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Ahmed Toummouhi no volverá a Marruecos «hasta que me devuelvan mi honor».
15 años de cárcel por la cara

15 años de cárcel por la cara

Su increíble parecido físico le llevó a Ahmed a pagar por las violaciones que se le atribuyen al sanguinario García Carbonell, ahora detenido

zuriñe ortiz de latierro

Sábado, 31 de enero 2015, 21:52

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Ahmed Toummouhi navega en un torbellino oscuro hacia ninguna parte. En 1991 le imputaron una salvaje cadena de violaciones cometidas por otro hombre, le metieron 15 años entre rejas y hace 9 salió tras cumplir tres cuartas partes de la pena. La Guardia Civil y la Fiscalía, que pidió sin éxito su excarcelación, estaban convencidos de su inocencia casi desde el principio. Pero el Supremo no dio su brazo a torcer. Ahmed -bereber de Nador, 64 años, tres hijos, seis nietos, una mujer a la que no ve desde entonces- solo pide una cosa:

Quiero que me devuelvan mi honor. Me lo quitaron por la cara.

Anda muy lejos de dominar el castellano para hablar con doble sentido. Es literal. Ahmed es un calco de Antonio García Carbonell, violador múltiple, el primer preso común excarcelado con la anulación de la 'doctrina Parot'. Le acaban de volver a echar el guante por matar a golpes, presuntamente, a una anciana en Girona, apenas cuatro meses después de su puesta en libertad.

La Guardia Civil está convencida, y así lo ha avalado, de que era García Carbonell y no Toummouhi quien, junto a un compinche jamás delatado, asaltaba a parejas en rincones solitarios de Barcelona, Tarragona y Girona para violar a las mujeres con extrema violencia. Pero solo se pudo demostrar en un caso, gracias a una prueba de ADN.

Si García Carbonell hablara, confesara, yo recuperaría mi honor y podría volver a Marruecos.

¿Tan importante es el honor para no ver a tu mujer en 24 años?

Lo es todo. Mi esposa sabe la verdad, pero los vecinos... Hay gente que puede mirar mal. Es muy, muy, difícil volver allí sin un papel donde diga que estoy limpio.

Una pausa. Una respiración honda. Un brillo raro destella en la grieta de sus ojos.

No me voy a ahogar o romper la cabeza, pero siento que no me queda nada. No tengo ni papeles. Solo la tarjeta del médico y un papel que dice que estoy empadronado en Martorell.

Allí vive con su hermano Omar, aunque va continuamente a la casa de su hijo Khalid -36 años, tres hijos- a las afueras de Vilafranca del Penedès. Pasa horas sentado en la alfombra de su comedor, cuida un huerto, se alimenta de patatas y tomates, pasea, reza. «No van a reconocerle jamás su inocencia. Pero al menos que le den papeles para que pueda moverse con libertad. Con mi madre solo habla en caso de enfermedad... es complicado», confiesa Khalid.

Pruebas viciadas

Ahmed recaló en Cataluña en 1988 después de sobrevivir cuatro años en Francia como recolector y albañil. En Nador, su mujer y los tres niños aguardaban su dinero. «Pero aquel otoño de 1991 el grifo se cerró de pronto y yo tuve que dejar de estudiar». Con 11 años, Khalid era el hombre de la casa, le tocó trabajar. Su padre se había convertido en un monstruo que golpeaba y violaba a crías, algunas menores de edad, en presencia de sus novios.

La Guardia Civil tenía un retrato robot y las anchas facciones de Ahmed -su cara de cárcel, los ojos hacia dentro- guardaban un parecido asombroso con las del verdadero culpable. Analfabeto, con nociones muy básicas de castellano, le pusieron las esposas cuando aquella tarde de noviembre de 1991 entró en su pensión de Barcelona. Al día siguiente, detuvieron a un compatriota suyo, Abderrazak Mounib, vendedor ambulante al que ni siquiera conocía. Las víctimas los señalaron, a los dos, y el juez las creyó. No hubo más pruebas.

La Guardia Civil denunció que las ruedas de reconocimiento estaban viciadas porque antes de celebrarse algunos periódicos publicaron la foto de Abderrazak; porque antes de apuntarles con su dedo, las víctimas los habían visto esposados camino del juzgado con la pinta que a uno se le queda después de pasar un par de noches en el calabozo. Pero les cayeron tres sentencias firmes. A pesar de que las marcas que una de las chicas tenía en su cuerpo eran, supuestamente, de un diente de Abderrazak, y al pobre vendedor de Fez solo le quedaba una muela del jucio. A pesar de que en 1995 hubo más violaciones, idénticas, y las víctimas volvieron a identificar sin ninguna duda a Ahmed, que llevaba cuatro años sin salir de la celda.

Ese año, los investigadores dieron al final con Antonio García Carbonell y fue condenado a más de dos siglos. Pero Ahmed y Abderrazak siguieron dentro. Nadie creía ya que fueran culpables. El guardia civil Reyes Benítez, hombre valiente y honesto, se empeñó en demostrar su inocencia. Consiguió que en 1995 se analizara el pañuelo manchado de semen de una de las víctimas de 1991. Bingo, era de García Carbonell. Pero solo consiguió que se anulara una de las tres sentencias. A pesar de que la Fiscalía admitía «serias dudas de conciencia». A pesar de que la Generalitat exigió una «salida jurídica rápida». A pesar de que el Supremo reconoció que el «elemento probatorio básico fueron unas dudosas identificaciones», siguieron dentro. Abderrazak murió en su celda en el año 2000.

¿Nadie les ha pedido perdón?

Solo una persona, el periodista Domingo Marchena.

El reportero de 'La Vanguardia' dio la noticia del apresamiento, publicó la foto delatora de Abderrazak y luego se volcó en el caso. «La última vez que vi a Toummouhi y Mounib en un vis a vis me arrodillé y, sí, les pedí perdón. Mounib me obligó a levantarme inmediatamente y me dijo que yo no tenía que pedirle perdón por nada: Al contrario, soy yo quien te da las gracias y le ruega a Dios que ponga flores de azahar en tu camino. Acabamos los tres abrazados».

Un infarto se llevó a Mounib dos días después de que, entre rejas, le contara unos chistes a Ilham, su hija mayor. Era adolescente, soñaba con ser enfermera.

Mi madre se quedó sola, con cuatro niños, sin ninguna ayuda, y no pude seguir estudiando. Él está bajo tierra y a mi madre le quitaron las ayudas. Faltaba como un año de cotización para cobrar la pensión de viudedad. En los servicios sociales nos han vuelto locos, nos mandan de aquí para allá. Naa.

Para Ilham, la vida, la auténtica vida, es una lucha, una acción y una afirmación inagotable, la voluntad embistiendo contra la pared del destino: «Mis hermanos han perdido la esperanza, yo no». A su padre lo llevaron preso. Ella acabó en un centro de menores, con 6 años. Los seis siguientes los pasó dentro «ni mal ni bien. No sabía si era verdad o mentira lo que decían de mi padre. Luego me lo explicó mi madre y fui a los vis a vis. Nos hacía reír, nos daba buen rollo. A mí me daba rabia, me parecía injusto que se tuviera que ir para dentro tan pronto, apenas una hora. Siempre se iba».

Su situación sería ahora más desahogada si ese hombre enterrado por uno de los errores más vergonzosos de la historia de la justicia española hubiese aceptado una indeminación. El Tribunal de Estrasburgo condenó al Estado a recompensar con unos millones de pesetas por la sentencia anulada, la del pañuelo con el ADN de García Carbonell, y por el «anómalo funcionamiento de la justicia». Pero Mouni no firmó el recurso. No quiso ese dinero. Ahmed trata de explicarlo una vez más: «Eso era un indulto, un perdón a delincuentes. No lo aceptamos. Solo nos vale la verdad, nuestro honor».

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