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Carmen Gordo, con su hijo.
La hija de una criada heredará 3 millones de euros tras una prueba de paternidad

La hija de una criada heredará 3 millones de euros tras una prueba de paternidad

cecilia cuerdo

Martes, 13 de octubre 2015, 10:58

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Carmen, una pensionista de Morón de la Frontera (Sevilla), está cerca por fin de poder poner un nombre en el espacio de su partida de nacimiento. Desde hace más de 70 años faltaba el hueco de su padre, un acaudalado empresario que mantuvo una relación extramatrimonial con su madre, asistenta doméstica en el domicilio familiar, y que durante un tiempo se ocupó de ellas aunque no la reconoció. Ahora, una prueba de ADN confirma que es hija del empresario con un 99% de coincidencia, lo que ampara su reclamación de parte de la herencia, más de tres millones de euros.

El juicio ya ha quedado visto para sentencia, que llegará en breve porque en cuestiones de paternidad es sencillo: o es hija o no lo es, relata el abogado de Carmen, Fernando Osuna. La mujer no quiso presentar la prueba de paternidad hasta que falleció su madre, como señal de respeto, explica el letrado. Para ello, contaba con el testimonio de numerosos vecinos del pueblo, que permitieron sustentar con indicios la demanda para que el juez ordenara la exhumación del cadáver del empresario y practicar la prueba de ADN. Hay que presentar cierta carga indiciaria, no se puede ir a lo loco y decir ¡yo soy el hijo del Rey!, como hacen algunos, detalla, "hacen falta indicios coherentes".

Su historia no difiere mucho de los culebrones rurales de la posguerra. Con apenas 20 años, su madre trabajaba de asistenta doméstica en casa de una acaudalada familia de Morón. El hombre, 27 años mayor que ella, inició una relación sentimental con la joven que terminó cuando el embarazo se hizo evidente. La joven tuvo que salir entonces de la vivienda en la que servía, posiblemente despedida por la esposa del empresario.

Sin embargo, el hombre nunca se desentendió de su otra familia ni moral ni económicamente. Les compró una casa en el pueblo, donde la mujer residía junto a su hija y sus padres. Allí recibía de forma asidua la visita del empresario, según los vecinos, manteniendo una suerte de convivencia clandestina.

Todo el mundo sabía quién era el padre de la pequeña Carmen, aunque el hombre no rompió su matrimonio debido al pensamiento convencional de la época y para evitar cualquier escándalo público, constata la demanda. Pero la presión social se hizo insostenible y la mujer, madre soltera a todos los efectos, decidió marcharse a Sevilla. Allí falleció en 2004 a la edad de 78 años, y poco después su hija empezó su batalla judicial que ahora parece terminar.

Ahora, la prueba biológica no deja lugar a dudas, y la sentencia está a punto de salir. Carmen, que cobra una pensión de 700 euros y tiene dos hijos, está muy contenta porque se ha hecho justicia, explica el letrado, y sobre todo desde el punto de vista anímico porque ahora por fin tiene un padre formal.

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