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Plantados en el altar

Plantados en el altar

Una lucecita les alerta de que aquello no va a funcionar o sospechan que hay un tercero... Como le ha pasado a Natalia Verbeke, que mañana ya no se casa. ¿Pero quién paga el banquete?

francisco apaolaza

Lunes, 22 de septiembre 2014, 01:07

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A veces la vida te cambia el paso. O se lo cambias tú al destino, quién sabe. Natalia pegó el quiebro esta semana. Le dio la noticia a su novio, después a su familia. Hubo llamadas y encuentros donde una frase caía como una bomba: «No me caso». Lo dijo como tantos, con la lágrima colgando y el vestido de novia de Lorenzo Caprile en el armario, las invitaciones mandadas y el banquete pagado. Provocó un terremoto. Sobre todo porque Natalia es Natalia Verbeke, que se casaba mañana y que ha llenado las hojas de papel couché con una historia que es más común de lo que parece.

En su caso se ha publicado que la decisión de quemar las naves y el vestido de novia ha podido tener que ver con unas fotografías comprometedoras del que era su prometido, Jaime Renedo, un chef al que se le ha podido ir la mano en la despedida de soltero. En la zozobra que produce el cambio de planes, Verbeke no está sola, pues han dicho no quiero gentes de todas las edades y procedencias. Es cierto que los famosos lo tienen más fácil porque por lo general no les preocupa tanto la cartera. La lista de los casos más sonados es larga.

Hasta a Hugh Hefner, el fundador de Playboy, lo dejaron colgado en el altar. Crystal Harris tenía un cuerpo de diosa y 50 años menos que él, pero algo le debió de ver, quién sabe si la cuenta corriente, y se prometieron matrimonio. A tres días de su boda, lo dejó tirado, compuesto, sin novia, con 85 tacos y por razones que todavía hoy se desconocen. Un año más tarde, se casaron en la Mansión Playboy. Era su tercera mujer y, de momento, la definitiva.

Julia Roberts y Kiefer Sutherland lo tenían todo amarrado cuando provocaron uno de los mayores escándalos de la industria del cine, cuando en Hollywood aún quedaba capacidad de sorpresa. Roberts, que era la novia de América en aquel momento, iba a novio por película. En Línea mortal se enamoró de Kiefer Sutherland, con el que iba a casarse el 14 de junio de 1991. Tres días antes, la representante de la actriz llamó al futuro marido para decirle que aquí paz y después gloria.

Un mes antes, una tal Amanda Rice había explicado al periódico National Enquirer su relación de sexo y desenfreno con Sutherland y contó que el actor iba por ahí largando que su prometida era fría en la cama como un pez. Julia Roberts pasó la noche de bodas con Jason Patrick, un amigo de su ex, con quien aprovechó el viaje de novios a Irlanda al día siguiente. La actriz se casó con Lyle Lovett en junio de 1993, aunque fue breve: apenas 21 meses. En 1999, hizo el papel de ella misma en Novia a la fuga, una historia en la que salía corriendo de las iglesias, cosa que en la realidad se le dio siempre bastante bien. Estuvo a punto de firmar con Benjamin Bratt, pero lo dejó. En 2002 le echó el lazo un ayudante de cámara, y hasta hoy.

Hay rupturas de todos los colores y con las más variadas razones. Se desconoce por qué canceló su compromiso con Ester Cañadas el multimillonario hotelero de origen indio Vikram Chatwal, un playboy que se declaró con un pedrusco de 8,5 quilates y que hubiera sido su tercer marido, después de Mark Vanderloo (1999) y Sete Gibernau (2007), que tampoco tenían vacía la cartera. A Sheryl Crow, Lance Armstrong le dio puerta antes de la boda porque según él, la cantante de 45 años estaba obsesionada con ser madre y ambos luchaban contra la implacable cuenta atrás de su reloj biológico. Ella solucionó después el asunto adoptando dos bebés.

Las razones de la princesa

La hora de dar el bombazo informativo atraviesa a todas las clases sociales. La princesa Magdalena de Suecia pegó un frenazo considerable después de ocho años de relación con el abogado Jonas Bergstrom.Se rumoreó que tenía tantas razones como fotos de su prometido con una modelo de 21 años en una estación de esquí. Los cuernos reales fueron un escándalo en las monarquías europeas.

Hay motivos para todos los gustos. El histórico párroco de la catedral de Cádiz Marcelino Martín, que casó a cientos durante su mandato, recordaba a una pareja que tenía el récord de dejarse en el altar. Primero fue ella: llegaba tan tarde que cuando por fin apareció, el novio ya se había ido.A trabajar a Alemania, concretamente.Meses después, las aguas volvieron a su cuce y fue él el que se retrasó, y ella voló. Un año más tarde casó a la pareja, que llegó a la iglesia en un mismo taxi.

En España, el que se va carga con la cuenta

  • qué dice la ley

  • El artículo 42 del Código Civil dice que «la promesa de matrimonio no produce obligación de contraerlo ni de cumplir lo que se hubiere estipulado para el supuesto de su no celebración».Es decir, que no se puede pretender que alguien se case porque se comprometió, pero otro artículo, el 43, abre la puerta al resarcimiento económico del que se queda en el altar. El incumplimiento de la promesa «solo producirá la obligación de resarcir a la otra parte de los gastos hechos y las obligaciones contraídas». Vamos, que si se ha adelantado el dinero del banquete o el vestido, el que se va tiene que pagar la cuenta.

«Cada historia es un mundo», advierte Sonia Caba Doussoux, psicóloga y terapeuta de parejas. Por su gabinete de Madrid ha pasado casi de todo, pero describe dos grupos de plantadores. Todos los humanos, confirma, vivimos comportamientos «casi obsesivos» en el enamoramiento que anulan nuestra capacidad de crítica, pero ese estadio por lo general es finito y da lugar a una relación más madura, más estable y pausada. «En ese momento ves que tu pareja tiene granos, que tiene defectos, como todos».Algunos no soportan el cambio. Forman el primer gran grupo de corredores de iglesia: «Tienen la necesidad de estar en estado continuo de enamoramiento. La relación ya no les vale porque necesitan ese chute de dopamina, ese subidón».

Los otros son los que le hacen «caso a la intuición. Ya saben de alguna manera que la persona no es la adecuada, pero suelen consultar a su entorno y los suyos les animan a seguir, a casarse y no hacer caso de esa situación porque es fruto de la presión y de los nervios de la boda. Pero al final, se dan cuenta y dicen que no». La noticia, en muchos casos llega tarde. «A nadie le gusta tomar ese tipo de decisiones, así que van posponiéndola hasta que ya no se puede más».Esto a veces sucede en el propio altar. Y el que se queda compuesto y sin novia o novio ha ganado un trauma para toda la vida.«Es lo peor que les puede pasar. Es el abandono y el ridículo delante de todos. Muchos años después lo recuerdan con horror. Es una herida para siempre».

Marilyn Chivetta, una norteamericana a la que dejaron antes del enlace, aprovechó la situación con una curiosa acrobacia.Su pareja la abandonó y ella reconvirtió el banquete contratado en St. Louis en una fiesta abierta a todo el que tuviera «el corazón roto». Esto pasó en 2003.Diez años después, da conferencias, gana dinero y sigue soltera. «Explico a las personas que si yo pude transformar ese momento, ellos también pueden darle la vuelta a su vida».

A Franz Wisner le dieron puerta la víspera de la ceremonia en California.Los invitados estaban en camino, el vino y la comida preparados... y todo pagado. Así que decidió pasar «un fin de semana de boda, pero sin novia», explica. Después se largó dos semanas con su hermano gemelo a Costa Rica, pero no encontraban el momento de volver. Visitaron 53 países en los dos años que estuvieron de viaje.Relató esa experiencia en el libro Luna de miel con mi hermano, que fue un bestseller. «Perdí a mi mujer, pero gané un amigo», recuerda. Ahora está casado con una actriz. Un final de película.

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