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Naomi Klein
La mujer que pone verde a los poderosos

La mujer que pone verde a los poderosos

La escritora y activista Naomi Klein, una de las cien mujeres más influyentes del mundo, desenmascara a los millonarios Richard Branson, Bill Gates, Al Gore y Michael Bloomberg y cuestiona sus inversiones altruistas en medio ambiente

antonio corbillón

Sábado, 20 de septiembre 2014, 01:17

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He visto el futuro. Y se parece a Nueva Orleans después del huracán Katrina». Así son las ideas-fuerza del discurso de la escritora y activista canadiense Naomi Klein, que con apenas dos libros se encaramó a la lista de las 100 mujeres más influyentes del planeta. Un ranking en el que subirá aún más peldaños con la publicación ayer en el mercado anglosajón de This changes everything: Capitalism vs the Climate (Esto cambia todo: Capitalismo contra el Clima). Klein lleva diez años diagnosticando los males que todo el mundo conoce, pero pocos han sabido poner las palabras adecuadas para conectar con el gran público.

En su primer libro, No logo (2000), denunció el poder de las grandes marcas de ropa que llevaban su producción a Asia para ajustar costes con sueldos de miseria, mientras invertían lo que ahorraban en fomentar el consumismo. Ella se cebó con Nike, pero todas se vieron obligadas a cambiar de paso para no perder clientela. Después llegó La doctrina del shock (2007), en el que advertía de cómo el capitalismo usa los grandes desastres humanos (le da igual un tsunami que la Guerra de Irak) para justificar la desregulación y el libre mercado. Un análisis que acababa en Nueva Orleans, abandonada a su suerte por las instituciones, que después utilizaron el bisturí del capitalismo más duro en los proyectos de recuperación del desastre. Dicen que este libro es la historia no oficial del libre mercado.

Ahora, esta mujer de 44 años se mete de lleno en los peligros medioambientales. Es un texto en el que, una vez más, huye de lo convencional, del tópico catastrofista de los verdes, aunque sus conclusiones huelan a un desastre sin retorno. En Esto cambia todo: Capitalismo contra el Clima le da la vuelta al argumento de los ambientalistas «insufriblemente petulantes» y convierte las consecuencias en causas. «Estamos pensando en la crisis climática al revés: se trata de capitalismo, no de carbono», advierte Naomi en los muy medidos avances que ha ofrecido de su libro.

En el ADN de Klein y en el de su marido, el documentalista Avi Lewis, que pone imágenes a sus ideas, están muy presentes los riesgos del activismo de izquierdas en Estados Unidos. Los abuelos de ella fueron perseguidos por comunistas y sus padres, miembros del frente antiguerra de Vietnam, tuvieron que cruzar la frontera canadiense en 1967.

En todo caso, sus argumentos son la munición para crear los eslóganes que agitan la ola antiglobalización. Pero ella no es una mujer de trincheras. Prefiere la discreción de su casita de High Park, un barrio de clase media de Toronto, para encerrarse durante varios años con cada tema que trata y convertir toda la documentación que maneja en testamentos para luchar contra el sistema.

No trata de llegar a los convencidos de los riesgos del medio ambiente, su acierto es cautivar al resto, a aquellos que «nunca leerían un libro sobre cambio climático». Una vez más, parece que acierta, porque los últimos datos sobre sensibilización en la materia muestran «una escandalosa» marcha atrás de las instituciones: «La crisis está pasando por encima de los temas medioambientales, que están quedando relegados», advierte Cristina Monge, directora de Ecología y Desarrollo, organización española integrada en la red 350.org, de la que Klein es una de sus ejecutivas mundiales. Este movimiento confluirá el próximo martes en Nueva York en una marcha mundial. Porque ese mismo día la ONU ha convocado una desesperada llamada, fuera de todas las agendas, para que los países se comprometan a parar el desastre climático que se avecina.

Genocidio africano

Allí estará Noemi, invitada estelar, para lanzar su mensaje. Lo primero que les dirá es que «el status quo ya no es una opción». De hecho, le asaltó la necesidad de escribir sobre el tema tras asistir al gran fracaso de la Cumbre del Clima de Copenhague de 2009. «Mientras los delegados africanos hablaban de genocidio en sus países, los líderes de los países ricos consideraron que las propuestas eran malas para las empresas y rechazaron todo por miedo a perder votos», reflexiona.

Para entender su obsesión por el futuro de la especie hay que remontarse al pasado. Klein sufrió varios abortos naturales y un tumor de ovario. Cuando parecía que por fin sería madre, perdió otro hijo mientras informaba para varios periódicos sobre la gran fuga de petróleo que provocó British Petroleum en el Golfo de México en 2010: «Pensé en los humos tóxicos que había inhalado y el agua contaminada». Finalmente, los médicos le convencieron de que no había relación alguna. Con el tiempo, su «desesperación ecológica personal» dio paso al nacimiento de Toma, su hijo, que ahora tiene dos años. Un canto a la vida que no ha empañado su posterior cáncer de tiroides.

Klein va mucho más allá de los datos técnicos sobre el avance de las emisiones y busca la incapacidad humana para salvarse a sí misma en la conjunción de lo que llama «juego de trileros». La suma del perjuicio que han hecho «grandes grupos verdes, aún más dañinos que los que niegan el cambio climático», que perdieron el tiempo tratando de reclutar a las grandes empresas y a los poderes públicos para adoptar medidas en favor del clima, y la economía real, que ha seguido vomitando cada vez mayores cantidades de carbono.

Y, por otro lado, los multimillonarios que iban a inventar una nueva forma de «capitalismo iluminado», pero que se lo pensaron mejor y se acordaron de que el sistema productivo actual «era demasiado rentable para rendirse». Personas como el multimillonario dueño de la aerolínea Virgin, Richard Branson, y su buen amigo, el expresidente norteamericano Al Gore. Se pasearon juntos en 2006 jugando con una bola del mundo. Branson prometió 3.000 millones para investigar en energías limpias. Al Gore se labró una urgente biografía de ecologista de cabecera que le permitió protagonizar un documental de Oscar (Una verdad incómoda) y el Nobel de la Paz. Todo filfa. Bill Gates también ha invertido a través de su fundación bastante dinero en energías alternativas, pero mucho menos que en petroleras convencionales.

«El 45% de los ciudadanos no perciben los riesgos del calentamiento por el aumento de estos lobbies de presión que encubren la gravedad e importancia de nuestra denuncia», advierte Tatiana Nuño, responsable de Cambio Climático en Greenpeace, que también está integrada en el gran movimiento 350.org.

Noemi Klein avisa contra «la ortodoxia económica neoliberal, que se ha infiltrado en la comunidad científica». Y encuentra como única luz en el túnel la «coalición de las personas, no de las empresas». Lo contrario será la brutalidad de un sistema «dispuesto a sacrificar a un gran número de personas» en las zonas más pobres del planeta. El aviso llega un año antes de que se celebre en París en 2015 la gran Cumbre del Clima. Hasta entonces, Klein tiene ya cerradas docenas de presentaciones de su libro por todo el mundo. La mayoría con el cartel de agotado. Como los márgenes de maniobra para el clima planetario.

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