso palacio marbellí de la princesa Soraya, ex del emperador de Irán. «La puerta estaba abierta»

Ester Requena

Lunes, 16 de noviembre 2015, 00:08

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El gran portón de acceso de Casa Maryam sigue igual que cuando la emperatriz Soraya de Persia se paseaba por los jardines de la fabulosa mansión. La segunda mujer del Sha murió en París en 2001, pero nada ha alterado la fachada del palacio, en plena Milla de Oro marbellí, salvo algún desconchón y un jazmín que aún perfuma el cercado en este otoño estival. Intramuros la cosa cambia. Los salones donde antes se respiraba el empalagoso glamur de la jet set de los setenta son ahora los de una mansión okupada. O una «casa de descanso», como puntualizan sus nuevos inquilinos: una refugiada siria y otra ucraniana, ambas con sus respectivos hijos; dos hippies eslovacos que justo ayer dejaron su sitio a dos mujeres víctimas de maltrato; otros dos españoles sin recursos... y dos perros. Los moradores se reparten un palacio de 800 metros cuadrados, y otros 3.600 de zonas ajardinadas, lleno de recuerdos de los días de vino y rosa que allí pasó la princesa de los ojos tristes tras ser repudiada por el Sha de Irán a causa de su esterilidad. Incluso sigue intacta su gran cama con dosel y unos tocadores que harían las delicias de los anticuarios. Sobre ellos reposan ahora las fotos de los parientes que se encuentran a miles de kilómetros de distancia en mitad de una guerra. También, algunas pertenencias que cabrían en una pequeña mochila. Colgada de una preciosa balaustrada de piedra se seca al aire una sábana. La terraza da a una piscina que ya no refleja aquellas fiestas donde Soraya recibía a Alfonso de Hohenlohe y Jaime de Mora y Aragón. Sigue llena, pero con el fondo opacado por kilos de barro. Mesas y sillas en buen estado permanecen apiladas junto a la cocina de una casita del jardín de la que no dejaban de salir bandejas de cinco tenedores. Allí las copas de cristal continúan perfectamente almacenadas en sus muebles. «Ahora se puede ver todo esto porque llevamos un mes limpiando y adecentando la casa», revela Ruth, una española de 65 años, separada, con cinco hijos y cinco infartos, convertida en improvisada guía de la mansión.

Los colonos se han ocupado de podar los árboles, recoger las hojas, limpiar los caminos... en definitiva de adecentar este precioso palacete de dos plantas, con casa de invitados, capilla privada y sauna. Ni se veía la escultura de la emperatriz Soraya, que ahora ha resurgido cual ave fénix entre la maleza con su reconocible cara de soledad que la acompañó hasta el final de sus días. Cada noche la chimenea da fe de los progresos en el mantenimiento. Queman la hojarasca y los troncos recogidos durante el día mientras los pequeños, de dos y tres años, corretean por las escaleras, arriba y abajo, su única distracción sin televisión. El fuego (la casa carece de electricidad y agua) calienta un inmenso salón de suelos de mármol y alivia las noches, que, a pesar del veroño, en la Costa del Sol suelen ser frías. «Pero aún queda muchísimo por hacer», enfatiza Ruth entre herramientas prestadas con las que arreglan los desperfectos.

El nombre de Casa Maryam es bien conocido por los jueces malagueños, pero no a causa de sus okupas. Sobre la finca pesan un par de embargos, así como una losa de 76 millones de euros de responsabilidad civil derivada de las condenas en varios casos, entre ellos el Malaya. Mucho más del valor de mercado del inmueble, que rondaría los cinco millones.

Por el momento, los dueños del edificio (una sociedad cuyo principal accionista es Pedro Román, exteniente de alcalde de Marbella y condenado por el caso Malaya) no van a demandar a sus nuevos vecinos gracias a las gestiones de un abogado que se ha implicado en ayudar a los refugiados tras escuchar sus duras historias. «Ellos se encontraron la puerta abierta y al no tener dónde dormir decidieron entrar», argumenta el letrado. El grupo se ha comprometido a acondicionar la casa, mantenerla en perfecto estado y que nunca haya más de ocho personas viviendo en ella para evitar que aquello se desmadre. Así que ya está colgado el cartel de completo.

Huertos y placas solares

El caserón va recobrando poco a poco sus comodidades de antaño y en unos días contarán con un generador eléctrico provisional, aunque ya hay un grupo de voluntarios trabajando en la idea de un sistema de placas solares. En breve pondrán en marcha un huerto ecológico entre los limoneros y granados que escoltan el camino a una coqueta capilla en la que la emperatriz rezaba ante un cuadro de Jesús Nazareno de Alhaurín el Grande.

El santoral continúa en la casa de invitados, donde un San Rafael da la bienvenida al que fue hasta ayer el hogar de Bárbara y Rafael, dos hippies eslovacos que viajaban haciendo autostop hacia Tarifa cuando la lluvia torrencial que inundó el sur de España a finales de octubre les alcanzó en Marbella. Tirados en la carretera, el abogado los recogió y les presentó al resto de ocupantes de la casa, que enseguida les procuraron un techo. Su estancia acaba de tocar a su fin. La pareja, ella psicóloga y él informático en pleno año sabático, han continuado su periplo dejando libres sus dormitorios para dos mujeres maltratadas de la Campana, un barrio obrero de la ciudad.

Una chica de origen magrebí con un bebé de seis meses y otra española completarán entonces un grupo my variado pero con mucho en común: huir de su triste pasado. Precisamente como hacía la princesa Soraya, con la que guardan ciertas similitudes. Igual que la emperatriz, la refugiada siria también muestra alergia a los periodistas. No quiere volver a recordar su terrible historia que incluye brutales episodios de violencia doméstica. Tampoco habla la joven ucraniana, a la que recogieron durmiendo en la playa junto a su pequeño. «Y aquí no preguntamos nada», puntualiza Ruth, que se suele encargar de la cocina... y con muy buena mano. El jueves puso lentejas. Ayer el menú solo llegaba para arroz blanco. «Ahora vivo en un palacio, pero tengo ganas de remontar, conseguir un trabajo y poder alquilar lo que sea. Esta mansión es preciosa, pero solo para estar de paso y rehacer nuestras vidas», revela con cierta tristeza. Sabe que en su vida volverá a dormir en un cuarto con tantísimos metros cuadrados, que hasta cuenta con un espectacular baño privado... aunque por ahora no funciona. Igual que la sauna y el jacuzzi, convertidos en trasteros.

En una urbanización de lujo

La tranquilidad reina en la casa pese a los chiquillos y los dos perros. Tampoco se escuchan a los vecinos, la mayoría extranjeros con un alto poder adquisitivo en una de las urbanizaciones con más caché de la Milla de Oro, con cámaras de seguridad en las fachadas. La familia francesa colindante solo han pedido un favor: que les corten unos ficus que han invadido su propiedad y que les molestan. «Pero no se han quejado de nada, al contrario», relata el abogado que prefiere no dar su nombre para centrar todo el protagonismo en los refugiados.

Viendo el limbo administrativo en el que se encuentra la propiedad, ha solicitado formalmente a las autoridades municipales la ayuda para que esta finca se convierta en una especie de centro social. Una iniciativa que aceptaría encantada la emperatriz Soraya. La princesa solo salía de Casa Maryam de noche para acudir a fiestas solidarias. Por cierto, aún quedan en la casa las casetas en las que vivían las cinco mascotas que ella recogió de la perrera marbellí.

«Lo esencial en la vida es contar con un techo y aquí lo tenemos. No hacemos mal a nadie», concluye Ruth. Solo quieren un espacio para empezar de nuevo... y por el momento parece que lo van a tener. Una princesa se ha aliado con ellos.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios