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Un aficionado pone a prueba su adrenalina practicando ‘puenting’ sobre un río.
Morir bajo el puente

Morir bajo el puente

Dos accidentes mortales en menos de un mes cuestionan la seguridad del ‘puenting’, que no deja de sumar aficionados. Hay ofertas desde los 15 euros y solo se requiere tanta habilidad como para tirarse «desde una silla». Son cerca de 200 empresas y cada una «hace las cosas como le parece»

DANIEL VIDAL

Viernes, 14 de agosto 2015, 00:23

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Vera Mol no entendió la orden de su monitor. La joven holandesa de 17 años, al parecer, escuchó «now, jump» (ahora salta) en vez de «no jump» (no saltes). Y no se lo pensó dos veces. No hizo más preguntas. Saltó. Hay quienes se toman su tiempo, quienes titubean agarrotados por el miedo, pero ella se dejó caer al vacío con valentía mientras los responsables de la empresa Aqua 21 Aventura, organizadora del puenting sobre el río Cedeja (Cantabria), reaccionaban horrorizados tratando de agarrar la cuerda para contener la caída. Al lado, los compañeros de excursión de Vera Mol se llevaban las manos a la cabeza. Los esfuerzos fueron inútiles. Vera murió estrellada contra las piedras del cauce de un río con poca agua. Llevaba el arnés, pero nada la aseguraba al viaducto. Casi se lleva al monitor con ella.

La muerte de esta joven se produce solo tres semanas después de la de Kleyo de Abreu, una inglesa de 23 años, que también se dejó la vida practicando este deporte extremo. Esta vez en la Alpujarra granadina, en la localidad de Lanjarón, donde la chica saltó y se golpeó contra una de las paredes del antiguo puente de Tablate, «que parece hecho para hacer puenting», subraya Francisco Ruiz, director técnico de la empresa Aventura Rural, especializada en este tipo de actividades. A sus 45 años lleva más de media vida lanzándose al vacío por viaductos de media España. El de Tablate le pilla al lado de su casa y se pasa allí todo el día. Sabe que dos muertes en menos de un mes es demasiado. «Estos dos accidentes se han producido por despistes, por errores de comunicación», opina Ruiz. Al parecer, casi nunca falla el material. «Casi siempre es un fallo humano», observa Lina Jiménez, también de la empresa granadina Aventura Rural y licenciada en Educación Física.

La peligrosidad que a priori supone arrojarse desde un puente, por muchas cuerdas que le sujeten a uno, no se corresponde con la estadística de accidentes registrados desde 1989, cuando murió la primera persona en nuestro país haciendo puenting. Fue un joven cordobés de 27 años que falleció en Lérida, en el puente de la Pasarela. En estos 26 años, y después de millones de saltos por todo el país, solo se han registrado otras 11 víctimas, incluidas Vera Mol y Kleyo de Abreu. Desde las empresas que ofrecen este tipo de servicios defienden la bajísima siniestralidad del puenting: «La sensación de seguridad que tienes cuando te asomas al puente es cero. Pero, después, es total. Todas nuestras medidas de seguridad van por duplicado. De los deportes extremos, es el más seguro de todos. Es más peligroso ir al trabajo conduciendo que hacer puenting», alardea Guillermo Piris, propietario de la empresa HighJump, que lleva cinco años lanzando gente al vacío a una media de 2.000 personas al año.

'Puenting'

  • Existen dos modalidades dependiendo del tipo de cuerda que se use en el salto

  • 1. 'Goming'.

  • Se emplea una cuerda elástica, por lo que la caída es vertical y la persona rebota hacia arriba después de tensarse la cuerda. Se debe vigilar la altura del puente ya que la goma puede estirarse hasta cuatro veces su longitud en reposo. La sujección está en los pies para evitar un cambio de postura brusco al tensarse la cuerda, así el peligro de golpearse con la cuerda en los rebotes es mucho menor.

  • 2. Sistema de péndulo.

  • Cuando la cuerda no es elástica, un extremo se ata al otro lado del puente. La cuerda va sujeta a la cintura y, al caer, la persona dibuja un péndulo en el aire.

Unas 10.000, en total. «Y sin un solo incidente». Y eso que «hay gente que se pone muy nerviosa y a veces reacciona de forma inverosímil. Por eso hay que tenerlos asegurados en todo momento», insiste Piris. Es la misma idea en la que incide Francisco Ruiz, que también ha visto de todo con tantos años de experiencia a sus espaldas: «Personas que suben aquí bebidas, drogadas, o con un ataque de nervios importante. Algunos no pueden saltar. Nosotros tenemos en nuestras manos la vida de esa gente y tomamos todas las medidas de seguridad posibles. Por eso amarramos a la persona por cuatro puntos diferentes y con tres cuerdas que, después de cien usos, cambiamos por otras. Están atados a un quitamiedos, sin poder moverse, hasta que yo me ocupo de ellos. Sí, como perros. Por ponerle un ejemplo», detalla elocuente Ruiz.

El problema, argumentan desde el sector, es que no hay una regulación específica sobre estas actividades y eso provoca que cada empresa «haga las cosas como le parece», define Francisco Ruiz. Algunas comunidades autónomas como Cataluña, Castilla y León, Andalucía o Murcia sí regulan las empresas de turismo activo. Como se detalla por ejemplo en el decreto murciano, son todas aquellas «que se dedican a la explotación turística de los recursos de contenido cultural, recreativo, deportivo y de ocio, y las que realizan itinerarios con fines eminentemente turísticos».

Una niña de 9 años

Estas leyes regionales, sin embargo, no entran en el detalle de cada actividad, sino que regulan determinados aspectos a tener en cuenta por las empresas, como la homologación de las medidas de seguridad, los protocolos de emergencia o la formación que deben tener los monitores. Y a veces ni eso. La ley murciana sí prohíbe expresamente realizar estas actividades «a las personas que presenten síntomas de embriaguez o de actuar bajo la influencia de las drogas». También exige que los menores de edad presenten una autorización por escrito. En Madrid, donde no existe regulación alguna, las empresas tienen sus propias normas. En Granada sí cuentan con la ley andaluza, pero piden una normativa más específica para estos deportes, lógicamente contraindicados para embarazadas «y personas que padezcan epilepsia o enfermedades cardíacas», detalla Francisco Ruiz, que asegura que en los últimos años «se ha producido un boom de empresas que ofrecen este tipo de servicios», lo que, a su juicio, ha llevado a «un posible aumento de accidentes». En la actualidad, unas 4.000 empresas de turismo activo operan en España. De ellas, entre 150 y 200 ofertan puenting.

Desde 15 euros por persona, la experiencia aporta una mezcla de «libertad, superación, miedo, valentía y pura euforia», describen en HighJump. El seguro de responsabilidad civi es obligatorio y siempre corre por cuenta de la organización. Por lo demas, «si te puedes tirar desde una silla, te puedes tirar desde un puente», explica Guillermo Piris. ¿Y la edad? «El otro día se tiró una niña de 9 años con su padre y hemos tenido clientes de 63 años».

Otro tema son los puentes. ¿Todos valen? «Los mejores son los más altos», coinciden los expertos. Pese a todo, para lanzarse desde un puente hace falta la autorización del propietario. El Ministerio de Fomento, titular del viaducto de Cedeja, en Cantabria, donde falleció Vra Mol, se apresuró a dejar claro ayer que el puenting «está prohibido» en ese lugar y que «nunca se pidó permiso» para realizar esa actividad. Fomento va a denunciar a la empresa. «Lanzarse al vacío con una soga sujetada a una carretera propiedad del Estado es tan ilegal como andar por una autovía», dicen gráficamente.

En otros puentes pasa tres cuartos de lo mismo. En el de Tablate, en Lanjarón, donde falleció la joven inglesa, los chavales hacían puenting al día siguiente de la tragedia. «Nosotros tenemos el permiso del Ayuntamiento. Hemos pedido autorización al Ministerio en tres ocasiones pero no hemos obtenido respuesta, así que trabajamos bajo el silencio administrativo. ¿La Guardia Civil? Ellos pasan mucho por las zonas donde hacemos puenting y solo nos multan si no tenemos puesto el chaleco o el triángulo, porque puede afectar a la seguridad vial», explica Ruiz. «A la hora de la verdad, ninguna empresa cuenta con estos permisos», revela Piris, que pide «regular antes que prohibir. Si se prohíbe, muchos seguirán haciendo puenting por su cuenta y entonces sí habrá más accidentes mortales».

El anterior a estos dos últimos, el del joven de 37 años que murió en Valdequemada (Madrid), en 2013, ha terminado con pena de cárcel para el responsable de la empresa que había contratado el chaval, que además daba su primer salto. Los casos de Vera Mol (cuya familia llegó ayer de Holanda para repatriar el cadáver) y de Kleyo de Abreu están en manos de la Justicia, que ya ha imputado a tres personas de la empresa ActivitiSport por la muerte de Lanjarón.

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