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Si hay algo que mueve especialmente la Semana Santa es el inconformismo de quienes marcan el rumbo de las cofradías que ponen en la calle este singular espectáculo con el que se pasean por el escenario urbano las escenas de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Una cofradía que está convencida de que ya lo tiene todo hecho y que no tiene nada que mejorar porque todo es perfecto está muerta. Siempre hay algo por hacer, algo por mejorar, algo por pulir, por perfeccionar o por corregir... Gracias a ese inconformismo pudimos ayer admirar el colosal nuevo trono de la Virgen de la Paloma, una versión mejorada y renovada de las andas que tallara para ella el recordado artista Pedro Pérez Hidalgo, personaje de una época complicada de la España de la posguerra en la que tuvo la habilidad de lidiar con la escasez de medios materiales y económicos para sacar adelante la construcción de retablos y tronos que fueran acordes con la suntuosidad que se quería para la Semana Santa.

Hoy, con nuevos medios, mejores técnicas y, sobre todo, nuevos conceptos, se ha conseguido ejecutar un trono que deslumbra no solo por sus dimensiones sino por la calidad de su realización. Esa es otra de las vertientes del incorformismo cofrade: que prime más la calidad que la cantidad. En ocasiones, la ausencia de medios económicos impide cumplir con esta máxima, pero cada vez son más las hermandades que apuestan por ella. A la renovación del trono de la Virgen de la Paloma seguirá en los próximos años una operación similar para hacer lo propio con el del Cristo de la Sentencia, también obra de Pérez Hidalgo. José María Ruiz Montes ha trazado ya sobre el papel el diseño de un proyecto que seguirá las líneas de las actuales andas aunque mucho más mejoradas.

Mejorar, perfeccionar, corregir... Ayer la Archicofradía de la Sangre procuró hacerlo también con la disposición del manto de la Virgen de Consolación y Lágrimas, que no terminaba de convencer a sus hermanos tras su estreno hace un par de años. Y la Archicofradía de la Expiración también modificó la posición de la Virgen de los Dolores Coronada en su imponente trono de orfebrería para hacerla más visible, algo que también se ha echado en falta en los últimos años.

Sin embargo, queda todavía mucho por hacer en este sentido: convertir en verdaderas candelerías lo que no dejan de ser tubos de orfebrería agrupados a modo de los denostados trenes de velas, restaurar bordados, sustituir arbotantes, cambiar relieves y figuras de pequeño formato de los tronos... Cada vez hay menos vendas en los ojos y las cosas se hacen evidentes porque los tiempos cambian y no nos conformamos con lo heredado del paso. Por fortuna para la evolución en positivo de una Semana Santa en la que todavía quedan muchas metas por alcanzar. De lo contrario, no sería Semana Santa.

Por cierto, advertíamos el pasado lunes la desafortunada ubicación de unos urinarios públicos junto a la Tribuna de los Pobres que finalmente ha sido retirados. Por eso, porque no debemos conformarnos.

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