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EL CAUTIVO EN LAS MANOS DE MIÑARRO

EL CAUTIVO EN LAS MANOS DE MIÑARRO

ANTONIO GARRIDO

Jueves, 16 de febrero 2017, 00:48

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Hace años que conocí a Juan Manuel Miñarro. Siempre me interesó su obra y participé en unas jornadas que versaron sobre sus estudios de la Síndone, de la Sábana Santa que se custodia en la Catedral de Turín. El imaginero y profesor sevillano se aplicó a analizar este paño misterioso que tanta bibliografía produce y lo hizo recreando de manera exhaustiva la anatomía del varón al que cubrió.

Recomiendo a los lectores que visiten el Museo de la Pasión de Cabra que tiene como eje vertebrador los estudios de Miñarro que creó un Cristo Yacente según sus conclusiones y que impresiona profundamente, al igual que el Crucificado de la Hermandad Universitaria de Córdoba. Imágenes de un verismo que nos traen a la memoria la película de Gibson y esculturas centroeuropeas que no tienen la belleza clásica de nuestra tradición imaginera.

Miñarro es un caso singular de artista; en él coinciden dos caminos: el académico, el universitario, con una significativa proyección docente, y la formación tradicional del aprendizaje de taller, en este caso con Francisco Buiza. Los dos vectores coinciden en sus inquietudes que muy pronto se orientaron a la anatomía de las imágenes religiosas.

No es muy conocido el título de su tesis doctoral: 'Estudio de anatomía artística para la iconografía del Crucificado en la Escultura'. Presentó el Crucificado de la Paz de Rochelambert de Sevilla como lo que llamamos en nuestro mundo 'el caso práctico', donde se desarrollan las tesis presentadas en el texto teórico. Obtuvo la máxima calificación.

La labor imaginera de Miñarro es ya amplia y de sostenida calidad. En Málaga salen en procesión el Señor de La Puente y el Crucificado de la Redención, su obra maestra según gran parte de la crítica especializada.

En la mejor tradición de los dioses de la madera del barroco y sorteando la inmensa dificultad de no caer en el amaneramiento estilístico de un neobarroco manido, bebiendo de fuentes estilísticas diversas, el imaginero crea con elegante contención y recursos técnicos evidentes. En paralelo con la creación desarrolla una excelente labor restauradora y precisamente esta es la noticia.

La restauración es una disciplina que demanda grandes conocimientos técnicos y una sensibilidad especial. Una imagen es un referente devocional en mayor o menor grado; algunos son verdaderas obras maestras del arte universal. La responsabilidad del restaurador es mucha y no existe una fórmula mágica.

Hubo épocas en las que el desconocimiento y la buena voluntad provocaron atentados a veces irrecuperables. Era aquella escena del hermano de la cofradía que se daba maña y quién mejor que él para dejar la imagen como un San Luis.

Menos mal que las cosas cambiaron, pero no hay un solo camino. Se puede devolver a la imagen lo que científicamente se considera su estado original y dejarla irreconocible para sus devotos. Se trata de un tema para el debate.

Restaurar es un proceso delicado en todos los casos, pero cuando la imagen posee valores devocionales excepcionales, la actuación se complica. Miñarro va a restaurar al Señor de Málaga, ni más ni menos, todo un reto. La hermandad nos dice que se trata de una restauración que implica un análisis del estado de la imagen y la sustitución de unos elementos metálicos que la perjudican y que afectan a la sujeción a la peana.

Parece que el Cautivo pasará un tiempo que se hará eterno fuera de ciudad que tanto lo reverencia y lo ama. Paciencia, hay que tener paciencia. El Lunes Santo volverá a conquistar la ciudad y las miles de promesas serán la luz de la fe de cada uno en el todo de sus promesas.

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